Ariane KAMIO
DONOSTIA

Sufrimiento terrenal

Toti Martínez de Lezea invita al espectador a regresar a los años 30, a tierras extremeñas, al punto de arranque de su nueva novela, «Llanto en tierra baldía», publicada por Erein. La escritora alavesa toma el sufrimiento con una mano y estrecha la otra al amor, con una historia particular protagonizada por Dámaso y Jacinta. La Guerra del 36 y los años de posguerra ponen el fondo a esta novela que viaja también hasta la Bizkaia más obrera.

«Esto no es una historia sobre la guerra, lo quiero dejar claro». Tajante se mostraba ayer Toti Martínez de Lezea (Gasteiz, 1949) durante la presentación de su última novela, “Llanto en tierra baldía”, publicada, como viene siendo habitual en su bibliografía, por la editorial Erein.

La escritora alavesa invita a sus lectores a regresar en el tiempo hasta los años treinta, y a hacerlo hasta tierras extremeñas. Son los últimos años de la República y ya se atisban señales de la llegada de la Guerra Civil española. La obra está ambientada en el mundo rural extremeño, en un pueblo que ni siquiera tiene nombre. «Mis personajes no tienen apellidos, y el pueblo donde se desarrolla la primera parte de la novela tampoco tiene nombre; es, sencillamente, el pueblo», apostillaba la autora.

Martínez de Lezea no ha querido entrar en concreciones en su novela, no solamente en nombres, si no tampoco en hechos concretos. «Se escuchan los ecos la matanza de la plaza de toros de Badajoz con el general Juan Yagüe a la cabeza», apuntó el editor Iñaki Aldekoa, con la posterior advertencia aguda de la escritora. «En esta novela no aparece el nombre de ningún militar, ni siquiera se menciona la palabra militar, franquismo o Guardia Civil». Es una novela de pequeñas historias anónimas.

De Extremadura a Bizkaia

Regresemos al punto de partida. Es la década de los 30 en Extremadura, donde existen numerosos terrenos y dehesas apropiadas para su labranza pero que están administradas por caciques que impiden que estas sean labradas por los campesinos. El hambre acecha. «Las tierras eran de cuatro aristócratas que no vivían allí, pero estaban administradas por los caciques, que eran quienes decidían quién trabajaba y quién no, qué tierras se labraban y cuáles no. De ahí el título del libro. No existían tierras baldías porque no servían para cultivar, sino que había tierras baldías porque los caciques no permitían que se trabajaran».

Luego estalla la guerra y el sufrimiento aumenta. En ese contexto, nace una historia de amor –«es la historia que más perdura en esta novela», aseguró Aldekoa–, la historia entre Dámaso y Jacinta, una mujer viuda que está sorda por los golpes que le dio su antiguo marido. «Jacinta sabe que Dámaso no le quiere, pero tiene hijos con él. Le oye gritar por la noche... grita el nombre de una mujer... el de Lucía», pone en detalle la escritora.

El hambre sigue apretando en el mundo rural y la gente tendrá que ingeniárselas para dar de comer a sus familias. «Esta es una novela apolítica. La mayoría de los campesinos son analfabetos, ¿qué van a saber de política?. Lo que Dámaso quiere es tener algo para dar de comer a su familia y le dará igual andar en el contrabando, trabajar o pegar tiros si hace falta».

De los ambientes rurales de los campos extremeños, Toti Martínez de Lezea realiza un salto geográfico y temporal hasta la Bizkaia de los años 60. «Esta es también mi historia. Nací en el 49 y sufrí los años de la posguerra y del franquismo. Miles de personas tuvieron que dejar su tierra para buscar una vida mejor. No es plato de buen gusto para nadie. La tierra se deja atrás por dos razones; por hambre y por miedo». Con esas palabras hizo referencia a las miles de personas que tuvieron que emigrar desde el sur del Estado español hasta Euskal Herria para labrarse un futuro. «Algunos se fueron a Barcelona, otros a Madrid y otros muchos terminaron aquí. Primero trabajando en las minas y, cuando estas se cerraron, en las fábricas vizcainas». Martínez de Lezea realiza un paralelismo entre ambas épocas. «En los años 30 las tierras estaban en manos de cuatro y los campesinos se levantaron. En los años sesenta las fábricas también estaban en manos de cuatro y en 1966 hubo la mayor huelga general de trabajadores. El Estado de excepción acabó con todas las protestas, pero entre ambas épocas existe el mismo paralelismo», afirmó.

La versión en euskara del libro, “Malkoak lur antzuan”, ha sido traducido por Miren Arratibel y se encuentra ya en imprenta, por lo que en breves días llegará a los kioscos.