Beñat ZALDUA
&HTAB;DESCODIFICANDO A VOX (I)

Vox, algo muy español más cerca del fascismo que del populismo

Al margen de las toneladas de análisis prefabricados sobre el ascenso de Vox, el último mes ha servido también para empezar a descodificar a la formación de la extrema derecha española, que comparte rasgos con las corrientes ultras europeas pero responde sobre todo a estímulos endógenos.

El año arranca con una lluvia de análisis, encuestas y predicciones sobre Vox, la caja de pandora abierta en Andalucía hace un mes. El 2019 español estará marcado en buena medida por el auge de esta formación de extrema derecha, bendecida ya por José María Aznar y blanqueada día a día en editoriales, noticias y tertulias. El fenómeno entronca, a brocha gorda, con la amenazante dinámica continental; tanto que no faltan quienes ven en la irrupción de Vox en el Parlamento andaluz la homologación europea de la política española. Mira que había puertas para entrar en Europa y eligen la de la extrema derecha.

Pero un mes de columnas y análisis sobre el tema ha dado ya para empezar a desgranar el carácter de un partido que, aun compartiendo muchas características con la corriente ultra que atraviesa el globo, obedece en gran medida a lógicas y sinsentidos españoles. Como ya han recordado politólogos como Jordi Muñoz («Vox, un fenomen europeu?», en el diario “Ara”), los tópicos con los que se suele describir el ascenso de la extrema derecha no explican del todo el auge de Vox.

Tanto los resultados electorales como el discurso de la formación ultra confirman estas características propias y endógenas. Por ejemplo, el auge de la extrema derecha en Estados como el francés o el alemán –sobre todo en la antigua RDA– ha sido explicado como la reacción de los «perdedores de la globalización». Así, en antiguos feudos de la izquierda, eminentemente rurales o víctimas de la desindustrialización, el discurso de la extrema derecha contra la inmigración y contra las élites corruptas ha prendido. Trump también jugó esa carta. El tópico subraya que por donde crece la extrema derecha es por votantes pobres y de baja formación.

No ocurre así en Andalucía. Las regiones rurales más pobres del interior se han mantenido más o menos fieles al PSOE –que ha ganado en 612 municipios de un total de 778, no se olvide–, mientras que es en las áreas urbanas del litoral donde se ha fundamentado el triunfo de las derechas. De hecho, analizados los resultados por municipios, destaca como evidencia palmaria que, en general, el voto a Vox crece cuanto mayor es la renta per capita de la localidad.

Si tomamos los extremos, y recordando que el porcentaje de votos total de Vox en Andalucía fue del 10,97%, nos encontramos con que en el municipio más rico del territorio, Tomares (Sevilla), Vox logró el 13,29% de los votos; mientras que en el más pobre, Almáchar (Málaga), apenas llegó al 1,23%. Es una imagen simplificadora que, sin embargo, sirve de boceto general para radiografiar al votante medio de Vox como un hombre conservador sin apuros económicos. Una encuesta realizada por Metroscopia tras las elecciones presentaba al votante-tipo como un hombre de 45 años de derecha y con ingresos de 2.000 euros al mes. Por así decirlo, el votante de Vox se desvía hacia arriba de la «media europea».

De hecho, el votante-tipo de Vox es exactamente el mismo que el del PP, partido que está en disposición de gobernar por primera vez Andalucía, pero que en las elecciones del 2 de diciembre perdió más de 300.000 votos. «Claramente una derrota como oferta electoral», escribe Javier Aristu, una buena firma para seguir lo que ocurre en el sur de la península Ibérica. Cruzando el perfil del votante y el análisis de los resultados, llegamos a la conclusión que Jordi Muñoz resume en una frase: «Vox es, prácticamente a todos los efectos, una escisión electoral del PP».

Algo que explica por sí solo la facilidad con la que el PP ha asumido el pacto con la extrema derecha. ¿Cómo no van a pactar con los que han sido siempre sus votantes? Algo que, en definitiva, aleja a España de casos europeos paradigmáticos como el francés, donde todos los partidos, de izquierda a derecha, respetan el cordón sanitario contra Le Pen. Más actual todavía, Suecia lleva más de 100 días sin conseguir formar gobierno porque varios partidos de derecha se niegan a recibir el apoyo de la extrema derecha para poder formar el Ejecutivo.

Pero cuidado; que el votante-tipo de Vox no encaje, en términos generales, en el perfil habitual en Europa no significa que no pueda hacerlo en casos concretos. No es un fenómeno homogéneo y estos perfiles están haciéndose más transversales según crece su base social.

También puede haber una convergencia entre votantes habituales de la derecha y nuevos votantes atraídos por el discurso xenófobo. La prueba la constituye El Ejido, municipio conocido por los invernaderos en los que trabajan centenares de migrantes. El discurso contra la inmigración caló con éxito en esta localidad almeriense, la única de toda Andalucía en la que la extrema derecha se erigió como primera fuerza. Un aviso contra pretendidas inmunidades.

