Jaime IGLESIAS
MADRID
Interview
MIA HANSEN-LØVE
DIRECTORA

«Cuando ruedo trato de que la vida entre en mis películas»

Nacida en París en 1981, debutó como actriz a las órdenes de Olivier Assayas con tan solo 18 años. Pronto abandonó la interpretación para iniciarse como realizadora. Entre sus largometrajes destacan títulos como «Un amour de jeneusse», «Eden» (con el que compitió en Zinemaldia) o «El porvernir», protagonizado por Isabelle Huppert. Hoy llega a los cines «Maya», su última realización.

En “Maya”, la cineasta francesa prolonga esos procesos de búsqueda que han definido sus trabajos anteriores. Un reportero de guerra, recién liberado tras permanecer durante meses secuestrado en Siria por los islamistas, intenta redefinir su propia vida acudiendo a la India. Allí conocerá a una joven cuyos deseos darán un nuevo sentido a su existencia.

 

Los protagonistas de casi todas sus películas son personas que se están buscando a sí mismas, ¿qué es lo que le atrae de este tipo de perfiles?

Es algo difícil de explicar. En realidad, yo soy la primera que cuando ruedo una película me sumerjo en un proceso de búsqueda. Hay muchos cineastas cuyos largometrajes responden al interés que les suscitan determinadas temáticas, pero ese no es mi caso, yo no funciono así. En mi caso el tema se va imponiendo sin que yo lo decida de antemano y eso hace que mis historias estén imbuidas de un cierto aire existencialista y que mis personajes reflejen esas incertidumbres, ellos siempre andan a la búsqueda de algo sin saber muy bien de qué se trata.

¿Cuando rueda una película usted también experimenta una transformación?

Sí, pero no es algo premeditado por mi parte y pienso que a los protagonistas de mis películas les ocurre algo parecido. A mí no me interesa guiar al espectador por ese viaje interior que experimentan mis personajes ni evidenciar dicha evolución. Se trata más bien de un proceso invisible que subyace en cada una de sus acciones.

 

¿Diría que en dichas búsquedas hay un componente espiritual? En «Maya» hay una frase de Gabriel donde él dice «no soy creyente, aunque me gustaría» que, en cierto modo, conecta a este personaje con el que interpretaba Isabelle Huppert en «El porvenir».

Claro, cuando antes hablaba del viaje interior que viven mis personajes estaba refiriéndome justamente a eso, al proceso de transformación espiritual que se produce en ellos. Además, tanto Gabriel, en esta película, como el personaje que interpretaba Isabelle Huppert en mi anterior largometraje, son dos personas ateas. Si eres ateo se supone que te tienes que buscar tú las respuestas mientras que si eres creyente dichas respuestas te las proporciona tu propia fe. A mí, como directora, no me interesa andar ofreciendo respuestas al espectador, porque yo tampoco las tengo, si hago cine es justamente para encontrarlas. 

 

Antes ha dicho que los temas de sus películas se van imponiendo sin que usted los decida de antemano. En el caso de «Maya» ¿cómo fue ese proceso? Porque lo cierto es que se trata de una película que transita por diversos escenarios donde se tratan múltiples temas.

El hecho de afrontar el cine como un proceso de búsqueda no quiere decir que en mi trabajo haya improvisación. Entre otras cosas porque, pese a haber tenido un éxito relativo con mis anteriores trabajos, encontrar financiación para mis películas es algo que me resulta cada vez más difícil. Por eso mismo no puedo presentarme ante los productores con una inspiración, necesito ofrecerles un guion sólido con una historia definida. Pero el guion únicamente es el punto de partida, la estructura que sostiene la labor de puesta en escena. De una manera consciente, aquí resolví partir de una situación muy cruda y muy apegada a la actualidad, como es la de los reporteros de guerra, para poder escaparme luego hacia lo desconocido más fácilmente. Cuando ruedo trato de que la vida entre en mis películas y para eso es importante no mostrarse inflexible, estar abierta a las múltiples posibilidades que ofrece el trabajo con los actores o las propias localizaciones en las que ruedas. En el caso de “Maya” es la India, y más concretamente Goa, las que insuflan esa vida a la película. 

