Patxi IRURZUN
BERRIOZAR
Interview
KUTXI ROMERO
CANTANTE Y ESCRITOR INTRUSO

«Habría que asesinar a todos los intrusos, incluyéndome a mí»

El cantante de Marea acaba de publicar un libro en el que recopila artículos, prólogos y colaboraciones que ha escrito por amistad para otros artistas, entre los que se encuentra el escritor iruindarra Patxi Irurzun, con quien charla de tú a tú en esta entrevista, una de las contadísimas que concederá para hablar de «Allanamientos».

Kutxi Romero tiene una flor en el culo. Todo lo que toca lo convierte en mierda. Mierda de la buena. Además de sus trabajos al frente de Marea –con quienes ahora mismo anda trajinando el esperado disco nuevo–, de su disco en solitario y de sus poemarios, ha colaborado en cientos de canciones y libros de otros artistas, escribiendo en este último caso prólogos o textos para trabajos de diferentes escritores: Petisme, Manolillo Chinato, Enrique Cabezón Kb, Kike Babas... Y ha escrito también artículos para prensa, relatos, una novela de culto (tanto que solo la hemos leído tres o cuatro privilegiados que sabemos que es una bomba, un disparo de trabuco, un navajazo en las hojas de los manuales de literatura en los que debería figurar, pero no lo hace porque ella misma se ha negado repetidas veces y por diferentes circunstancias –a las que llamaremos el destino– a ver la luz).

De todo ello deja constancia en “Allanamientos”, el nuevo libro que de la mano de Desacorde, publica recopilando buena parte de esos «prólogos, artículos y demás actos inútiles», según reza el subtítulo. En ellos la pluma del de Berriozar vuelve a dejar resplandecientes destellos de poesía, golpes de kárate en la nuez de la corrección política, carretadas de mierda, en definitiva, que huele que alimenta, porque la flor en el culo de Kutxi Romero en realidad es puro talento natural, y aunque él se sienta un intruso en el mundo de la literatura muchos escritores se cortarían la mano –o habría que cortársela– a cambio de solo alguna de sus frases o versos.

En las páginas de “Allanamientos” también se oye el eco de carcajadas, plenas de vida y nicotina, como las que Kutxi profiere a lo largo de esta entrevista que realizamos en el Kutxitril, su txoko de Berriozar.

A la puerta del mismo siguen los grafitis con la imagen de Silvio, el artista sevillano, y Rockberto, el cantante de Tabletom; algo más allá también se ve dibujado en una pared a Evaristo; pero además en la plaza hay una novedad: la placa con su nombre nos indica ahora que, desde mayo, esta se llama Plaza Marea.

Los Marea son ya toda una institución, en Berriozar y en el mundo del rock. Podría haber plazas con su nombre en todos los barrios.

Como decimos, ahora andan mareando las nuevas canciones, pero después de que estas vean la luz, Kutxi amenaza con ponerse con una nueva novela, que sin duda dará que hablar. Aunque cuando se trata de hablar, nadie como él, el bandolero Kutxi Romero, tal y como demuestra, una vez más, a continuación.

La portada de tu nuevo libro es una flor plantada en un retrete, en algunas fotos de promoción apareces sentado en una taza, haciendo al caganer… Puede parecer pura provocación, pero en realidad no es algo nuevo, siempre has establecido símiles entre crear y mover las tripas.

Yo siempre he dicho que para mí escribir es algo fisiológico, algo que te pide el cuerpo, igual que otras veces te pide potar o cagar. Y por eso siempre he sido un escritor muy escatológico, a pesar de todo lo poético que soy, o que se supone que soy, porque cuando me llaman poeta es como si me llamaran astronauta de la Nasa. En realidad nunca he tenido ninguna intención de ser escritor, yo solo soy un intruso. Sí me gusta el acto en sí de escribir, escribir canciones… pero escribir canciones es otra cosa, eso no es ser escritor. Aunque yo siempre he defendido que escribir canciones es mucho más complejo de lo que parece, porque con diez versos tienes que ser capaz de hacer música, el arte más inmediato. Lo de la escritura lo hago porque, como digo, me gusta, lo necesito, y porque con las canciones no tengo suficiente, sin más. Aunque debo de tener cierta gracia porque llevo escribiendo veinticinco años y engañando a todo el mundo. Lo de la portada, por lo demás, fue para hacerme el farruco, porque siempre digo que intento poner un poco de luz entre tanta mierda. Y por eso también lo de la flor del libro, que en realidad se iba a titular, “Qué bien huele cuando cago”, pero ya me parecía demasiado fanzinero y yo ya soy un señor de 42 años, así que lo he dejado en “Allanamientos”, que en realidad es lo que hago aquí, entrar en las casas ajenas.

