Iratxe FRESNEDA
Docente e investigadora audiovisual

Dolor y gloria

Pedro Almodovar escribe muy bien para el cine, de forma precisa, mínima y profunda. En cada una de las palabras que escoge, se abre una ventana que nos conduce hacia múltiples lugares, hacia memorias infinitas. Su delicadeza a la hora de crear la identidad de sus personajes es una rara avis, lo hace de tal modo que somos capaces de entenderlos fácilmente, sin apenas esfuerzo, a pesar de sus complejidades. La excelencia de su trabajo se oculta bajo las formas sencillas, asequibles. En “Dolor y gloria”, el realizador manchego se rodea de personajes masculinos, cercanos a su propia experiencia, de la que emana la historia. Entre ellos sobresale Asier Etxeandia, uno de esos monstruos de la interpretación que devora la cámara.

El variado elenco actoral que pasa ante nuestras miradas gracias a los saltos temporales, en nada entorpece una narración en la que el deseo no acaba de adquirir relieve, es más bien el estudio de cómo este se mira con ojos calmados, casi desde la distancia. “Dolor y gloria” se aleja de la fuerza de cintas como “Volver”, la dirección artística y la realización, me han sacado esta vez de la historia en varias secuencias, echémosle la culpa al visionado, que ha sido en pantalla pequeña con ojos televisivos. Mirar hacía dentro y hablar de nosotros mismos conlleva demasiados riesgos, Almodovar lo ha hecho, pero como espectadora he percibido que su historia estaba ausente, he querido más.