Gloria LATASA
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Nubes flotantes

Los días en los que la atmósfera se llena de formaciones nubosas bajas –esas «burbujas» algodonosas que dibujan los niños– nos suelen producir la sensación de que son nubes que flotan. Es el mejor de los momentos para darse cuenta de que, realmente, vivimos sumergidos en una pecera de aire. Nosotros, en el fondo de la misma y las nubes –todas ellas, no sólo las mencionadas–, suspendidas a diferentes alturas.

Para que estas nubes se formen es necesario que el sol caliente el suelo, que éste envíe al aire la energía que le sobra, que ese aire se caliente y comience a ascender, que al subir se enfríe y a determinada altitud se condense y aparezcan las nubes. La parte inferior parece trazada a regla –igual en todas ellas, debido a una similar relación entre temperatura y humedad– mientras la parte superior puede ser diferente, según sea la burbuja de aire ascendente.

Su aspecto es aplastado debido a que su extensión horizontal dobla en tamaño a la vertical. Unos contornos claros y el hecho de que estén aisladas unas de otras les hace muy fácil de identificar. Pertenecen, como no podía ser de otro modo, al grupo de las nubes bajas. Su base puede estar entre los 400-500 metros y los 2-3 kilómetros (aunque la sensación de flotabilidad la suelen producir las que están en las zonas más bajas).

Se trata de cúmulos –cumulus– que en latín significa montón, amontonamiento. Y, más concretamente, de un tipo especial de estas nubes conocido como cumulus humilis. Crecen en medio de condiciones meteorológicas anticiclónicas. Aparecen en distintos lugares y pueden llegar a ocupar una parte importante del cielo, pero siempre manteniendo su estructura vertical más o menos estable, sin crecer demasiado en altura.

De cara a la previsión, están asociadas al buen tiempo. Eso sí, si no evolucionan transformándose en cumulus congestus –con mayor desarrollo vertical que horizontal– y en cumulonimbus –la reina de las nubes– lo que significaría que el cielo se está inestabilizando y que habría que empezar a pensar en que se está formando una tormenta.