Nagore BELASTEGI

Teatro, de las aulas al escenario

Por hobby, como una salida profesional, para vencer miedos, para desarrollar otras cualidades... La escuela Teatrolari nació hace cinco años con la intención de enseñar técnicas teatrales a sus alumnos. Ellos deciden de qué manera quieren usarlas.

La escuela de teatro Teatrolari de Iruñea inició su andadura en 2014, poco después de que Javier Álvaro y Marta Tablado se trasladaran desde Madrid a Euskal Herria. Buscaron un local y consiguieron hacer un curso de verano con tres alumnas, una de ellas Tablado. En setiembre iniciaron un curso anual, y se apuntaron ocho personas. A partir de ahí despegaron. «Al principio solo teníamos un grupo, y luego hicimos grupos de improvisación, de iniciación, de profesionalización, en euskara, para niños, adolescentes…», explica Tablado. A toda esa oferta hay que añadirle la Formación Profesional, que comenzó el año pasado, y cursos de preparación al CAP.

También cuentan con talleres intensivos de fin de semana para quienes no pueden ir a clases regularmente. «En los intensivos por norma general la mezcla es muy variopinta; hay gente que es la primera vez hace teatro, gente que sabe muy poco, luego hay profesionales o gente que lleva mucho tiempo haciendo amateur, y se juntan todos en el mismo grupo. Para todos nuestra técnica es nueva. Casi que para la persona que no sabe nada es más fácil que se adapte que el profesional, porque viene con una mochila muy fuerte de fuera y cuando le dices que la deje en la puerta le cuesta», comenta Álvaro, que es fundador y profesor en la escuela iruindarra.

Según explican, su forma de dar clase es diferente a la mayoría de las escuelas de teatro: «¿Por dónde empiezas al montar una obra? Todo el mundo diría que los actores se tienen que saber el texto. Vamos a romper todas las normas: el actor el primer día de ensayo no se sabe el texto, lo que hace es leerse el texto y de ahí saca unas conclusiones. No hace falta saber más. Si yo lo que hago es estudiar el texto y aprenderlo de memoria, cuando empiezo a actuar estoy pensando en qué digo, no en qué hago». Su máxima es que el 80% de la información que recibimos entra por los ojos. Sin embargo, estamos acostumbrados a un teatro en el que lo importante es el texto, que lo que dice el actor suene a verdad. Por eso, cuando van actores con experiencia a la escuela y les dicen que cambie de técnica les cuesta. «Yo les digo que si tú estás haciendo algo, tu cuerpo te dice cómo lo vas a decir. La diferencia es trabajar desde el cuerpo, no desde el texto», comenta el profesor.

Tampoco les gusta trabajar con las emociones, a pesar de que la técnica emocional es la que usan en el 90% de las escuelas porque «es fácil y efectiva». Esta consiste en tomar los recuerdos para recrear una emoción. Por ejemplo, si el personaje tiene que estar triste, el actor debe recurrir a un recuerdo triste. Lo que pasa es que se pondrá triste de verdad, en lugar de simular estarlo, y llega un momento en que «el recuerdo se gasta» y deja de funcionar. En Teatrolari prefieren la técnica de la imaginación con la que crean situaciones que no existían anteriormente, «entrando en el aspecto artístico». «Todo el mundo sabe cómo actúa una persona enfadada, no hace falta enfadarse para mostrarlo. Puedes crear ese enfado», asegura Tablado.

Según dicen los responsables del centro formativo, muchos directores se frustran porque no consiguen que los actores hagan lo que ellos quieren, pero eso es muy difícil. «Generalmente, si tú le das algo a un actor, lo que te devuelve es mejor. Para que los alumnos entiendan esto les hago un ejercicio. Les doy una silla y les digo que imaginen todo lo que pueden hacer con ella. La cogen, le dan vueltas, la tumban, la suben… la silla puede ser un montón de cosas. Si yo me pongo aquí mirando e imaginando lo que puede ser la silla se me van a ocurrir menos cosas que si juego con ella. Así que, como director, ¿cómo puedo pensar que tengo más autoridad para crear que la persona que está ensayando todos los días?», opinan.

Objetivo: aprender y divertirse

En cuanto a la Formación Profesional mencionada anteriormente, son clases de lunes a jueves en las que estudian asignaturas adaptadas a sus preferencias. Desde Teatrolari realizan una recomendación a los alumnos en base a lo que quieren conseguir. Son tres cursos pero eso no significa que todos vayan a terminar su formación en tres años pues no todos superan las resistencias que tienen. «Actuar es quitarte las resistencias de la vida. Siempre nos dicen ‘no puedes hacer’, y en el teatro es ‘puedo hacer’. Y además hay que aprender la técnica y meterla en el cuerpo. Cualquier persona puede hacer teatro. El que quiere ser arquitecto no lo será porque le toquen con una varita, sino que va a ir a una formación y cuando termine será capaz de hacerlo. Hay gente que efectivamente nuestra formación profesional la termina en tres años, o hay gente que en cuatro o cinco», asegura Álvaro. Opcionalmente, hay un cuarto curso de «compañía», que serían como unas prácticas en las que se les da la oportunidad de crear una obra de teatro.

Esto está relacionado con otra característica de Teatrolari, y es que el objetivo no es realizar una muestra cada fin de curso. Es opcional, porque entienden que hay alumnos a los que les hace ilusión, pero personalmente opinan que preparar una muestra perjudica al aprendizaje. «Cuando un alumno quiere mostrar deja de experimentar. Si algo queda bien, ya no quieres probar más, y si no pruebas no arriesgas, y si no arriesgas, el arte no avanza. Sí se les da tiempo y espacio en la escuela, si quieren, para que puedan preparar su propio espectáculo», expresa Álvaro. A su vez, Tablado asegura que la no obligatoriedad de la muestra final es un «gran alivio» para algunos alumnos pues «pueden aprender y divertirse sin esa presión».

En cuanto a sus proyectos personales, nos cuentan que han creado su propia obra de teatro llamada “La gata, el elefante y el mar”. Cuando Tablado se formó en Teatrolari trabajó en una escena basada en un cuento de Ernest Hemingway, “Colinas como elefantes blancos”. A partir de ahí empezó a interesarse en sus relatos. «Tenemos grandes prejuicios de este autor porque todo el mundo lo asocia a un personaje machista. Tal vez lo fue en algún momento de su vida, pero en el momento de escribir estos cuentos está claro que no. Se plantea los roles de género, cuestiona el heteropatriarcado y la identidad sexual. Unimos los tres cuentos con un hilo conductor con tres momentos diferentes de una pareja. Todo ello lleva a una situación en la que la mujer debe decidir qué va hacer», explica Tablado, quien dirige la obra mientras Álvaro coprotagoniza la historia junto a Ventura Ruiz.