Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Pokémon: Detective Pikachu»

Elemental, querida criatura

Teniendo presente que en la mayoría de los casos las producciones cinematográficas que se inspiran en videojuegos nunca suelen salir especialmente beneficiadas, “Detective Pikachu” figura con merecimiento entre las escasas excepciones que incumplen esta máxima. Con ello tampoco quiero decir que se trate de una producción sobresaliente, sino más bien que se trata de un filme que nunca pretende ir más allá de sus pretensiones y que cumple en gran medida con lo que se espera de ella, entretenimiento. El principal responsable de que este acercamiento al imaginario Pokémon funcione es su director, un Rob Letterman que ya demostró su pericia artesanal a la hora de adaptar a la gran pantalla la franquicia literaria del escritor de R. L. Stine, condensada en la más que aceptable “Pesadillas” (2015). Esta descarada operación comercial inspirada en el fenómeno reactivado de Pokemon Go! también incluye detalles interesantes sobre todo relativos a la escenografía en la que se desarrolla la historia, una gigantesca urbe en la que las entrañables criaturas y los humanos conviven pacíficamente pero que en su trastienda, alberga sendos combates clandestinos.

La cuidada puesta en escena, el diseño de los personajes y un espectáculo visual que intenta equilibrar en la medida de lo posible la técnica artesanal, son los hilos que mueven esta función familiar gobernada por la pequeña criatura amarilla ataviada con la emblemática gorra de Sherlock Holmes y que en su versión original cuenta con la voz y la captura de movimientos faciales de un Ryan Reynolds mucho menos gamberro que en “Deadpool”. En relación a ello, tanto los diseñadores como Reynolds han aportado una interesante personalidad a la criatura parlanchina y amnésica que ayudará a su joven compañero, interpretado por Justice Smith, a dar con el paradero de su padre en su ruta por una ciudad de neón.