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Una inmensa marea inunda Hong Kong en defensa de sus libertades

En una nueva demostración de fuerza, una impresionante marea humana de más de un millón de personas desbordó ayer el centro de Hong Kong en defensa de las libertades de las que goza la excolonia británica, cada vez más en entredicho por la creciente influencia de Pekín, y para exigir la retirada definitiva del proyecto de ley de extradición.

Una marea humana de cientos de miles de personas vestidas de negro en señal de duelo por la pérdida de libertades, que consideran que ha terminado por concretarse en el proyecto de ley de extradición impulsado por la jefa del Gobierno local, Carrie Lam, volvió a tomar las principales calles de Hong Kong después de que la presión popular obligara el sábado al Gobierno a retroceder y suspender temporalmente su tramitación. Pero los manifestantes exigen su retirada definitiva y la renuncia de Lam, a la que responsabilizan de la crisis política.

Una nueva demostración de fuerza para defender un marco de libertades del que gozan desde que la tutela de la excolonia británica fuera devuelta a China en 1997, cada vez más en entredicho por la creciente influencia de la China continental.

Muchos llevaban cintas blancas en homenaje a un activista muerto en la madrugada al caer de un andamio donde se disponía a desplegar una pancarta.

«Si se aprobase esa ley, el modelo de ‘un país, dos sistemas’, que China se ha comprometido a respetar al menos hasta el traspaso final de la soberanía en el año 2047, se destruiría», señaló a Efe Monique Mok, de 22 años que lucía una camiseta negra con el lema: «Queremos conservar nuestra democracia».

En virtud de ese principio, Hong Kong goza de cierta autonomía y disfruta de algunos derechos desconocidos en el resto de China. Pero, cada vez son más los hongkoneses que consideran que Pekín está vulnerando el acuerdo firmado con Londres en complicidad con el Gobierno local y temen perder sus libertades mucho antes del plazo impuesto de 50 años.

«Una vez que se vote la ley, ya no podremos disfrutar de las mismas libertades», alerta Cheung, de 30 años.

«Si China tiene que hacerse con el control total de nuestro territorio dentro de 28 años, queremos que al menos lo haga más despacio, no a esta velocidad», dijo el jubilado Dan Yiu.

El Frente Civil de Derechos Humanos cifró la asistencia en casi dos millones de personas –el 30% de sus habitantes–, aunque la Policía habló de 338.000 asistentes, pero reconoció no haber contado en las calles adyacentes.

Más allá de la ley de extradición, el movimiento de protesta expresa un resentimiento contra las autoridades que viene desde el fracaso de la Revolución de los Paraguas, en 2014, cuando decenas de miles de personas exigieron en vano la elección del jefe de Gobierno por sufragio universal. El contragolpe desde entonces fue duro.

A las seis horas del arranque de la manifestación y ante su gigantesca amplitud, Lam pidió disculpas y prometió «aceptar todas las críticas», aunque no habló de su renuncia.

Hoy los honkoneses están llamado a una huelga general.

 

Los jóvenes, sin líderes ni ilusión

Los jóvenes que se enfrentaron el miércoles a la Policía antidisturbios, en su mayoría estudiantes, explican a AFP que han optado por la estrategia del enfrentamiento al haber perdido la fe en las protestas pacíficas y campañas de desobediencia civil tras años de inútiles marchas contra la erosión de las libertades en Hong Kong.

La Revolución de los Paraguas, el pacífico movimiento prodemocracia de 2014, no logró concesiones y sus líderes están en prisión, por lo que los jóvenes ahora carecen de dirección y se organizan en pequeñas células.

Sharon, de 18 años, se ha dado cuenta de que las protestas pacíficas no sirven de nada, «no dan resultado». «Incluso si se manifiesta un millón de personas, no tiene ninguna repercusión», afirma.

Andrew, de 22 años, se preparó antes de ir a la marcha, pertrechándose con material para protegerse. «Nadie nos ha dicho que utilicemos la fuerza o que vayamos a primera línea», asegura. La decisión fue espontánea. «Lo que hicimos era insuficiente para que el Gobierno sintiera el descontento y la rabia del pueblo, por eso ahora hemos decidido cambiar», agrega.

Leung, que ha estado en todas las protestas, dice que su generación «no tiene nada que perder».

Para Andrew, las repercusiones de la ley de extradición son más fuertes que el miedo a ser detenido.GARA