Beñat ZALDUA

La «causa justa» y la realidad concreta

Aunque pasó bastante desapercibida en la mayoría de las crónicas, una de las principales novedades que dejó la conferencia del president Torra el pasado martes fue la insistencia en la independencia como «causa justa». No es la primera vez que aparece el lema, desde luego, pero el propio president se encargó de aclarar que, además de un eslogan, es también una nueva línea argumental. La veremos repetida en las próximas semanas. No se trata de una frase elegida a voleo, sino que es una de las grandes teorías sobre la secesión reconocidas internacionalmente. Son, reunidas en grandes familias, tres:

Teorías del derecho a la autodeterminación, también conocidas, más asépticamente, como teorías adscriptivas. Son las más clásicas y beben tanto de Lenin como de Wilson. En términos generales –con matices según épocas y autores– hacen referencia al derecho de una nación a constituir un Estado propio. Los grandes procesos de descolonización son el ejemplo más utilizado, aunque no el único.

Teorías de la elección, o asociativas. A diferencia de las teorías de la autodeterminación, que tienen en su punto de partida la nación y sus derechos inherentes, las teorías asociativas pivotan sobre el principio democrático de la elección. Se centran en la voluntad democrática de una comunidad, así como en la defensa y el impulso de la participación social. Explica en buena parte procesos como el del Quebec y conecta, en cierta manera, con la teorización del derecho a decidir.

Teorías de la causa justa. Son aquellas que centran la justificación de la secesión en casos de vulneraciones graves de los derechos de una comunidad nacional. Se incluye el supuesto en el que el Estado matriz viole acuerdos que sellados con la nación que aspira a la independencia. El caso paradigmático más cercano que se suele utilizar es el de Kosovo.

Aunque en la academia se presenten asépticamente separadas, no son excluyentes. De hecho, en casos como el catalán se han empleado argumentos que remiten a las tres teorías. «Som una nació», «Omplim les urnes» y «Espanya ens roba» son lemas que se han escuchado con fruición en Catalunya y remiten a las tres grandes familias mencionadas.

Sin embargo, poner el foco en la independencia como causa justa no es ni casual ni gratuito, igual que no lo es centrarse en el argumento democrático. Aplicado sobre el contexto concreto catalán, la causa justa deja entrever que ya se ha hecho todo lo que se podía hacer, y que el maltrato recibido en respuesta justifica la independencia. Solo hay que esperar la ventana de oportunidad que, según Torra, llegará con una sentencia condenatoria. Poner el foco en la teoría plebiscitaria, por contra, obliga a reconocer que todavía es necesario ampliar el grueso de ciudadanos dispuestos a saltar el muro del Estado. La diferencia entre ambos focos es abismal y refleja la división actual en el seno de las diversas familias del independentismo catalán.

Cabe preguntarse, por tanto, cuál es la voluntad que anida en la decisión de centrar el peso discursivo en la teoría de la causa justa. Si es volver a activar al independentismo en busca de un momento parecido al del 1-O tiene sentido, aunque son razonables las dudas sobre si será suficiente. Si por el contrario hay una apuesta seria por plantear en la arena internacional una nueva declaración de independencia escudándose en la «causa justa», sin siquiera haber podido acreditar una mayoría social clara por la independencia, las dudas se multiplican. Y es que conviene no perder de vista que todas las teorías, a fin de cuentas, no son mucho más que los modelos puros resultantes de un análisis académico de las circunstancias que pueden dar pie a una secesión y que, sobre todo en el caso de la «causa justa», incluyen un componente moral que difícilmente encuentra eco en la gélida esfera de las relaciones internacionales.