Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Ana de día»

Un viaje al corazón de una noche reinventada

En esta su primera apuesta en el formato largo, Andrea Jaurrieta se embarca en un, sobre el papel, muy interesante juego de espejos distorsionados en el que la realidad se bifurca en dos sentidos muy diferentes y distorsionados por el reflejo de un anhelo en el cual se refleja la protagonista. En su esencia, lo que plantea “Ana de día” no es más que una prolongación un tanto difusa de lo que en su día ya planteó con mayor riesgo Luis Buñuel en su “Belle de jour”. En su amoralidad, el original buñueliano se mostraba muchos más audaz en sus intenciones que lo que plantea Jaurrieta ya que en esta oportunidad todo funciona en torno a la suposición del doble que suplanta nuestra identidad. De esta forma, la protagonista, encarnada por Ingrid García-Jonsson encontrará la excusa perfecta para redescubrise así misma cuando una doble la suplante en su mecánica diurna y laboral en un aburrido bufete de abogados. En cuanto el reflejo de su espejo distorsionado ocupe su lugar, “Ana de día” se transformará en “Nina de noche” y la narración optará por adentrarse en la trastienda de un Madrid nocturno cuyo epicentro será un cabaret de Malasaña que a ratos nos recuerda a aquel otro antro nocturno y alevoso que David Lynch imaginó en su “Terciopelo azul”. Mucho menos oscuro que este antro infernal y con una clientela más afable, dicho escenario tiene como misión simbolizar la necesidad de la trangresión en un modelo cotidiano que en muchas ocasiones amenaza con ahogarnos definitivamente.

Con estos mimbres, la realizadora navarra elabora un inquietante ejercicio cinematográfico sobre nuestras propias dualidades y en el que destaca sobre todo la subversión que abandera la protagonista en su empeño por no perecer en un modelo de vida que, para muchos, puede resultar perfecto y su intención saludable de subvertir su propia realidad.