Mertxe AIZPURUA
20 DE MARZO, DIA MUNDIAL DE LA FELICIDAD

DON’T WORRY, LA ONU TE DIRÁ SI VIVES EN UN PAÍS FELIZ

La felicidad es un concepto que lo inunda todo. Aunque no sepamos de qué hablamos. Los últimos años acumulan torres de libros de autoayuda sobre el tema, investigaciones serias o menos serias, merchandising, artículos periodísticos, informes oficiales y referencias en la política. Y hasta tiene su día, instaurado por la ONU. Es el 2o de marzo.

Así, en general, ¿cómo se definiría? ¿Muy feliz, razonablemente feliz, feliz, ni feliz ni infeliz, infeliz o muy (desesperadamente) infeliz? Probablemente la respuesta más lógica sería responder que depende, que a veces una cosa y a veces la siguiente, que no sabe o que vaya usted a saber, pero esas casillas no están en la receta de un plato cocinado con muchos ingredientes, y que muchas veces solo sirven para determinar un estado de opinión colectivo. ¿De qué hablamos cuando hablamos de felicidad? ¿De bienestar, de prosperidad, de tranquilidad? Quienes defienden que la ecuación se puede formular dicen que todo se puede medir y que los indicadores que se valoran dan un muestreo real de la sociedad.

El 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad de las Naciones Unidas. Desde 2012, con motivo de la jornada, la ONU ofrece un ranking que clasifica a 156 países en función de su nivel de felicidad. Ya hace unas décadas que la medición del desarrollo humano se ha ido haciendo principalmente con indicadores de calidad de vida, tomando en cuenta especialmente factores relacionados con la capacidad de consumo, la tenencia de bienes y la productividad económica medida en término de PIB (Producto Interior Bruto).

Estos estudios han transitado a la evaluación del bienestar, superando el concepto de calidad de vida e incorporando otros factores a los netamente económicos. Una diferencia que ya estableció Aristóteles al distinguir eudaimonia de hedoné, la capacidad de sentir gozo por la vida y la posibilidad de acceder a los placeres de la vida.

Ahora bien, ¿cómo mide Naciones Unidas algo tan difícil de definir? Para hacerlo, parte del supuesto de que los países más felices son aquellos que tienen mayor esperanza de vida, más apoyo y cobertura social, más libertad para adoptar decisiones, menor corrupción, más generosidad y un PIB per cápita más alto. Esos son los ingredientes.

Bután y la métrica de la dicha

La idea la formuló en 1973 el reino de Bután –pequeño país del Himalaya– que propuso ante las Naciones Unidas reemplazar el Producto Interior Bruto por el Producto Interior de la Felicidad. La estrambótica iniciativa convirtió a Bután en líder mundial de la métrica de la felicidad, pero tres décadas después la ONU comenzó a aplicarla.

Al margen de que las encuestas globales sirvan realmente para algo más que para fijarnos en la anécdota, la idea de que las instituciones y los gobiernos deberían tender a buscar y lograr la felicidad de sus gentes no es una ridiculez. Y por no ser, ni siquiera es original. El preámbulo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776) ya situó como punto fundalmental «la búsqueda de la felicidad» como razón de un gobierno para sus ciudadanos, y Simón Bolívar, en su discurso ante el Congreso de Angostura (1819), dejó para la historia la frase «el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce la mayor suma de felicidad posible».

Más recientemente, el ex presidente uruguayo Pepe Mújica se ha referido a la misma idea en más de una ocasión: «Dicen que ningún gobierno puede garantizar la felicidad, que la felicidad es un estado interior personal, pero eso es falso. La felicidad necesita un medio ambiente, un espacio para ser posible, necesita que el resto de las cosas se midan a partir de la felicidad y no como resultado aleatorio que podrá ser o no ser. Esto tiene que ser la preocupación central», aseguraba en una entrevista hace tres años.

En 2013, cuando “The Economist” nombró País del Año a Uruguay «por su receta para la felicidad humana», nadie pensó que a la publicación británica le había dado un espasmo de happyflowerismo. El conjunto de conquistas económicas y sociales fue lo que le condujo a declararlo “País del Año” y, dicho con toda seriedad por parte de la publicación, Uruguay dio una lección sobre «la receta de la felicidad humana», porque –explicó– el estado fue capaz de «reparar el equilibrio entre lo individual y lo colectivo”.

La tendencia acumula adeptos. Ecuador y Bolivia incluyen el concepto del Sumak Kawsay (Buen Vivir) como fundamento de sus constituciones; los Emiratos Árabes han creado recientemente el Ministerio de la Felicidad y la presidenta del Consejo de la Federación de Rusia ha propuesto crear un Ministerio del mismo.

Desigualdad en la felicidad

Dinamarca, uno de los países que encabeza año tras año el ranking de países más dichosos del planeta, tiene su Instituto para la Búsqueda de la Felicidad, y su director, Meik Wiking, rechaza la idea de que la felicidad venga desde dentro y sostiene que vivir en uno de los estados de bienestar nórdico ayuda y mucho. El acceso gratuito a la sanidad, a la universidad, disponer de buenas pensiones y la igualdad entre hombres y mujeres son, según él, factores decisivos.

Lo cierto es que son los países de la Europa más nórdica y más rubia los que repiten siempre en los primeros puestos del mundo como los más felices. También ahora que, desde hace dos años, el informe de la ONU asigna un papel especial a las consecuencias de la desigualdad en la distribución del bienestar, al considerar que la desigualdad en la felicidad proporciona una medida más amplia que la desigualdad en sentido estricto. El documento, elaborado por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN, Sustainable Development Solutions Network) de la ONU, además del PIB, toma en consideración ese factor y, con toda seguridad, estos países que tienen la mayor renta per cápita en el mundo, serán de nuevo los primeros de la carrera feliz.

Ocurre que quizá eso no es causa suficiente para que sus habitantes puedan considerarse como los más felices del planeta, sobre todo si tenemos en cuenta que Finlandia, Suecia o Islandia tienen las mayores tasas de suicidios del mundo, aunque ese es otro tema. Lo que queda claro es que la felicidad es también subjetiva.