Con todo, un breve análisis del discurso de Vox nos vuelve a recordar que la extrema derecha española tiene más de neofranquista que de populista al uso europeo. La profesora de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) Eva Anduiza ha realizado un análisis del discurso difundido por la formación en anuncios, entrevistas y mítines de la campaña andaluza, y su conclusión es clara: «Incluye todos los componentes ideológicos que caracterizan a un partido de extrema derecha: nacionalismo, reacción al cambio cultural, nativismo y autoritarismo».

Por partes. Según el análisis de Anduiza, el elemento que más destaca en el discurso es «el de la unidad nacional contra el “golpe de estado” en Catalunya». La unidad de la patria como leit-motiv, un punto que conecta con tesis como las defendidas por el profesor Ignacio Sánchez-Cuenca, que sostiene que el discurso anti-inmigración –con excepciones como las de El Ejido– apenas ha tenido éxito en España porque la nación española ya tiene su enemigo interno: el secesionismo.

El catalizador de la eclosión ultraderechista es sin duda Catalunya. Defender, como insiste en hacerlo el PSOE, que la culpa de Vox la tiene el independentismo catalán no es más que poner a la víctima en el lugar del verdugo; pero desligar lo ocurrido en Catalunya de los resultados electorales andaluces, como algunos pretenden en el Principat, resulta también como mínimo sorprendente. La ecuación sirve también para Euskal Herria, donde el auge de Vox se tiende a ver como algo lejano. El peligro, desde luego, no es electoral, pero la España que emerge con el triunvirato aznariano condicionará irremediablemente la política vasca, tanto la de quienes apuestan por la independencia como la de quienes quieren encajar sus aspiraciones soberanistas en una España plurinacional. De hecho, son estos últimos los que verán su proyecto político más tocado.

El segundo gran tópico que Anduiza detecta es el «rechazo visceral al cambio cultural», cuyo principal exponente es el feminismo. «Vox habla constantemente de la criminalización de los varones que supone la ley contra la violencia de género», destaca la profesora de la UAB. Un extremo confirmado estos días, ya que el partido ha puesto como condición para el pacto de las derechas que no haya ayudas para políticas de igualdad. El nativismo, el «primero los de aquí» que acompaña a todo discurso contra la inmigración, no es sino el tercer elemento detectado por Anduiza, a cierta distancia de los anteriores. Es decir, el primer elemento discursivo de la extrema derecha europea –la migración– existe en Vox, pero ocupa un mucho más discreto tercer lugar.

Por lo demás, el análisis muestra que la economía –con medidas que se enmarcan en el neoliberalismo, como la reducción de impuestos– apenas ocupa espacio en el discurso de la formación. Algo que conecta con las dudas de Anduiza sobre la clasificación de Vox como partido populista. Dado que el palabro es complejo y se ha usado y abusado hasta desvirtuarlo, la profesora recuerda que las definiciones académicas del populismo suelen identificar cuatro características: «papel central del pueblo, anti-elitismo, maniqueísmo y primacía de la soberanía popular». En Vox solo se da con claridad la tercera: la tendencia maniquea a presentarse como la «luz» y la «verdad» frente a la «oscuridad» y la «corrupción». Del resto apenas hay rastro. No suele haber apelaciones al pueblo (se apela a España) y no hay élite identificada ni combatida.

Por contra, la investigadora sí que apunta que el discurso de Vox «hace pensar en algunas de las caracterizaciones del fascismo», como son «la primacía del grupo» (la nación española) y «la creencia de que el grupo es una víctima de sus enemigos», sean independentistas, feministas o migrantes.

Last but not least. Anduiza subraya que, junto a las convicciones ideológicas, Vox demuestra «una gran capacidad para pulsar agravios y convertirlos en resentimiento y odio». Sobre ese agravio se construye el enemigo de turno, ya sea catalán, mujer o musulmán. Un viejo fenómeno facilitado hoy por un hábil manejo de las redes sociales que, dado que esta página se acaba, abordaremos mañana.

 

El discurso de VOX, según la profesora Eva Anduiza (UAB)

Unidad nacional

El principal “leitmotiv” de la formación es la defensa de España frente al “golpe de estado” catalán. Junto a ello aparece la recuperación de un supuesto pasado glorioso, así como la propuesta de eliminar las autonomías.

Feminismo

La resistencia a los cambios culturales es determinante, en especial los relacionados con la lucha feminista, de la cual presentan como víctima al hombre.

Nativismo

Primero los de aquí. Un discurso xenófobo que criminaliza la migración. Aparece menos que en otros partidos de extrema derecha europea y cuando lo hace no es tanto como amenaza económica (nos roban el trabajo), sino como amenaza cultural.

Autoritarismo

Anduiza detecta este rasgo de la extrema derecha en un discurso bélico y épico plagado de expresiones con connotaciones militares y referencias a actos heroicos de su líder.

 

 

DESCODIFICANDO A VOX (Y II)