Inmaculada TAPIA (EFE)
MADRID

Cristóbal Balenciaga, el hechizo en la costura, se muestra en el Thyssen

Una muestra en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid aúna las creaciones del modisto de Getaria Cristóbal Balenciaga con retratos en los que se inspiró. Las obras de artistas como Goya, El Greco, Zurbarán o Velázquez las han cedido museos y colecciones privadas.

Balenciaga supo cómo hacer que el arte respirara en cada uno de sus diseños, en sus pespuntes. En un alarde de creatividad, hizo de la sencillez y los volúmenes su seña de identidad, detalles de preciosismo que sus coetáneos supieron alabar y que ahora se pueden contemplar en una exposición magistral.

El Museo Thyssen-Bornemisza vuelve a unir moda y pintura en una magna exposición que rinde homenaje al gran maestro Cristóbal Balenciaga y a los genios de la pintura que le inspiraron. “Balenciaga y la pintura española” entrelaza, puntada a puntada, cuadros de Zurbarán, Goya, El Greco, Zuloaga o Velázquez con piezas únicas de la historia de la moda, dejando al visitante ebrio de imágenes de trazos excepcionales, con brotes de grandeza de la «magia» y el «hechizo» del modisto vasco, explica Eloy Martínez de la Pera, comisario de la exposición.

«Antes de Balenciaga está Cristobal, que con doce años sabía que tenía talento para ser un gran diseñador de moda», añade. «La exposición trata de un personaje influyente, admirado e inspirador. No ha habido otro más grande que él, incluso sus coetáneos le apodaban ‘el maestro’». El comisario asegura que la moda ha estado en los museos «siempre», mientras señala un cuadro de Isabel de Valois para demostrarlo, «estilismo al más alto nivel», como el de Isabel de Borbón de Rodrigo de Villandrando.

Brocados de seda, cuentas de azabache, flores, tul bordado con hilos de ángel, satén, organza, visón, láminas de acetato o cloqué adamascado son algunas de las telas con las que Balenciaga confeccionaba diseños de alta costura completamente inspirados en retratos de la corte.

El Estado español «comienza a exportar moda con Felipe II», momento en el que el negro de su vestuario, puro, intenso en su oscuridad, inunda las cortes europeas gracias al palo de Campeche, un tono que el diseñador adopta y con el que rompe con la fascinación por la paleta de color de El Greco, que le inspiró amarillos, verdes y rojos, tonos vibrantes en sus creaciones de los años 40, que desaparecen.

Martínez de la Pera asegura que el diseñador de Getaria ha cambiado nuestro guardarropa con formas con las que ahora «las millenials tienen abarrotado su armario», como las faldas de corte de pavo real o los vestidos baby doll. Capaz de ejecutar los volúmenes más vanguardistas, Balenciaga también era maestro de la sencillez, como lo demuestra el diálogo de tres cuadros de monjes de Zurbarán, de un blanco inmaculado, que le sirven de espejo para confeccionar cuatro trajes de novia donde se refleja «la sencillez, la religiosidad y el misticismo».

Trabajando desde 2013

La muestra cuenta con setecientos metros cuadrados llenos de «luz, imaginación, de vida que salta desde la pintura», con piezas de grandes coleccionistas privados, además de obras de grandes museos.

La exposición, que se lleva fraguando desde 2013, ha contado con el beneplácito del diseñador Hubert de Givenchy, del que se exhibe un sombrero que le pidió que confeccionara su gran amigo Balenciaga.

Balenciaga «nunca llegó a entender el prêt à porter porque sabía de las imperfecciones del cuerpo de una mujer. Ninguna era igual a otra y supo adaptar la tela y el diseño para soslayar esas imperfecciones», apunta el comisario, una razón por la que consideró la moda como algo «único y exclusivo», concluye Eloy Martínez de la Pera. Como así son cada uno de sus diseños.