Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

La fiesta

Ya está. Llegó el verano y con él las fiestas, ésas que los franceses conocen como la fête basque, o sea, un Las Vegas local que los locales cada vez se lo toman de manera menos festiva.

Lo más de lo más, claro está, sanfermines, que es como la champions league del jolgorio internacional, la crème de la crème del verbeneo estival al que hay que acudir, como en romería, al menos una vez en la vida, y desfasar como mínimo hasta perder el conocimiento. Por su puesto también está Baiona, todo un símbolo de la parranda a gran escala que los fiesteros gabachos confunden sin rubor con una cuchipanda española y que sirve también para el mismo propósito etílico, aunque con eso de que ahora hay que pagar para acceder al recinto festivo, como que ya no es lo mismo. Pero queda el resto. Los sanjuanes de Donibane Lohizune y las fiestas de Hazparne han abierto al veda a un turismo de jarana que si pudiera pediría una pulsera de las de todo incluido, pañuelito al cuello y vómito en la acera comprendidos. Y no es cuestión de culpar al bueno de Hemingway de este despropósito, pero a veces uno cree que sin él las cosas hubieran sido distintas. O no. El caso es que, mientras, a este lado del Bidasoa, multitud de chiringos anuncian en sus pizarras sangrías, paellas y tapas al ritmo de Paquito el chocolatero. Sí, ya está, llegó el verano. Y con él la incultura. Y se acabó la fiesta.