Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Viaje al cuarto de una madre»

Miradas íntimas entre cuatro paredes

Profundamente enraizada en la realidad actual, la sevillana Celia Rico ejecuta un excelente retrato emocional compartido por una madre y su hija. La segunda se encuentra en visperas de iniciar una nueva etapa vital y la primera asume la nueva situación que supone dicha decisión. Entre ambas se establece un diálogo subrayado por miradas y gestos que van condimentando una travesía vital que transcurre en apenas unos metros. Un pequeño mundo que concentra complicidades y miedos y en los que, enmarcados en una escenografía salpicada de sombras que nunca resultan inquietantes, emergen los ramalazos luminosos que comparten los personajes impecablemente entendidos e interpretados por la veterana Lola Dueñas y la joven Anna Castillo.

En este su debut detrás de la cámara, Rico se descubre como una excelente narradora y, sobre todo, una autora que sabe cómo traducir esas palabras en imágenes cargadas de una poética carente de artificios gratuitos. Nada en esta película sobra porque en cada uno de sus detalles topamos con un álbum familiar que se compone de objetos domésticos muy reconocibles y anclados en el pasado que permiten al espectador descubrir la trastienda de esta emotiva relación maternofilial.

Al otro lado de las paredes de la casa en la que se desarrolla la historia, se asoman ligeros apuntes de un modelo social en el que el pueblo en el que ambas viven se revela como la última frontera que delimita un capítulo vital abierto a cualquier tipo de especulación y en el que las nuevas generaciones se ven abocadas a buscar su sustento en el extranjero. Las dos protagonistas desarrollan un particular juego en el que prima eludir lo inevitable y todo se compone de palabras silenciadas que ponen de manifiesto dicha realidad. La composición de este juego por parte de la realizadora y autora del guion resulta tan sorprendente como estimulante.