Iker BIZKARGUENAGA

AMURRIO: ENTRE LA RABIA Y EL ESTUPOR ASOMA LA ESPERANZA

Tres vecinos presos y una familia abertzale atacada con un arma de fuego en su domicilio. Durante esta legislatura Amurrio ha sido, muy a su pesar, escenario de acontecimientos que han sacudido a sus habitantes pero que también han logrado sacar lo mejor de ellos.

Los últimos años han sido convulsos en Amurrio, una tranquila localidad de Aiaraldea que sin nadie quererlo –nadie del pueblo, se entiende– se ha visto engullida por una espiral represiva que se ha saldado con el encarcelamiento de tres de sus vecinos: Alfredo Remírez, Julen Ibarrola y Galder Barbado. Este último fue detenido en febrero pasado junto al gasteiztarra Aitor Zelaia, porque al parecer sus huellas habrían aparecido en un bidón con material pirotécnico hallado un año antes. «Algunos nos quieren mantener encadenados al pasado manteniendo vivo el conflicto, cuando este pueblo quiere mirar hacia adelante», criticó Sortu en aquel momento.

Precisamente, la operación que se saldó con la detención de ambos jóvenes por parte de la Ertzaintza se produjo sólo tres días antes de que quedara en libertad Ibarrola, que fue condenado a un año de cárcel por una pintada hecha con rotulador años antes. Julen ingresó en prisión en febrero de 2018, tras recibir la solidaridad de sus convecinos, que ya estaban curados de espanto tras lo ocurrido con Alfredo Remírez, el primer usuario de Twitter detenido en la “Operación Araña” que fue encarcelado.

La condena por los tuits por los que Alfredo había sido detenido en 2015 fue esgrimida por la Audiencia Nacional para reactivar una pena que pesaba en su contra desde 2009 por haber mostrado la figura de un preso durante el txupinazo de las fiestas en 2005. La campaña «AlFREEdo» tuvo enorme eco no sólo en Euskal Herria sino también en el Estado, pero en noviembre de 2017, y tras recibir el apoyo de muchísima gente en un emotivo acto, ingresó en la cárcel de Basauri. Tras pasar por Daroca y Zaballa, quedó en libertad doce meses más tarde.

«Una tensión permanente»

De este modo, Amurrio ha visto como en apenas año y medio tres vecinos han sido encarcelados por las razones más peregrinas, en una cadencia sólo entendible desde una lógica de venganza por parte del Estado. «Prácticamente han ido uno detrás del otro, creando una sensación de tensión permanente», explica a GARA Iker Roiz, un vecino que ha estado implicado en las movilizaciones de respuesta. Añade que «es sospechoso que por ejemplo a Galder le detuvieran pocos días antes de que saliera su amigo Julen. La ciudadanía no ha percibido este hecho como producto de la casualidad, sino como un ensañamiento con olor a venganza».

Roiz señala que «las tres personas afectadas por esta embestida represiva son conocidísimas en Amurrio, son personas que han desarrollado actividad social y militante visible». Y es que, como expone, «Amurrio es un pueblo relativamente pequeño donde todas las familias son conocidas. Por eso mismo la respuesta social no ha sido únicamente la protesta, sino que también se han tejido redes en torno a cada uno de los afectados. La gente salió a la calle a protestar y a su vez a apoyar a las familias. Ha sido una lección de solidaridad ver a la gente del pueblo acompañar a los allegados en estos años. Cuando vemos las fotos y vídeos de cada una de las movilizaciones no nos creemos que miles de personas saliesen a la calle a protestar, o cogieran una cacerola para hacer ruido. Hay que estar orgullosos de la fuerza de estas movilizaciones, tanto cualitativa como cuantitativamente».

Pero por si todo esto fuera poco, en enero, semanas antes de la detención de Galder y Aitor, la vivienda de una familia abertzale de esa misma localidad recibió el impacto de un balazo disparado con una pistola. El proyectil entró por una ventana de la cocina y pasó muy cerca de un miembro de la familia. «Se trata de otra familia conocidísima del municipio», indica Roiz, denunciando que fueron «atacados impunemente».

No tardó en conocerse la identidad del autor del ataque, un expolicía español de 74 años de edad. Pero sí se demoró mucho su arresto, cuatro días después del disparo, a pesar de la gravedad de lo ocurrido. Un hecho sorpresivo, como lo fue que quedara en libertad de forma casi inmediata a pesar de que en su casa fueron halladas treinta armas cortas y largas, la mayoría inutilizadas o en mal estado, además de munición y proyectiles. «La justicia y el sistema se retuercen, esta vez para librar al acusado», censura Roiz, que se pregunta «¿qué hubiera pasado si el disparo hubiera sido desde la vivienda de estos activistas hacia la casa de un policía? Esa pregunta, dice, es la que se hacían muchas personas tras el ataque. «Aquello fue una barbaridad que se sumó a todo lo que ya estaba sucediendo», opina.

Las instituciones le quitan hierro

Tanto la agresión como la insólita respuesta fueron denunciadas por cientos de amurrioarras, que arroparon a los integrantes de la familia Azkarraga Isasi. Estos dejaron claro que nadie iba a conseguir expulsarles de «la casa de nuestros antepasados» ni hacerles cambiar sus ideas. La izquierda abertzale alertó de que no se trataba de un caso aislado, como sí valoró la alcaldesa de Amurrio, la jeltzale Josune Irabien. En general, la respuesta institucional fue contemporizadora, restando importancia al ataque pese a que pudo tener consecuencias fatales.

A juicio de Roiz, «excepto honrosas excepciones e iniciativas institucionales de manos de la izquierda independentista, los responsables políticos locales no han estado a la altura de las circustancias en ningno de los casos». «Un responsable político tiene la obligación de defender a su ciudadanía y trabajar por la normalización política. No puedes obviar la gravedad de los hechos y en la misma conversación ensalzar la figura de un líder ultraderechista español». Con estas palabras, el joven se refiere a unas declaraciones de Irabien, en la que en el contexto del disparo calificó de «persona muy educada y amable a Santiago Abascal», que aquellos días había rondado por allí.

En Amurrio han vivido todos estos hechos «con rabia y estupor a partes iguales». «Estupor, porque en un mismo escenario hemos visto claramente la doble vara de medir de la Justicia. Y rabia, porque detrás de todos los hechos acumulados en los últimos años hay mucho sufrimiento», recuerda Roiz, quien sin embargo apostilla que aun así «tenemos esperanza en la gente. La movilizaciones nos han marcado el camino y creemos que estamos haciendo las cosas bien. Debemos seguir reivindicando que en Amurrio hay una sociedad que lleva años haciendo esfuerzos por cerrar las heridas. Se han dado muchos pasos para poder avanzar hacia una convivencia normalizada, un escenario donde todas las opciones políticas puedan defenderse en igualdad de condiciones. Yo veo a la sociedad en esa clave».