GARA
SIDNEY

Australia sigue sin reparar a los miles de aborígenes separados de sus familias

Aborígenes australianos han acusado al Gobierno de incumplir sus promesas de reparación. Miles de niños fueron separados de sus familias entre 1910 y 1970 para ser criados por familias blancas.

Aborígenes supervivientes de la «generación robada» acusaron al Gobierno australiano de incumplir sus promesas de reparación y de prolongar su sufrimiento. Entre 1910 y 1970, miles de menores aborígenes fueron separados a la fuerza de sus padres y madres para ser criados en instituciones religiosas o por familias blancas en nombre de la «asimilación».

A estos menores se les inculcó que su cultura y su pueblo eran inferiores y se les obligó a realizar duros trabajos domésticos o agrícolas en condiciones paupérrimas y degradantes, además de a sufrir abusos sexuales, con un mínimo o nulo contacto con sus familias.

La organización indígena Healing Foundation presentó ayer el informe «Trayéndolos a casa: Veinte años después», en el que evalúa las dos décadas transcurridas desde que el Parlamento aprobó 54 recomendaciones para atender a los afectados, que aún hoy sufren severos traumas. Se calcula que hay unos 15.000 supervivientes de aquella práctica sistemática que afectó directamente a 160.000 personas, entre menores y familiares.

«Nuestra ‘generación robada’ todavía no ha podido curarse porque Australia ha fallado en abordar sus necesidades de una manera coordinada e integral. A consecuencia de ello, su dolor, pérdida y rabia se transmiten a sus hijos y nietos», manifestó el presidente de la entidad, Steve Larkin.

En el informe se denuncia el efecto de la demora en la implementación de esas medidas sobre las nuevas generaciones, en las que «se observa un incremento en el número de aborígenes en las cárceles, de intentos de suicidios y de niños separados de sus hogares».

En un acto ayer en el Parlamento, el primer ministro australiano, Malcolm Turnbull, pidió perdón a la «generación robada» en nombre del Gobierno, tal como hizo por primera vez su antecesor, Kevin Ruud, en 2008. «Reconocemos que les separamos de sus familias, sus tierras y sus lenguas y culturas, que sus ancestros protegieron y cuidaron durante 50.000 años. Este es un periodo de nuestra historia en el que la pérdida y el dolor casi consumen a un pueblo», afirmó tras recibir el información.