Isidro ESNAOLA

LOS DEMÓCRATAS ENCIENDEN EL DEBATE FISCAL EN EEUU

El continuo aumento de la desigualdad en la distribución de la riqueza y la emergencia de nuevas figuras en el Partido Demócrata han provocado una avalancha de propuestas fiscales. A pesar de ser un debate un tanto académico, es seguido por la ciudadanía.

La acumulación de riqueza en manos de los más ricos es una tendencia que se observa en todos los países del mundo, pero donde está cada vez más presente es en la política estadounidense. Todas las estadísticas sobre reparto de la riqueza muestran que en Estados Unidos el ingreso medio por persona se ha duplicado en los últimos 40 años, aunque en realidad este crecimiento no se ha repartido entre todas, sino que ha ido a parar a las personas más ricas. David Leonthart, en un artículo publicado en “The New York Times”, puso las cifras: una familia de clase media, después de impuestos y prestaciones, debería ganar anualmente 15.000 dólares más que hace 40 años y no unos pocos dólares como en realidad ocurre. Señala agudamente que el hecho de que las familias de clase media no cobren esa cantidad es como si estuvieran entregando a los ricos un cheque anual de 15.000 dólares.

La concentración del ingreso tiene múltiples causas: tecnológicas, que condensan el valor en determinadas fases de la producción; económicas, por la ausencia de competencia en un mercado dominado por oligopolios; políticas, por las fuertes presiones de los poderosos y la paralela pérdida de poder de los sindicatos; pero también, y no menos importantes, por las políticas fiscales que han reducido los impuestos a los ricos.

Y las medidas adoptadas por Donald Trump no han hecho más que ahondar esa rebaja fiscal. La evidencia de que los frutos del crecimiento económico se distribuyen pero solamente hacia arriba, hacia los más ricos, ha encendido el debate fiscal, especialmente entre los demócratas.

Propuestas a debate

Aunque este debate tiene un importante sesgo académico, una amplia mayoría de la ciudadanía está de acuerdo con la idea principal: los ricos y las empresas deben pagar impuestos más elevados para que haya más financiación para educación o sanidad. Más que el éxito ajeno, molesta la injusticia de no recibir la parte correspondiente del crecimiento del ingreso nacional. Y, por tanto, las propuestas para revertir la acumulación de riqueza hacia la cúspide tienen recorrido.

Muchas han sido las ideas que se han lanzado. Por ejemplo, la senadora demócrata por Massachusetts, Elizabeth Warren, ha propuesto un impuesto sobre la riqueza que sea del 2% o del 3% anual para las grandes fortunas. Apoyando esta propuesta, Noah Smith ha escrito en Bloomberg que en realidad este impuesto ya existe para la clase media: es el equivalente al IBI (impuesto sobre bienes inmuebles) que pagan anualmente los propietarios de una casa, que suele ser el bien más importante en el patrimonio de una gran mayoría de familias. Si ellas pueden pagar un impuesto sobre su principal patrimonio, también podrán hacerlo los más pudientes.

Otra de las propuestas ha sido lanzada por el senador demócrata por Vermont, Bernie Sanders, que aboga por aumentar de forma sustancial los impuestos sobre las sucesiones. Ese mismo impuesto que la derecha quiere eliminar en el Estado español y que los liberales norteamericanos, cuyo más conocido representante sea quizás el multimillonario Warren Buffett, consideran necesario mantener para asegurar la igualdad de oportunidades. Argumentan que sirve para garantizar el ideal liberal de que el éxito se base en el esfuerzo personal y no en la riqueza recibida sin esfuerzo por herencia.

Tipo máximo del 70% en la renta

Pero la propuesta que, quizás, mayor revuelo ha levantado ha sido la de la joven congresista demócrata por Nueva York Alexandria Ocasio-Cortez, que propuso elevar la tasa marginal en el impuesto sobre la renta hasta el 70% a aquellos ingresos que superen los 10 millones de dólares. La recaudación extra se dedicaría –según su propuesta– a un nuevo New Deal verde, un ambicioso programa de inversiones para descarbonizar la economía para el año 2030.

La primera critica ha sido que es inviable y que no ha existido semejante tasa en ningún país. Lo cierto es que en Estados Unidos entre 1920 y 1980 la tasa máxima estuvo por encima del 70% y en algunos momentos, como durante el mandato del presidente Dwight D. Eisenhower (1953-1961), alcanzó el 91%. Y no fue el único país. Por ejemplo, la ley del IRPF aprobada en 1978 en el Estado español contemplaba un tipo máximo de 65,51% para las rentas por encima de 58.900 euros. Ejemplos que muestran que lo que en realidad se ha perdido es terreno en el debate político e ideológico.

En defensa de Ocasio-Cortez se ha posicionado, por ejemplo, el premio nobel Paul Krugman, que ha argumentado que no es una propuesta socialista radical, sino una idea con fuertes resonancias económicas que desde un punto de vista histórico se puede considerar incluso moderada. Y es que nadie ha demostrado que un incremento de los impuestos a los ricos frene el crecimiento económico.

Otros, como Mark Mazur, de Tax Policy Center, ha calculado la repercusión de la medida, que daría unos 720.000 millones extra en los próximos diez años afectando a apenas el 0,05% de la población, unas 16.000 familias. Posiblemente, la recaudación sería menor porque cambiaría el comportamiento de los multimillonarios.

La propuesta de la congresista Ocasio-Cortez es discutible, pero lo cierto es que ha servido para que se plantee no solo el debate sobre la progresividad del sistema fiscal, sino también sobre el papel de los diferentes instrumentos de política económica para luchar contra la desigualdad.