EDITORIALA
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El fuego prende en la pobreza y la precariedad

Una persona murió y dos resultaron heridas ayer en Donostia a consecuencia de un incendio que se declaró de madrugada en la fábrica en la que pernoctaban. Una tragedia que con implacable y fatal precisión se viene repitiendo en nuestro país: hace dos años el fuego prendió en otra fábrica de Andoain, donde murió una persona, y meses más tarde ardió una vivienda en el bilbaino barrio de Zorrotza en el que murieron cuatro personas: dos jóvenes y sus dos hijos.

Esta trágica reiteración es abonada por un contexto social cada vez más marcado por la pobreza. Diversos estudios coinciden en relacionar el número de incendios con la falta de ingresos, la antigüedad y el reducido tamaño de la vivienda, la falta de infraestructuras sociales o desempleo; en definitiva, con unas condiciones de vida precarias. La desigualdad, acrecentada por la profunda crisis económica y las políticas de recortes sociales, está empujando a un número de personas en constante aumento a una vida en los márgenes de la sociedad, lo que a su vez crea las condiciones para que desgracias de estas características se repitan periódicamente. Que esto ocurra además en la ciudad más cara de Euskal Herria, aquella que cuenta con miles de pisos vacíos y con amplias infraestructuras turísticas, debería encender todas las alarmas sobre el modelo de sociedad dual que se está consolidando en nuestro país, donde la pobreza asoma por doquier como contrapunto a una opulencia creciente.

Por desgracia, solamente cuando ocurren desastres de esta naturaleza sale a la luz esa realidad de desigualdad y precariedad de la que habitualmente no se habla, pero que cada vez más marca el perfil de la comunidad vasca. Si realmente estamos por construir una sociedad más justa, cohesionada y segura convendría dar cauce a una reflexión que ayude a dar visibilidad a esta realidad y a planificar e implementar una respuesta a la altura del reto.