Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
Fushe Kosovo

LAS OTRAS MINORÍAS EN KOSOVO SIGUEN BUSCANDO LO QUE LES SEPARA

En algunas regiones de los Balcanes, como en Kosovo, se reconocen las diferencias entre ashkalíes, egipcios y romaníes. Los tres pueblos, quizás el mismo o puede que demasiado tiempo juntos, buscan respuestas sobre su pasado. Pero no las hay. Faltan investigaciones académicas. Los que se atreven a intentar entenderlo acaban con más dudas que certezas.

En Kosovo, los romaníes dicen que cualquiera puede reivindicarse como un grupo étnico propio solo con desearlo. Es una broma, pero es serio: ellos consideran que ashkalíes y egipcios, dos grupos étnicos reconocidos en la Constitución kosovar, no son más que romaníes que protagonizan un cisma auspiciado por la comunidad internacional. Los ashkalíes, que aseguran ser diferentes a los romaníes, creen en cambio que los egipcios comenzaron a dividirse de los ashkalíes en el ocaso de la antigua Yugoslavia. Y los egipcios, que ven en los ashkalíes una escisión en su comunidad promovida por intereses albaneses, se consideran descendientes de la tierra de los faraones. «Puede que haya gente que piense que somos romaníes, pero es una minoría. Estos años están creciendo las diferencias», lamenta Bajram Ilazi, ashkalí de 26 años.

Oriundo de Gjurkovc, este joven ha dedicado desde hace años parte de su tiempo a buscar la verdad oculta sobre su pueblo. Pero el resultado ha sido el opuesto: cada respuesta ha generado nuevas dudas. «Tras conocer a romaníes, leer más y escuchar otras historias he llegado a la conclusión de que no sé quién soy. Hay gente ashkalí que trabaja en el terreno académico para obtener conclusiones, pero luego los egipcios contradicen estos estudios. Y los romaníes contradicen las versiones de todos», resume Ilazi.

La versión más sólida, la que nadie discute, es la de que los romaníes llegaron desde India a partir del siglo XIII. Puede que antes, pero fue desde India. Los ashkalíes tienen más explicaciones para su propia migración. La más extendida es la que cuenta que su origen está en el actual Irán: ligados a la dinastía arsácida del Imperio parto, que dominó Persia hasta el siglo III, comenzaron a llegar en el siglo IV a los Balcanes, coincidiendo desde entonces con los ilirios y adoptando con el tiempo la lengua albanesa. Otra versión apunta a su relación con los pueblos semíticos de Palestina, concretamente con la ciudad de Ascalón –Ashkelon en hebreo-. Hay más teorías. Ilazi añade que tal vez migraron como soldados de Alejandro Magno o que eran derviches sufíes.

Por su parte, los egipcios se consideran descendientes de la tierra de los faraones llegados a los Balcanes entre los siglos V a. C. y IV d. C. Rubin Zemon, presidente de la Unión de Egipcios Balcánicos en el crítico año 1998, subraya en una de sus publicaciones que Heródoto recogió los movimientos de pueblos procedentes de Egipto. Además, asevera que existen muestras arqueológicas y referencias escritas que lo confirman, que el sedentarismo de los egipcios, en comparación con la tradición nómada de los romaníes, es una prueba más de su diferencia étnica. Pero como cada versión en esta causa, carece de sustento académico: los romaníes siguen pensando que ashkalíes y egipcios no son más que castas y linajes del pueblo gitano, que las referencias a egipcios provenían de rituales gitanos, que todos eran llamados «çingene» (gitano). Ni el idioma, la diferencia palpable, porque egipcios y ashkalíes hablan albanés, es una prueba concluyente.

Durante el Imperio otomano, la supremacía del componente religioso aisló las diferencias étnicas en los Balcanes. Sin embargo, según los escritos de Elena Marushiakova, los únicos a quienes se hacía referencia por su etnia era a los gitanos. Askhalíes y egipcios, debido probablemente a su piel tostada, entraban en el mismo saco discriminatorio. Con el fin del Imperio otomano, en los Balcanes comenzó una ola nacionalista que excluyó a las minorías. En esta coyuntura, sin un censo que reflejara su etnia, ashkalíes y egipcios preferían considerarse albaneses antes que gitanos. Así fue hasta el último cuarto del siglo XX, cuando la crisis de la antigua Yugoslavia abrió la puerta para que estos grupos crearan organizaciones de presión. Los egipcios, que institucionalizaron su movimiento en los años 90, consiguieron adelantarse a los ashkalíes en el dominio del discurso público. La independencia de Kosovo, en cambio, ayudó al resurgir ashkalí.

Pequeño crisol étnico reconocido

Bajo los auspicios de la comunidad internacional, Kosovo se convirtió en el primer país en reconocer las diferencias étnicas entre estas comunidades, desencadenando grupos políticos y de presión que manejan el voto de estas comunidades que cuentan con cuotas de representación garantizadas en la administración.

Según el censo, siempre conflictivo en Kosovo debido a la injerencia serbia, residen 11.524 (0,7%) egipcios, 15.436 (0,9%) ashkalíes y 8.824 (0,5%) romaníes. Menos de la mitad de lo estimado en los 90.

