Pablo CABEZA
BILBO

Iñigo Serrulla debuta con un álbum pop repleto de matices

«Desde que empecé con este disco hace dos años he tenido que escuchar que la música no es un trabajo porque hago lo que me gusta. Está claro que sí, pero eso no tiene nada que ver con que hacer una canción no suponga muchas horas de trabajo y perfeccionamiento.». Se llama Serrulla y presenta un delicado «1/4 life», su álbum debut.

No es pop, pero no se aleja. No es rock, pero tiene su rabia. No es soul, pero la voz de Iñigo Serrulla posee matices propios del género como del ritmo y blues contemporáneos. Quien lo desee puede colocarle en el indie-pop, donde encaja todo lo que no es comercial y se mueve entre el pop. En todo caso, a y pesar de sus 22 años, el donostiarra debuta con un disco delicado, coherente, de buen gusto y cuidado. Buenas composiciones y excelente posición de los instrumentos, incluso también momentos para un arreglo de vientos, más la contrastada banda que le ayuda. Confrontación de ideas que han ido surgiendo tanto previamente a la grabación como al lado del eficaz y lúcido Haritz Harreguy. Asimismo, Serrulla se muestra “veterano” en voz, con dominio de la melodía, la expresión y los colores. Siempre bien afinado.

Posiblemente el tema más completo sea “Pills”, roza la plenitud de canciones internacionales. Podría competir en listas británicas especialmente, pero es un corte universal para ambos lados del Atlántico. El resto de canciones caminan también con solidez, sea “1/4 life”, impecable en ritmo, detalles, texturas y silencios, es la canción resumen de lo que es Serrulla y no extraña que tras una breve intro sea la canción que lidere al resto. “Big fish” es otra fortaleza, “Family” suena entre visillos, contraluces y rasgos de gran artista donde el tono acústico, los arreglos vocales y la melodía central se llevan por delante cualquier polilla. “Somebody else”, es optimismo desde sus primeros acordes, inevitablemente bailable, y acabada con un admirable buen gusto. “Bloom” también es meritoria, no afloja tensión. Compite con una sonoridad un tanto diferente, pero nada que no sea una identificable canción de Serrulla.

No lo tiene fácil Iñigo Serrulla en un entorno arisco, aun, para sonidos como los suyos, pero desde la calle, la otra calle, se agradece que existan aportaciones como esta y sellos como Airaka, una nueva experiencia que dadas sus dos ediciones pretende visualizar a artistas y proyectos peculiares, músicos que no repitan los esquemas próximos y cotidianos. Aventura valiente y ponderable.

«He vivido toda mi vida en el mismo barrio, Gros –describe Serrulla–. Estudié en Zubiri-Manteo hasta los dieciocho años. Hice tres años de arquitectura en Donosti, pero lo dejé para dedicarme a la música. Mi idea es estudiar algo que tenga que ver con el sonido el año que viene. Fuera probablemente».

Existe cierta tradición musical en su familia, pero para Serrulla no ha sido eje ni lanzamiento para sus inquietudes: «Según me cuenta mi madre, la familia de mi padre era “la fiesta” cada vez que se encontraban con una guitarra. Nunca he tenido el privilegio de verlo en directo, pero sí que doy fe de que mi padre tiene buen oído para ser un simple mortal, jajaja. Digamos que mi actividad musical no empezó gracias al ambiente que había en casa. Tuvo más que ver con YouTube y el “do it yourself”». Una situación que cada vez será más lógica y básica, pues internet, con sus diferentes contenidos y herramientas será/es imbatible para las nuevas generaciones. De hecho, ya hay numerosos éxitos nacidos desde YouTube, aunque luego necesiten más ángulos de proyección.