¿Llevas la cuenta de esos allanamientos, de los discos o libros en los que has colaborado?

Discos las estuvimos hace poco contando y son 211, y todos ellos los he gafado, han sido fracasos absolutos.

Y sin embargo te siguen llamando.

Sí, pero porque saben que voy a estar, que si llaman a Fito u otros, que siempre andan liados, no van a poder. Yo como saben que soy un gandul... Y además yo siempre tengo el mismo tono y entonces no hay canciones que me queden mal.

En el caso de los libros, en realidad no hay ese movimiento de tripas o acto creativo del que hablabas antes, puesto que son encargos…

Sí, bueno, encargos… En el 100% de los casos, igual que en la música, siempre lo he hecho por amistad, nunca he tenido compromisos ni económicos, porque siempre he colaborado gratis (bueno, la única vez que me querían pagar era en ‘Rolling Stone’, una colaboración mensual, y me pidieron una de prueba, pero en el primero me quiso denunciar la SGAE, que me mandó una carta amenazante, y ya no hice más; sale en el libro, por cierto), ni de otro tipo, como articulista o articulero, que también me han ofrecido pero no he querido porque eso ya implica una responsabilidad, que no quiero. Yo hago estas cosas solo por placer, o por amistad.

Supongo que también habrás tenido muchas veces que decir que no.

Sí, pero en esa ecuación ya no entraba la amistad. Yo tengo un ego superlativo, tengo tanto ego que no necesito ni cantar ni escribir ni nada, me aplaudo yo solo. Hay peña que necesita el escenario, el aplauso, o la hoja de papel… A mí no me hace falta. ‘Entonces ¿por qué editas tus libros?’, dirán algunos. Porque me gusta tenerlos a mí, para ordenarme y no tener desperdigado todo por ahí en papeles sueltos. De ese modo ya tengo mi poesía, toda juntita, mis articulitos, todos juntitos… Es como que el archivo me lo va haciendo otra gente. Así que me lo publican y después yo en realidad ya me olvido. De hecho en los dos últimos libros he hecho dos entrevistas solo, una contigo y otra más. Y luego aparte está el tema del intrusismo, porque yo me siento un intruso en la literatura e intento no hacer mucho ruido. Habría que asesinar a todos los intrusos, incluyéndome a mí. Es lo que siempre digo del neocirujano: igual que yo no opero del corazón con el Quimicefa los fines de semana a los intrusos no deberían de dejarnos hacer nada, debería estar prohibido y penado con tortura previa al asesinato.

De hecho, a los largo de los diferentes «Allanamientos» se repite la idea de que ese prólogo o ese texto para un libro ajeno va ser el último que escribas.

Sí, siempre es el último. Cuando son gente joven, que es lo primero que sacan, me cuesta menos. Pero cuando son escritores consagrados te siente ridículo y te preguntas qué mierdas querrán de ti, o por qué, ellos que conocen a lo más granado de la literatura, te llaman a ti, que eres un zoquete… Entonces es cuando me digo “Hago este y ya está”, pero luego me vuelven a pedir y como son gente a la que tengo respeto y admiración, no puedo negarme.

Y que además te lo piden con mucha educación.

Claro, yo la mayor virtud que aprecio es la educación, si a mí un asesino en serie me viene y me pide educadamente un artículo para su libro seguramente se lo haga. Aprecio mucho la educación, pero además la educación cristiana, que es algo que tenemos metido los que nacimos en el franquismo. Cosas del tipo: a este señor le voy a meter dos tortazos pero se los voy a meter educadamente. O como cuando te atracan en México, que te ponen la pistola en la cabeza y te dicen muy educadamente ‘Me va a dar usted lo que lleve o se me muere ahorita mismo’.