En Fushe Kosovo, los ashkalíes viven en una de esas barriadas que como muchas otras concentra a los grupos marginados del país. La vida se articula en paralelo a la vía del tren, tan deprimida como los edificios abandonados que la jalonan. La fábrica de almacenamiento de trigo y producción de harina de la empresa «Universal Food», propiedad de Aksoy Group, es el corazón laboral, la razón por la que aquí viven 3.000 ashkalíes. Burhan Gima, 59 años, 4 hijos, deportado de Alemania hace casi un año, se explica: «Somos lo mismo. Todo empezó tras la guerra, pero los albaneses nos meten en el mismo saco y nos llaman gitanos». Pronto se forma un corrillo. Kuytim, taxista que es padre de cinco hijos, toma la palabra. «Los ashkalíes son diferentes. Antes de la guerra tampoco nos juntábamos, aunque solo los romaníes nos llamaban así», insiste.

A lo largo de la historia, el término ashkalí ha sido utilizado principalmente por los romaníes para referirse a esos gitanos que hablaban albanés y que pertenecían a otras castas, muchas veces enemistadas por ofensas centenarias. El término, hoy extendido, cuenta con tres décadas de uso general. En las que la enemistad entre estos grupos ha aumentado hasta el punto de sentirse intranquilos en las zonas de mayoría opuesta. «Con los egipcios nos mezclamos, pero no con los romaníes. Cuando se casa un romaní con un ashkalí siempre se hacen bromas», apunta Ilazi, quien recuerda que estas comunidades han sido la clase social más baja. Y lo siguen siendo, aunque los romaníes, vistos como colaboradores de los serbios en la guerra de 1998-99, lo tienen aún peor.

En Fushe Kosovo, aunque se insista en la causa ashkalí, siempre se termina hablando de esa discriminación que se nutre de prejuicios. «Los niños se sienten apartados en el colegio, a veces tenemos problemas en los restaurantes», concluye Kuytim. «Somos diferentes, pero serbios y albaneses nos meten en el mismo saco: nos discriminan», dice Brahim Murtezi, 41 años, desempleado y padre de ocho hijos que recibe 170 euros de asistencia de Kosovo por tener cuatro hijos menores de 5 años. Los egipcios, reconocidos por ser finos herreros y que se consideran mejor educados, algo que Ilazi rechaza, parecen estar un poco más lejos del farolillo rojo en la tabla de la discriminación: en antepenúltimo puesto.

En Plemetina, urbe de mayoría gitana, Avni Mustafa, romaní que trabaja en la ONG Roma Versitas, argumenta que las similitudes entre ambas comunidades son mayores que las diferencias. «Se consideran mejores que nosotros, pero somos lo mismo. Si vas a los barrios de las comunidades ashkalí o egipcia vas a notar muchas similitudes. Siempre viven en las afueras de la ciudad y sufren segregación», resume Mustafa durante la fiesta gitana de Ederlezi.

¿Y si fuéramos egipcios?

En Pristina, la tibia convicción de Ilazi da paso a nuevas dudas. Las cubre recurriendo al idioma, uno de los puntos débiles en el discurso de la hermética comunidad romaní. «Si somos lo mismo, ¿por qué unos romaníes olvidaron su lengua y otros no?». Es una prueba contundente pero, de nuevo, no concluyente. Sobre los egipcios, Ilazi cree que son ashkalíes. Pero cuando vuelve su mirada aún más atrás, cuando piensa en que hay más referencias históricas a egipcios que a ashkalíes, emergen nuevas dudas. «El término egipcio llegó hace mucho, pero también el de Ashkan», balancea Ilazi.

Entonces, ¿y si fueran ustedes egipcios? «Lo que sabemos es que no somos romaníes ni albaneses, pero creo que egipcios y ashkalíes son lo mismo, aunque en el documento kosovar seamos diferentes. Pero los políticos evitarán nuestra unión. Necesitamos más estudios teóricos, tener acceso a los archivos del Imperio otomano. Todo lo que he leído no hace más que crearme nuevas dudas», concluye.

Definir quién es quién en esta causa de nacionalismos reales o artificiales requiere de esfuerzo académico. Los miembros más formados de estas comunidades lo reclaman. Porque no es solo Kosovo: es Macedonia, Montenegro... una caja de Pandora que ya ha sido abierta en Pristina. Es cuestión de tiempo que esta causa atraiga la atención de las nuevas generaciones. Hasta entonces, puede que sea necesario volver al Prizren de 1993, al poema de Selahedin Kryeziu «Who am I?». Tal vez leyendo las letras de este ashkalí, recogidas en trabajos de Rubin Zemon, se pueda entender mejor a Ilazi.

«Me preguntan qué soy. No sé qué responder. En casa, hablo la lengua de los albaneses. Pero no soy albanés. Quién soy, me pregunto. Mis amigos son sobre todo romaníes. Pero nosotros no somos roma. Nuestras bodas son como las suyas. A menudo con ellos. Pero desconocemos su lengua. Mi abuelo, el abuelo de mi abuelo. Todos mis antepasados. También la desconocían. No sé lo que soy. Puede que hasta que muera. Ignoraré quién soy. Creo que no hay nadie en el mundo como nosotros, desconociendo quiénes somos. Todo, ignoro todo de mi pasado. No sé de dónde vengo. No sé lo que soy. Y por qué no lo sé, incluso eso no lo sé».