Siguiendo con sus antecedentes exploratorios, el músico donostiarra apunta que fue su hermana la que empezó a enseñarle música, algo que le pareció como «ver la playa por primera vez». «Me enseñó a Bon Iver, John Mayer, Sufjan Stevens y flipé en el mejor de los sentidos. Últimamente me ha dado mucho por el r&b y el trap. Considero que tienen mucho en común musicalmente. Artistas como SZA o Chance the Rapper son ejemplos de difícil clasificación dentro de un estilo concreto. Al final creo que es eso mismo lo que me atrae de un artista, que no te coja de la mano y te diga por donde tienes que ir. Todo lo he aprendido por mi cuenta viendo videos de YouTube y sentado en mi cama con la guitarra durante horas».

Respecto a si lo adecuado es situarle bajo la influencia británica o estadounidense, más con la primera, Serrulla encuentra una inteligente vía de escape para las acotaciones: «Lo estuve hablando con la banda hace poco. Creo que los estilos musicales están dejando de ser una barrera creativa. Al fin y al cabo escucho cierta música porque me gusta esa canción o ese artista y no ese estilo en concreto. Diría que hoy en día la cosa va de canciones y no de estilos ni lugares. Internet hace el mundo más pequeño».

«Intento no hacer un estudio de mercado cuando estoy componiendo –asegura– porque lo más probable es que me salga mal, jajaja. Creo que lo bonito es que cada uno tenga su propio camino y manera de trabajar. Desde la estética en los conciertos hasta la manera que tiene para comunicarse con la gente que le sigue. Hay que ser feliz con lo que uno hace».

«Mira dónde estamos y qué estamos haciendo, ¿qué más quieres cabrón?» «Esa frase me la dijo Haritz Harreguy un día mientras hablábamos sobre esto de dedicarse a la música. Yo suelo ser bastante sufridor a la hora de grabar. En casa tengo tiempo para hacer las maquetas, pero en el estudio todo es muy rápido. Suelo tener la sensación de que no lo estoy haciendo lo suficientemente bien y a veces necesito que me recuerden que también es importante pasarlo bien durante el proceso».

La temática de las letras es parte vital de la esencia de Serrulla. Le interesa narrar asuntos que se relacionen con su forma de ver la vida, de sentirla, quizá por eso el título, “1/4 life”, pude ser una reflexión sobre lo que ha sido su existencia en un supuesto cuarto vivido. «Retrata dónde me encuentro ahora y desde dónde miro hacia atrás y hacia delante. Necesito que me pasen cosas para poder contarlas y que resulten creíbles. No tengo tantos temas sobre los que quiero hablar y es por eso que he intentado elegirlos muy bien. Sin duda, el pasado es una de mis principales fuentes a la hora de cerrar ciertos capítulos para empezar con otros». «Ahora, mientras reflexiono sobre tus preguntas estoy componiendo para el nuevo disco. No tengo ni idea sobre cuándo saldrá, pero mola poder tener tiempo para explorar cosas nuevas».

«Family» es una canción cantada con desgarro, interpretación arriesgada y espléndida, la mayor parte arropado solo con acústica. Menciona a su padres. El sentimiento global es de cierto desgarro sentimental, no una dulce canción dedicada a los aitas. «Es una de las canciones que mas me costó escribir. Trata sobre fallarle a alguien que nunca te dejará de lado. Creo que hoy en día todo es muy efímero y hay pocas cosas que son para siempre».

Cierra el disco con una canción de 20 minutos que es el disco completo en maqueta. Curioso el desnudo al ofrecer las canciones en su estado primitivo aún sin organizar, sin complejos. «Desde que empecé con este disco hace dos años he tenido que escuchar que la música no es un trabajo porque hago lo que me gusta. Está claro que sí, pero eso no tiene nada que ver con que hacer una canción no suponga muchas horas de trabajo y perfeccionamiento».

»Tardé dos meses en componer y producir la canción “Bonds”. Sin fiesta los sábados y domingos. No me quejo, pero creo programas tipo operación triunfo, la voz etc… no hacen más que ofrecer una imagen de la música en la que el esfuerzo y la recompensa no es proporcional. La gente acaba creyendo que la realidad es lo que ven por la tele. Se me ocurrió este pequeño gesto para reivindicar que la música es una profesión y no un hobby en el que solo te lo pasas bien.