Además de los prólogos en el libro hay algunos cuentos y algunos fragmentos de una novela que nunca llegaste a publicar, y que sin embargo dejan con las ganas, porque transmiten mucho pulso, mucha potencia literaria y, eso que se dice, un universo propio (Berriozar, los gitanos, la calle)…

La novela la escribí en mayo del 2004 y sacarla ya sería como poner a hacer la comunión vestido de marinero a un hombre de cincuenta años. Pero sí que tengo planeada otra novela. No me he puesto a escribirla todavía, pero llevo dándole vueltas dos o tres años y voy notando que me ronda, que ahora es el momento de ponerse con ella, de escribir una macarrada por la que sea odiado por todos los estratos sociales y políticos.

Quizás porque eres músico se te nota un gran oído para los diálogos, las jergas…

Los escritores que me han gustado siempre son los que su punto fuerte son los diálogos, con jerga, o muy visuales, en los que puedas ver el lenguaje no verbal. Yo en lo que escribo sí salen picoletos o gitanos, intento que les puedas ver la jeta a través de lo que dicen.

Pero no es nada fácil escribir ese tipo de diálogos con naturalidad.

Para eso tienes que haber vivido lo que cuentas. Como Pedro Juan Gutiérrez en Centro Habana, o Bukowski, que vivía en los bares… A ellos les sale con naturalidad, y para mí igual, no entiendo otra manera de hacerlo.

Da la sensación de que escribes sin tener que apretar, sin esfuerzo, pero esa naturalidad es muy compleja, y en tu caso, además del talento, de la flor en el culo, también hay todo un bagaje cultural detrás, muchas lecturas, porque eres un lector compulsivo.

Sí, y en eso agradezco haber sido un lector indiscriminado. Hasta que no tuve más de veinte años no me fui haciendo un criterio o un gusto definido, como lector, luego ya sí, y me dije que si lo que me gustaba era una cosa para qué seguir intentando abarcar otras, otros géneros, que no acababan de entrarme; pero gracias a eso leí mucho de chavalico, y algo de eso se queda ahí.

«Allanamientos» es una muesca más en su trabuco. ¿Para qué proyectos le queda todavía pólvora todavía al bandolero Kutxi Romero?

No sé, yo no hago proyectos de una forma premeditada. Las cosas hay un momento que me llegan. Sé que hay cosas que voy a hacer, por ejemplo, sabía que un día iba a hacer un disco con flamencos, como el de los Jatajá, que llevaba cuatro o cinco años dándole vueltas en la cabeza. La novela que te digo también sé que la voy a hacer, porque la noto rondándome. Es algo que la cabeza o el cuerpo te pide. O las canciones. Yo nunca me siento a escribir una canción, cuando me siento ya está escrita. Me pego un mes con ella en la cabeza, pienso en ella cuando voy a hacer la compra, y ya luego cuando me siento ya está escrita. Hay mucha gente que dice: ‘Todos los días me siento a las cuatro a escribir’, y yo pienso ‘¿Y todos los días tienes ganas?’ Es como si dijeras: ‘Todos los días me siento a las cuatro a cagar’. Que igual te vienen las ganas a las seis y has perdido ahí dos horas…

Pero para que vengan las ganas de sentarse, en la taza o en el escritorio, sí que tiene que haber antes un proceso digestivo.

Sí, pero es mental, y como no podemos dejarnos la cabeza en casa, que más nos valdría la mitad de las veces… Yo es que además, ya te digo, soy muy vago, a mí no me pasa eso que decía Picasso, que la inspiración te tiene que coger trabajando, porque entonces a mí no me pilla nunca. Yo me quedé en el oficio del rocanrol porque es muy plácido: de vez en cuando se te ocurre una canción bonita, sales a tocarla, te aplauden, te pagan… Me parece algo maravilloso, e incompresiblemente me ha durado hasta hoy. Y lo de hacer poemas y textos en realidad es una manera de reciclar cosas que igual para canciones no me valen, ideas que tienes, o cosas que ves, que las escribes y cuando tienes 150 las juntas y sacas un libro. Hombre, sí que tienes que estar predispuesto a ello, a ver esas cosas, y a rumiarlas. Las canciones las rumio más, porque tienen un montón de rejas, métrica, melodía, fonética, y hay que darles mil vueltas, son lo que más loco me vuelven, así que cuando me pongo con un poema o con uno de estos textos del libro me resulta en cierto modo fácil. Por cierto, mi hijo cuando llegó el libro y leyó la solapa dijo: ‘¡Pues para lo vago que eres ya has hecho cosas!’. Y la verdad es que sí.