Iker BIZKARGUENAGA

La clase política riojana enmienda a la totalidad la historia de su tierra

No se puede tapar el sol con un dedo ni poner puertas a un viñedo, pero los mandatarios riojanos están persuadidos de ser capaces de algo más difícil: borrar la relación de su territorio con el euskara. Les costará, pues ahí descansa el primer texto escrito en lengua vasca.

Ongi etorri”, en letras grandes y “Bienvenidos a La Rioja” con tipografía más pequeña. Ambas frases, escritas en una señal plantada en medio de un infinito viñedo. La portada del “Abc” del martes, 13 de noviembre, era la expresión gráfica de un disparate protagonizado por ese diario y propagado por toda la caverna y la clase política más reaccionaria.

La polémica había prendido la víspera. «El PSOE quiere equiparar el castellano con el euskera en el Estatuto de La Rioja», había lanzado el periódico emblema del Grupo Vocento. No tardó en secundarle, desde Almería y en plena precampaña, el presidente del PP, Pablo Casado, quien preguntó a Susana Díaz si le parecía bien «que su partido esté imponiendo el euskera en La Rioja». El partido de la presidenta andaluza es el PSOE, y obviamente no está entre sus planes imponer la lengua vasca en ninguna comunidad.

¿Por qué se revolvió entonces toda la derecha española, desde los gabinetes de comunicación hasta las redacciones? El motivo hay que buscarlo en una propuesta del PSOE riojano, que pretendía que el Estatuto de Autonomía, en fase de revisión, considerara «la lengua española y el euskera como un elemento esencial de su acervo histórico y cultural, constituyéndose, así, como lugar de encuentro de todas las lenguas españolas».

Es una frase templada, que sólo refleja el mapa histórico lingüístico de esa tierra, y lo hace además para asentar un discurso de unidad española. No se puede hallar ahí ninguna concesión a los presupuestos ideológicos del nacionalismo vasco. Pero el clima político es el que es y los representantes del españolismo carpetovetónico, viendo una oportunidad, fueron de cabeza. Así, además de Casado, el presidente de La Rioja, José Ignacio Ceniceros, también del PP, salió a declarar que el euskara «no tiene nada que ver ni con el acervo cultural ni con el sentimiento de los riojanos», mientras que «el español es una de nuestras señas de identidad y todos los riojanos estamos dentro de ese sentimiento». En parecidos términos se expresó la alcaldesa de Logroño, Cuca Gamarra, del mismo partido. Desde Madrid, el secretario general de C’s, José Manuel Villegas, dijo que la propuesta era otro ejemplo «del sanchismo arrodillándose ante el nacionalismo».

De nada sirvió que el secretario general del PSOE riojano, Francisco Ocón, intentara explicarse declarando que «en La Rioja no se habla euskera desde hace 600 años, ni se va a hablar euskera, ni se va a incluir en educación ni en ningún otro lugar», y añadiendo que su único deseo era «combatir el uso del euskera como un elemento separador, recordando lo que es, una lengua española más». Fue en balde, la derecha había olido sangre.

El primer testimonio escrito

Apenas tardó unas horas el PSOE en retirar las referencias al euskara. Lo hizo, según su líder riojano, para «no dar excusas al PP». Pero a cambio le cedió algo más importante, el control de los términos del debate. Con esa decisión, y esa cesión, el partido de Pedro Sánchez se mostró débil. «El PP conoce la verdad, pero ha montado una polémica falsa», dijo Ocón. Sí, pero lo cierto es que el euskara no aparecerá en el Estatuto riojano.

No lo hará a pesar de que, efectivamente, la lengua vasca sí forma parte importante del acervo cultural de La Rioja. Tanto, que es allí donde se encuentra el testimonio escrito no epigráfico más antiguo en euskara del que se tiene noticia. Se trata de dos breves glosas escritas en las Glosas Emilianenses, pequeñas anotaciones manuscritas a un códice en latín. Fueron escritas en varias lenguas, entre ellas el propio latín, un romance riojano prescastellano y, como ya se ha dicho, en euskara. Están datadas entre finales del siglo X y principios del XI, y fueron compuestas en el Monasterio de San Millán de la Cogolla –de ahí su nombre–, perteneciente entonces al Reino de Nafarroa. De hecho, Sancho III el Mayor fue quien ordenó construir la actual basílica de Suso que, con dos naves, adosó a unas cuevas de ermitaños. Junto a su hermana menor de Yuso constituye el complejo monástico de San Millán de la Cogolla, que ha sido catalogado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.

La aparición de esas dos frases en euskara y la abundante toponimia de la región en lengua vasca es considerada una muestra de que estas glosas debieron ser escritas en zona de contacto lingüístico vasco-románico.

Y es que el factor toponímico es aplastante. Hay muchos ejemplos: Larbea, Laturra, Aranzago, Las Urdantes, Ezkaray, Valdegastea, Balza, Hoya de Zubia, Zurruqui, Velandia, Oreca, Vizcarain, Roitegui... Qué decir de Nájera, Naiara, una de las principales urbes del Reino de Nafarroa, donde García Sánchez instaló su residencia y cuyo fuero es origen de la legislación navarra. Cómo negar la influencia vascona en el devenir riojano.

A causa de las Glosas, San Millán, y por tanto La Rioja, es considerada «cuna del castellano», aunque varios autores dicen que esos apuntes no están escritos en un castellano antiguo, sino en romance navarro-aragonés en su variedad riojana. Pero ellos insisten en ser acreedores del sobrenombre, y hacen bien en reivindicarlo. Lo que no se entiende es la negación de su vínculo con el euskara, si no es por una fobia irracional hacia esa lengua. Hay que ser obtuso para renunciar a un tesoro, o vivir en tierra de vino.