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vladivostok

Kim y Putin logran lo suyo y elevan la presión sobre Trump

Más allá de los escasos logros de la primera cumbre entre los líderes norcoreano y ruso, su sola celebración es un triunfo para Kim Jong-un en su pulso con Washington. Por su parte, Vladimir Putin logra su objetivo: reivindicar el papel de Rusia como mediadora ante EEUU para la resolución de la crisis en su vecina península coreana.

Como pasa habitualmente en el formato de las cumbres, poco ha trascendido del intercambio entre Kim Jong-un y Vladimir Putin, más allá de elogios recíprocos y, en el caso del inquilino del Kremlin, de la reiteración de la fórmula de «garantías de seguridad» a Pyongyang a cambio de una «completa desnuclearización», que Rusia desea como EEUU. Kim se va con el objetivo que fue a buscar a Vladivostok en su tren blindado: el estrechar de manos con Putin ante las cámaras de todo el mundo.

La cita era el primer encuentro del líder norcoreano con un jefe de Estado desde el fiasco de la segunda cumbre con el presidente de EEUU, Donald Trump, en febrero en Hanoi.

A nadie se le escapa que la estrategia actual de Pyongyang pasa por dejar atrás su demonización y su mala imagen. Sus seis primeros años de aislamiento tras llegar al poder en 2011 son solo un recuerdo. Desde marzo de 2018, Kim se ha reunido cuatro veces con el presidente chino, Xi Jinping, tres con el presidente surcoreano. Moon Jae-in, dos con Trump y una con el presidente vietnamita, Nguyen Phu Trong, y con el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong.

El papel de Rusia

Que a Kim le interesaba sobre todo la foto (la «diplomacia de los selfies») lo evidencia el hecho de que su delegación dejara en casa a los responsables de dossieres económicos tan caros para Moscú como el proyecto de oleoducto o de la red eléctrica.

Pero eso no quiere decir que Rusia no haya logrado su objetivo. Con su apoyo explícito a Kim y sus elogios a un interlocutor interesante, Putin reivindica el papel de Rusia. Y lo hace pidiendo a EEUU que actúe gradualmente sin ultimátumes y demandas unilaterales. Apeló para ello al «derecho internacional» frente a experiencias pasadas como el derrocamiento y ajusticiamiento de los líderes iraquí y libio, Saddam Hussein y Muamar Gadafi, tras los que los Kim concluyeron que «las armas nucleares eran la mejor garantía de supervivencia».

A su vez, el inquilino del Kremlin se presenta como intermediario ante EEUU para el arreglo de una crisis nuclear sobre cuyo arreglo asegura que coinciden en gran medida. Putin recordó que el propio Kim le habría pedido que informe a EEUU de sus posiciones, «sin secretismos ni conspiraciones».

Mientras Putin se reivindica, Kim logra superar su dependencia casi exclusiva respecto a Pekín y logra el apoyo de Moscú en pleno impasse con Washington. Los dos, contentos.

Unas relaciones bilaterales forjadas en la era soviética

En 1948, Kim Il-sung, dirigente de la resistencia contra el imperialismo japonés, fue promocionado por el entonces líder soviético, Iosif Stalin, para liderar la República Popular de Democrática Corea (RPDC), rival del régimen capitalista instaurado en el Sur por EEUU. La URSS, junto con la recién creada República Popular China –fundada en 1949 por Mao Zedong–, apoyó a la RPDC en la guerra contra Corea del Sur (1950-1953) con armas, ayuda y petróleo a buen precio.

En 1961, Pyongyang y Moscú firman un tratado de amistad, asistencia mutua y cooperación por el que la URSS se compromete a defender a su aliado en caso de ataque. Kim Il-sung viajará a Moscú en 1984 y en 1986.

Las relaciones bilaterales se congelan en plena disolución de la URSS. En setiembre de 1990, Moscú establece relaciones con Seúl. China se convierte en el único sostén de Pyongyang y su gran socio comercial, insuflando aire a la crítica situación económica –sequía, hambruna...– norcoreana.

Las relaciones de Rusia con Corea del Norte son relanzadas por Vladimir Putin tras su llegada al poder en 1999. En febrero de 2000, ambos países firman un tratado de amistad y el nuevo inquilino del Kremlin se convierte en julio en el primer dirigente ruso en visitar el país. Kim Jong-il –que sucedió a su padre tras su muerte, en 1994– devolverá visita a Moscú en 2001 y 2002.

En 2003, en plena crisis nuclear en la península coreana, Rusia participa por primera vez en negociaciones multilaterales. Kim Jong-il visitará por última vez Rusia en agosto de 2011, cuatro meses antes de su muerte.

En 2014, Moscú anula el 90% de la deuda de Corea del Norte, todo un gesto hacia el nuevo líder de la dinastía norcoreana, Kim Jong-un, nieto de Kim Il-sung. Sin embargo, en mayo de 2015, Kim rehúsa aceptar una invitación a Moscú para participar en los festejos de 70 aniversario de la victoria sobre la Alemania nazi.

En abril de 2018, en pleno deshielo de la crisis, la Rusia de Putin exige a la comunidad internacional que ofrezca «garantías firmes» a Pyongyang a cambio de su desnuclearización.

Un mes después, el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, de visita oficial a Pyongyang, vuelve a invitar a Kim a visitar Rusia en nombre de Putin. Lo consigue. Ayer. GARA