Marko Sierra

Castillos navarros en Bizkaia (II)Santimamiñe-Ereñozar-Arteaga Zelaieta-Santimamiñe

Decíamos en el primer capítulo de esta nueva serie, que el colectivo montañero de Bizkaia y de toda Euskal Herria, ha oído hablar en más de una ocasión del apelativo “montes bocineros”. (Dícese de aquellas montañas desde las cuales, mediante señales de luz y sonido, se convocaba a Juntas de Bizkaia). También señalaba entonces, que es desconocido por dichos colectivos, la localización de los castillos navarros en Bizkaia, desde cuyas atalayas se defendió el Reino de Navarra. Continuamos la nueva colección de excursiones emprendida que tienen como factor común, hacer monte y dar cuenta de este hecho: la presencia de castillos navarros en Bizkaia. Saltamos de los visitados junto al valle del Ibaizabal y pasamos al bello Urdaibai.

“Entre 2008 y 2012, en la cumbre de este monte, bajo la moderna ermita de San Miguel, los arqueólogos descubrieron testimonios de otro tiempo, de los que todavía hoy en día podemos apreciar los cimientos de una antigua fortaleza construida hace mil años. A mediados del siglo XI, poco después de que los reyes de Pamplona dividieron su reino en distritos administrativos para su mejor gobierno, se fundó el castillo de Ereñozar cuya custodia fue probablemente confiada al conde de Bizkaia Eneko López”, todo ello acompañado de una ilustración. Así reza y así se ilustra, la cima del Ereñozar.

Partiendo del “P” bajo la cueva de Santimamiñe, por escaleras ascendentes y habilitadas al efecto, alcanzamos un descanso con explicaciones del denominado “encinar cantábrico”, compañero de viaje durante esta directa ascensión. Un segundo tramo de escaleras nos llevará a la puerta de la misma cueva. (Una vez más y no aprendemos, la saturada capacidad de carga “turística” nos priva y con razón de contemplar restos y pinturas rupestres del Magdaleniense. La razón de su localización y uso por gentes del Paleolítico no es casual. Refugio climático por su geología. Caza y marisqueo cercano.)

Dejamos atrás aquella historia, para adentrarnos por sendero decididamente ascendente y que presenta ocasionales marcas rojas un tanto borradas. Por debajo de las encinas cantábricas y por encima de las calizas, con pocos momentos despejados que ofrecen hermosas vistas, ayudados por las manos para trepadas sencillas y para secarnos la sudada, alcanzamos los muros del castillo, que rodeándolo por la izquierda nos ofrece: el acceso a la ermita cimera, al vértice geodésico, al buzón y visualmente, a la inmensa ría de Urdaibai y a sus espectaculares vistas, recogidas en panel panorámico.

Tras el descanso y las oportunas instantáneas y postales, iniciamos el descenso del Ereñozar por su septentrional ladera, por su dulcificado camino empedrado que incluye vallas de madera, donde el citado encinar da paso, en cuanto acaban las calizas, a pinos insignes, a pista que tomamos, a repoblaciones de eucaliptos y que, tras curva a izquierda cerrada, busca la población de Ereño.

Situados en las proximidades del collado norteño, en dos ocasiones salen sendos senderos a la izquierda, debiéndose tomar el segundo, ya que el primero, o se cierra o asciende. Este segundo sendero, al cabo de unos pocos minutos transcurriendo por él, presenta dos opciones debiéndose tomar la de la izquierda, facilitando así el descenso por la cuenca de Urdaibai. Poco a poco, la vegetación autóctona reaparece y gana protagonismo a la vez que nos adentramos en las profundidades del pequeño valle, no debiendo perder nunca esta perspectiva: descender y buscar la opción de izquierdas.

Así llegamos a una especie de “caldera”, extraordinariamente umbría que incluye una cueva y donde los avellanos que siguen en pie, parecen buscar el cielo alcanzando extraordinarias dimensiones. Dejando este lugar a la izquierda, y tomando de nuevo a izquierda, llegamos a un camino de tierra embarrado junto a una repoblación de pinos (el marrón alcanza no solamente la denominada banda marrón acicular), y tras nueva opción de izdas, llegamos a diversas construcciones, primero relacionadas con el agua y luego con los baserris, siempre en la misma margen de la erreka.

Acompañando a la valla proseguimos, para disfrutar junto a hermosos baserris a la vez que nos acercamos al mismo cauce. En aquel en el que erreka y baserri se tocan, estaremos atentos pues nos saldremos de la traza hacia la izquierda algo ascendente, para después situarnos en una paralela más elevada, de nuevo junto a valla con variados firmes del camino. Encontramos nuevas señales blanquiamarillas, tras las cuales se nos abren a la derecha nuevas estampas con: la campiña de Urdaibai en primer término, la población de Arteaga posterior (su actual castillo también merece la pena), la oriental y extensa loma de Atxa después, y el límite occidental de la Biosfera de Urdaibai detrás.

Avanzando encontramos una nueva bifurcación, donde decidimos tomar a la derecha, que desciende a un firme más pavimentado y donde tomamos a la izda en ascenso. Poco a poco empezará a intuirse el collado de la carretera donde se encuentra el parking (P) de Santimamiñe; poco a poco buscaremos el ascenso a la carretera por la derecha y al frente; poco a poco asomará y asombrará el perfil de Ereñozar con su cima medieval. Desde la carretera a la “P”, en un plis plas.