Iratxe FRESNEDA
Docente e investigadora audiovisual

(In)sumisión cinéfila

Fue el director Yves Allégret quien le dio un consejo que Alain Delon dice haber seguido durante toda su carrera: «Me dijo: Quiero que mires como tú miras, que te muevas como te mueves, que hables como hablas, que escuches como escuchas. Sé tú, no actúes». Alain Delon ha recibido, de la mano de su hija, la Palma de Oro honorífica por toda su carrera, mientras al menos dos organizaciones exigían al Festival de Cannes que no le fuera concedida debido a su carácter misógino, racista y homófobo.

Partidario de la pena de muerte, confiesa haber dado alguna bofetada a alguna mujer y simpatiza con las ideas de Jean-Marie Le Pen. Pero, ironizando, Thierry Fremaux salía del entuerto: «No le vamos a dar un Nobel de la paz». La primera película de Delon fue “Quand la femme s’en mêle”, más tarde llegarían títulos como “Rocco y sus hermanos” (1960), “El eclipse” (1962) o “El gatopardo” (1963), de Luchino Visconti, algunas de sus películas más celebradas.

Las otras historias del cine que vamos viendo estos días, difícil carrera realizarán en taquilla. La primera es “Liberté”, del realizador Albert Serra. Serra, habitual del Festival de Cannes, no busca la condescendencia ni de la crítica ni del público, pero al mismo tiempo espera provocarles de un modo u otro. En su último trabajo, el realizador catalán parte de la instalación que realizó para el Reina Sofía, “Personalien”. La historia transcurre durante una noche en un bosque europeo, en el siglo XVIII, donde los ilustrados expulsados de la corte de Luis XVI se dedican a practicar y ver sexo, además de verbalizarlo. Lluvias doradas, penes flácidos, azotes, cuerpos tullidos e imperfectos… Eso sí, todas las mujeres son jóvenes y bellas. Desde una plástica extraordinaria, su talento para atrapar imágenes sublimes es innegable a pesar de que, a diferencia de su anterior “La muerte de Luis XIV”, en esta no logra ir más allá de la provocación. En “Liberté” la mirada del espectador voyeur se cruza con la de los libertinos que buscan placer mirando y ese juego de miradas camufladas y animales, retrata un universo tan fascinante como vacuo. Algo que no sucede en “Hidden Life” de Terrence Malick, donde lo registrado nos lleva más allá de la representación perfeccionista y nos hace avanzar, disfrutar y sentir junto a los personajes de esta historia de amor e insumisión. Imágenes espectaculares que desbordan belleza y delicadeza nos cuentan la historia de un soldado austriaco que se negó a luchar en la Segunda Guerra Mundial y llevó sus convicciones hasta las últimas consecuencias. Impactante y preciosa, Malick vuelve a demostrar que es posible seguir haciendo cine fuera de las narrativas convencionales.