Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Entre dos aguas»

Una vida bifurcada

Asumido el reto de revivir los pasajes filmados en su pieza maestra “La leyenda del tiempo”, el siempre inquieto Isaki Lacuesta vuelve a demostrar que figura entre la selecta y muy reducida lista de autores que apuestan por no encasillarse y buscar nuevas rutas. Filmada en 2006, “La leyenda del tiempo” se reveló como un fascinante retrato humano en el que topábamos con dos hermanos adolescentes condenados a un futuro incierto y a abrise paso en la vida a dentelladas. Ahora, en este reencuentro con Cheíto e Israel topamos con dos adultos cuyas vidas se bifurcaron en dos sentidos diferentes. Mientras el primero ejerce labores de cocinero en un buque militar y se ve obligado a permanecer lejos de su familia durante prolongados periodos de tiempo, el segundo, también con familia, cumple condena en la cárcel por diversos delitos entre los que figuran el tráfico de droga. Israel también cumple otra condena adicional, no recibe visitas y parece que nadie se acuerda de él. Para dotar de armazón a su trama, Lacuesta incide en esos territorios en los que siempre se ha desenvuelto muy bien, la fusión de lo real y el documental, lo que otorga al proyecto una singular atmósfera de irrealidad muy real. Esto último puede sonar un tanto contradictorio pero en su plasmación sobre la pantalla logra su cometido de adentrarnos en unos paisajes físicos y humanos sumamente atractivos porque logra transmitir multitud de emociones que quedan subrayadas con la inclusión de diferentes pasajes que ya visionamos en la citada “la leyenda del tiempo”. “Entre dos aguas” cuenta con una poderosa carga humana que, dentro de los parámetros de la ficción –que es en sí misma el propio cine– aborda temáticas muy reconocibles dentro de la problemática social. Jamás encontraremos subrayados emocionales gratuitos porque todo transita por derroteros calmados pero dotados de una gran intensidad.