Pablo GONZÁLEZ

LA SOCIEDAD RUSA LE GANA POR SORPRESA UN PULSO AL KREMLIN

La detención del periodista de investigación Iván Golunov en Moscú ha provocado una reacción de tal calado en la sociedad rusa que ha obligado a las autoridades rusas a dar marcha atrás. Un caso tan sorprendente como novedoso para la Rusia de Vladimir Putin.

La detención de un periodista de investigación ha vuelto a levantar ampollas entre el Kremlin y las clases creativas de las grandes ciudades rusas. En tan solo cinco días las autoridades han pasado de acusar a un periodista opositor de un delito de venta de drogas a cerrar el caso y afrontar una difícil explicación de por qué la Policía actuó de esa manera. Este giro se ha dado en gran medida por la presión social. Ahora habrá que ver que consecuencias que a medio y largo plazo provoca el «caso Golunov».

El 6 de junio, Iván Golunov se dirigía a ver a un confidente en el centro de Moscú cuando fue detenido y acusado de elaboración y venta de productos estupefacientes. Se da la circunstancia de que Golunov es un periodista especializado en casos de corrupción de funcionarios rusos. Trabaja desde 2016 para Meduza, un medio opositor con su sede centra en Letonia. Este medio a las pocas horas de la desaparición de su corresponsal lanzó la alarma e hizo un llamamiento para la liberación del reportero.

Este llamamiento caló profundamente en la sociedad rusa y sobre todo en el gremio periodístico, incluso entre los trabajadores de los medios de comunicación oficiales. El propio Ministerio de Interior ruso no mejoró la situación cuando informó de que los agentes habían encontrado droga en la mochila del periodista y un pequeño laboratorio para fabricar sustancias estupefacientes en su domicilio. Como prueba, presentó una serie de fotografías de la que dijo era su vivienda. En entorno de Golunov denunció de forma unánime que no lo era. Tampoco ayudó a calmar los ánimos las informaciones difundidas por el abogado de Golunov sobre el mal estado físico del periodista tras los interrogatorios.

Ya al día siguiente numerosas personalidades rusas salieron en piquetes individuales a las calles en el centro de Moscú, y en menor medida en otras ciudades como San Petersburgo o Vladivostok, con pancartas que pedían la libertad de Golunov. Según la legislación rusa, las acciones de protesta de más de una persona tienen que ser consensuadas con la Alcaldía, pero los piquetes en solitario sí están permitidos. Aun así, la Policía detuvo a numerosas personas por desórdenes públicos, liberándolos tras tomar declaración en comisaría.

El día 8, la Policía acusó formalmente a Golunov de tener 3,56 gramos de droga (mefedrona) en su poder y otros 5,42 (cocaína) en su domicilio. El periodista comenzó a encontrarse mal en las dependencias policiales y se llamó a una ambulancia. Una vez en el hospital se constató que tenía numerosos moratones y se le diagnosticó una posible, luego no confirmada, conmoción cerebral. Los médicos se negaron en un principio a entregar de nuevo al paciente a la Policía, por lo que se buscó una solución intermedia y, tras un breve paso por los juzgados, Golunov fue trasladado a su casa para cumplir arresto domiciliario.

«Yo/Nosotros soy/somos Golunov»

Dos días más tarde, el día 10, el caso se precipita. Tres de los principales periódicos rusos, “RBC”, “Kommersant” o “Vedomosti”, salieron a los kioscos con la misma portada: «Yo/Nosotros soy/somos Golunov». Desde casi todos los canales se pide que se aclare el caso y que en el caso de que la Policía no presente pruebas en firme se investigue su actuación. Incluso en la oficina presidencial empiezan a dudar de la actuación policial.

Finalmente, el día 11, el ministro del interior, Vladimir Kolokoltsev, anunció el cierre del caso tras someter al propio Golunov a unas pruebas químicas y no hallar rastros de droga en su pelo, piel o uñas. Al mismo tiempo se informa de que dos generales del Ministerio de Interior, Puchkov y Devyatkin, van a ser investigados y son apartados de sus cargos. El anuncio es recibido con alegría por la sociedad rusa, pero persisten las peticiones de investigación del caso en lo referido a la actuación policial. El opositor Aleksei Navalniy publica una información en la que señala que lo ocurrido puede deberse a la investigación que estaba realizando Golunov sobre los vínculos entre la mafia y los servicios rusos de seguridad (FSB).

El 12 de junio es día nacional en Rusia y, por lo tanto, festivo. Normalmente, en el centro de las ciudades se organizan actuaciones, exposiciones... y, por eso, las autoridades no suelen dar permiso para actos de protesta, pero aun así numerosas personas salieron a las calles para demandar una investigación a fondo. Se practicaron entre 100 –según las autoridades– y 500 –según los manifestantes– detenciones para prestar declaración. Una clara muestra de hartazgo acumulado en la sociedad por las actuaciones policiales. La práctica de colocar drogas o armas en vehículos o domicilios por parte de la Policía es relativamente común en las repúblicas exsoviéticas cuando se quiere acusar a alguien.

Las autoridades rusas se han dado prisa en resolver un caso que les podía haber explotado en las manos, pero no parece que eso vaya a frenar a la sociedad. Para hoy se ha convocado otra movilización y es probable que las protestas continúen si no hay depuraciones en el Ministerio del Interior. Limpieza que se antoja difícil cuando las clases dirigentes han utilizado tantas veces a esos policías en interés propio.