Nerea GOTI

COLOR MULTICULTURAL Y DESEO DE «CAMBIAR LAS COSAS»

Los pañuelos oficiales de la cita, ikurriñas, esteladas, banderas del Athletic, del Sahara, del Kurdistán, de Ongi Etorri Errefuxiatuak, en contra del TAV... bastones y hasta muletas sirvieron para enlazar miles de manos a lo largo de las arterias de Bilbo. La cadena ofreció una imagen con tantos colores y expresiones como las razones que llevaron a miles de personas a movilizarse con todas las facilidades y pese a las dificultades.

Brilló el amarillo en la zona de la Plaza Elíptica, punto solidario con Catalunya y sus presos políticos. «¿Queréis pasar?» preguntaban quienes ya habían formado la cadena antes de la hora prevista a quienes sin pañuelo ni camiseta de Gure Esku Dago parecían pasar de largo y se encontraron con más de un «no, venimos a la cadena». En las inmediaciones de la Elíptica fue eslabón de la cadena Eulalia Marimont, una catalana residente en Bilbo, para la que la razón principal para movilizarse es hacerlo porque «esta en nuestras manos».

Reivindicar el derecho a decidir, punto de partida para otros muchos derechos de Euskal Herria, y «que nos dejen votar de una vez» es lo que llevó a Lartaun y Harriet ayer a convertirse en dos eslabones más. También el tejido asociativo de Bilbo sumó manos a la cadena humana. Luis Muñoz Piru, veterano de la asociación vecinal de Zorrotza destacó a GARA que decidir es la base de la democracia real, de la participación ciudadana, pero no la de postal, sino «real, con contenidos». En el Bilbo más antiguo, donde culturas de todo el mundo se dan la mano cada día, la cadena transcurrió bailando sobre el puente “Zazpi jauziak” al ritmo del «Trailerí leró» y mostrando a la vez banderas y culturas de otros pueblos, que salpicaron de colores y ritmos la cita. En ese Bilbo multicultural, Tete Barricah, procedente de Togo, y Carlos Valcárcel, de origen colombiano, contaron a GARA que como «personas migrantes que vivimos aquí, apoyamos esto porque el derecho a decidir es algo básico». Destacaron que participar les hace sentirse parte de la comunidad y que aportan algo a la misma. El deseo de «cambiar las cosas» que «no están bien» es otra razón para reclamar decisión, la que llevó a Agustine Ngologmo a atarse ayer el pañuelo de Gure Esku Dago y movilizarse. Con lo justo para comer, su situación personal es muy difícil, pero ayer tocaba «ayudar, como el resto, para que cambien las cosas».