 

En ese deseo de que la vida real se cuele en sus películas resulta admirable su capacidad para filmar los tiempos muertos. ¿Esos momentos de aparente inacción le sirven para explicar mejor a sus personajes?

Hay largometrajes que intentan dar la sensación de cine y otros que buscan transmitir la emoción de la vida, yo lo que intento, justamente, es esto último. No me interesa que el espectador salga de ver mis películas embelesado pensando ‘¡Guau, esto es cine!’, prefiero que se identifiquen con lo que estoy narrando. Yo intento filmar como vivo y en mi vida, como en la de cualquier otra persona, también hay tiempos muertos, no estoy siempre de acá para allá haciendo cosas. Dicho esto, no soy tan ingenua o tan arrogante como para pensar que mis películas son retazos de realidad, obviamente se trata de ficciones, de representaciones, pero a la hora de construirlas intento evitar esos efectos a los que, tradicionalmente, ha acudido el cine para reforzar la idea de representación como el uso de una música invasiva.

 

¿Diría que ese empeño por captar la vida constituye, en su caso, una marca de estilo?

No lo sé, sinceramente. No tengo muy claro cuál es mi estilo. Ni siquiera sé si lo tengo. En caso de poseerlo es algo que he ido definiendo de una manera espontánea porque yo nunca fui a ninguna escuela de cine. Como tal, carezco de una base teórica desde la que definir mis búsquedas como cineasta. Solo sé que cuando presento un guion, el comentario más recurrente que suelo escuchar es: ‘esto no se parece a ningún otro guion que hayamos leído’. Supongo que eso se debe a que cuando escribo una historia no me ajusto a un modelo determinado, simplemente porque ignoro la existencia de un canon. 

 

Antes ha comentado que cada vez encuentra más dificultades de cara a encontrar financiación para su cine ¿esto desmentiría el presunto incremento de las oportunidades que tienen actualmente las mujeres para hacer cine, tal y como se proclama desde algunos sectores?

Si tengo que hablar por mí, yo nunca he encontrado dificultades para rodar por el hecho de ser mujer, sí que las que he tenido de cara a hacer el tipo de películas que me interesan, un cine que intenta aportar una visión personal más allá de los temas o de los asuntos que interesan a la industria. Si te mueves en los márgenes de la misma, entonces surgen las dificultades porque esos márgenes son cada vez más estrechos. Las mujeres tendríamos que luchar para que nos dejen hacer el tipo de cine que queremos. Esa es la verdadera libertad. De nada sirve que cada vez haya más mujeres dirigiendo si al final lo que se hace es el tipo de películas que la industria dictamina que deben hacerse.

 

¿Qué futuro le aguarda al cine de autor en un momento, como el actual, en el que la industria cinematográfica se encuentra inmersa en un proceso de transformación?

Un futuro difícil y eso que en Francia todavía se apuesta por el cine de autor, pero por un cine de autor muy concreto ligado a ciertas temáticas. Yo estoy harta de presentar proyectos y que me digan: ‘Su guion está muy bien, pero no habla de nada importante ¿por qué no habla de inmigración, de prostitución o de desempleo? ¿porqué no le interesa un cine que sea útil?’. Y ese adjetivo me repatea especialmente. ¿Por qué se supone que el cine para ser interesante tiene que servir a algún fin o a alguna causa? Cuando vas a una galería de arte y admiras las obras que allí se exponen te podrán gustar más o menos pero no se te ocurre cuestionar su utilidad ¿no? Pues con el cine tendría que pasar lo mismo porque, además, el arte no debe ser útil sino irreverente, que es algo muy distinto. Hoy en día, casi todo el cine de autor que se hace está obligado a abordar determinadas coyunturas políticas y sociales ofreciendo al público una serie de respuestas muy concretas sobre las mismas. Es un cine que busca adoctrinar al espectador y cuando sales de la sala tienes la sensación de haber asistido a una clase de catequesis. Si te rebelas contra esa idea, si lo que pretendes es rodar una película que defienda un punto de vista personal sin acudir a ningún tipo de coartada moral, lo tienes más difícil.