Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «Sombra»

El wuxia se viste de mujer

Zhang Yimou se está reivindicando, con su cada más extensa hoja de servicios, como un cineasta superviviente. Como un director pura raza que, cuando se le da por muerto, se reinventa y nos recuerda que su talento es incontenible, indomable... y que se puede adaptar perfectamente a los caprichosos y cambiantes vientos de ese mundo empeñado en oficiar su funeral.

Para muestra, “Sombra”, nueva incursión de este veterano en el género de las artes marciales. Diecisiete años han pasado ya desde el estreno de “Hero”, precioso hito que llevó al «wuxia» a conquistar cumbres estéticas hasta entonces jamás soñadas. Para aquella ocasión, el artista llegó a hacer un casting de hojas de árbol, clasificando a miles de ellas según tamaño, color y forma. Ante tal espectáculo, nuestros ojos casi terminaron echando espuma.

Pues bien, ahora la jugada se depura a través de un –finísimo– estilismo que parece beber directamente de otra delicatessen del cine de acción oriental: “The Grandmaster”, de Wong Kar-Wai. Aquella paleta infinita de colores, lucida en el año 2002, se remplaza pues por un blanco y negro que nos remite al exquisito arte clásico de las litografías chinas.

Así se dibuja este deslumbrante juego de sombras: a través de un sinfín de claroscuros. El cromatismo como clave para entender el mundo: el yin y el yang chocan frontalmente, y cuando parece que van a despedazarse el uno al otro, descubrimos que en realidad están danzando en conmovedora armonía. Por obra y gracia del arrollador poder visual Zhang Yimou, el director al que no se podía dar por muerto. El hombre que, para mayor gloria, pide más espacio para la mujer. Las absurdas guerras de ellos solo pueden ser resueltas por la destreza, la mentalidad y la sensibilidad de ellas. Un momento histórico: aquel en el que el wuxia de prestigio aprendió a vestirse en femenino.