Fermin MUNARRIZ
Donostia

«Diario de Bolivia», de trofeo a testamento para la historia

Entre las pertenencias que el Che Guevara llevaba en su mochila había una que trascendería en particular: el diario en el que anotaba día a día las incidencias de la campaña guerrillera y sus reflexiones.

Nada más ser capturado el Che, el diario se convirtió en el botín de guerra más preciado por la información que pudiera contener. Fue el agente de la CIA Félix Rodríguez, con uniforme militar boliviano y sobrenombre de “capitán Ramos”, el primero en fotografiar página por página las anotaciones del revolucionario en La Higuera para enviarlas de inmediato a Washington.

El 10 de octubre, con el cadáver del Che todavía en el lavadero de Vallegrande, el general Zenteno mostraba a los asombrados periodistas el diario de campaña como un trofeo. Ese mismo día comenzaba el insólito recorrido de los cuadernos, que quedaron bajo custodia del Ejército como secreto de Estado. Pero pronto comenzaron las filtraciones de algunos pasajes con ánimo de desvirtuar la campaña guerrillera e, incluso, el mercadeo con editoriales extranjeras.

En una rocambolesca operación, el diario llegó unos meses más tarde en copias fotostáticas al Gobierno cubano, que cotejó su autenticidad con los cinco guerrilleros superviventes de Bolivia y publicó su transcripción el 1 de julio de 1968 con prólogo de Fidel Castro. El impacto mundial desató en Bolivia la búsqueda del filtrador, que resultó ser el propio ministro de Gobernación de La Paz, Antonio Arguedas, a través de un intermediario, y que tras años de exilio y cárcel, moriría por la explosión de una bomba.

Notas manuscritas

El conocido como “Diario de Bolivia” del Che consiste en dos cuadernos manuscritos. El primero, de espiral y tapas de cartulina rojas, comienza con los apuntes del 7 de noviembre de 1966, día en que el grupo guerrillero llega a la finca de Ñancahuazú. El segundo, una agenda alemana de tapas de plástico, recoge las notas desde el 1 de enero hasta el 7 de octubre de 1967, víspera del combate en que el Che y otros guerrilleros fueron capturados o muertos en la quebrada del Churo.

El diario no fue escrito para publicarse ni con vocación de posteridad: el Che anotaba metódicamente incidencias cotidianas, críticas, impresiones, detalles de los combates, los reveses operativos, el dolor por las pérdidas humanas del grupo, los mensajes radiofónicos, valoraciones políticas, las dificultades de la vida en la selva, los problemas logísticos de comunicación o alimentación o la constancia de severos ataques de asma, sin faltar detalles personales como el recordatorio de cumpleaños y ciertas notas de ironía.

Cerraba cada mes con una evaluación autocrítica, mientras en hojas separadas realizaba también una valoración de cada uno de los integrantes del grupo rebelde.

Tras su publicación en La Habana, las notas manuscritas del Che adquirieron dimensión planetaria como uno de los más importantes testimonios del revolucionario argentino-cubano y como testamento histórico de la gesta inconclusa de aquel reducido núcleo insurgente, que serviría de inspiración para posteriores experiencias revolucionarias de Latinoamérica.

El diario ha sido reproducido en centenares de idiomas y países. El original se encuentra en la cámara del Banco Central de Bolivia.