Isidro Esnaola

LOS PAÍSES DE ÁFRICA OCCIDENTAL APUESTAN POR LA UNIÓN MONETARIA

La Comunidad Económica de Estados de África Occidental han decidido crear su propia moneda común con el nombre de «eco». Una decisión de envergadura que condiciona el futuro del franco CFA, una moneda que ha servido al interés de la metrópoli francesa.

A finales de junio, los jefes de Estado y de Gobierno de la Cédéao (que son las siglas en francés de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental) reunidos en Abuja, la capital de Nigeria, adoptaron formalmente el nombre de «eco» para el proyecto de moneda común que pretenden poner en circulación a partir de 2020.

La retórica no se diferencia demasiado de los discursos utilizados para justificar otras uniones monetarias: se propone un enfoque gradual basado en el cumplimiento de determinados criterios de convergencia; entre ellos, un déficit por debajo del 3% del PIB o una deuda pública no superior al 70%. Y algunos de los objetivos que plantean alcanzar con la nueva moneda, tampoco, como el control de la inflación, aunque otros sí, como mantener un tipo de cambio flexible con el resto de divisas, ya que en la actualidad parte de los países tienen una moneda con un cambio fijo respecto al euro.

Treinta años han sido necesarios para llegar a esta decisión, que como afirman muchos analistas es una apuesta arriesgada pero también tiene un gran valor político. La razón de fondo es que ocho países de la zona utilizan el franco CFA (Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea Bissau, Mali, Níger, Senegal y Togo), vinculado al euro con una paridad fija, mientras el resto usa monedas propias que no son convertibles entre ellas.

Debate abierto sobre la conveniencia

La decisión ha encendido la discusión pública sobre la conveniencia de crear una moneda común y abandonar el franco CFA. Los inconvenientes que se señalan son variados. Sylvie Goulard, vicegobernadora del Banco de Francia, señala, por ejemplo, que un cambio flotante necesitará una regla fuerte para convencer de que el eco no se desviará abruptamente de su valor, al tiempo que subraya que una moneda estable limita los riesgos cambiarios «para exportadores, importadores e inversionistas».

François Sporrer, jefe del servicio económico regional para África Occidental del Tesoro francés recuerda que el franco CFA evita que «el poder de compra sea recortado por la inflación». Es cierto que la inflación en los Estados que lo utilizan es baja, pero los precios son entre un 20% y un 30% más caros que en el resto de países de la región, tal y como resalta Sanou Mbaye, economista senegalés que ha trabajado para el Banco de Desarrollo Africano. Indica, asimismo, que los altos precios de las exportaciones no permiten que la economía crezca y ha provocado que las inversiones de China –el mayor socio comercial de África, doblando al siguiente país en el ránking– sean muy limitadas en la zona de circulación del franco CFA. Es posible que esta escasez de inversiones chinas en África Occidental haya sido el catalizador para la creación del eco, tras más de treinta años de intentos fallidos

Otro problema que subrayan los contrarios a esta nueva moneda son las disparidades regionales. Cheikh Ahmed Bamba Diagne, director científico del Laboratorio de Investigaciones Económicas de la Universidad de Dakar, opina que esta moneda responde en gran parte al interés de Costa de Marfil, que genera más de un tercio (35,2%) del PIB de la zona del franco CFA. Añade que, considerando al conjunto de países que se han sumado al proyecto (los del franco CFA y Cabo Verde, Gambia, Ghana, Liberia, Ginea, Nigeria y Sierra Leona), solamente Nigeria representa el 73% del peso económico de la nueva zona monetaria y considera que las preocupaciones monetarias de este país se impondrán sobre las demás. Por otra parte, también apunta, como un problema, la diferente estructura productiva y llama la atención sobre el hecho de que varios países son exportadores de petróleo y, en función del precio internacional del crudo, tendrán intereses diferentes a los del resto.

Dudas todas ellas razonables, pero que olvidan que el franco CFA que utilizan ocho países de la zona está actualmente unido al euro, cuya última preocupación a la hora de determinar la política monetaria de la eurozona es el efecto que tendrán sus decisiones en África Central y Occidental.

Reticencias en la metrópoli

El pasado 11 de julio, durante su visita a París, la presidenta de Ghana, Nana Akufo-Addo, declaró a los periodistas que el proyecto de moneda común «plantea desafíos» pero que considera que es el modelo que puede llevar prosperidad a estos países. Por su parte, el presidente francés, Emmanuel Macron, dijo que estaba dispuesto a «hablar sin tabúes» y asumió que la integración económica es positiva, pero al mismo tiempo insistió en que el «franco CFA todavía tiene una utilidad». Las posiciones contrarias y las palabras equívocas del presidente francés indican que la batalla en torno a la nueva moneda y a la pérdida de influencia de la divisa patrocinada por la República francesa no ha hecho más que empezar.

Las críticas al franco CFA han incidido en que contribuye a que el Estado francés mantenga unas relaciones neocoloniales con sus antiguas posesiones. Quizás el presidente francés que más claramente reconoció el papel colonial del Estado francés en África fue Jacques Chirac, que dijo: «Tenemos que ser honestos y reconocer que una gran parte del dinero de nuestros bancos viene precisamente de la explotación del continente africano. Sin África, Francia habría sido una potencia de tercera clase». A pesar de la contundencia del reconocimiento, no se han producido cambios en las relaciones entre el Estado francés y sus antiguas colonias.

Y la farsa crece cuando se envía ayuda pública, generalmente financiada con las reservas que mantienen estos países en el Banco de Francia y que están condicionados a la compra de bienes, armas y equipos a firmas francesas. Y eso sin contar con que las multinacionales francesas tienen derechos exclusivos sobre la compra de recursos extraídos en las antiguas colonias. Entre ellas destaca el conglomerado Areva, especializado en energía nuclear, o la petrolera Total.

Los reproches han traspasado las fronteras del Hexágono, especialmente a raíz del aumento del flujo migratorio que proviene de África. Así, a principios de este año, por ejemplo, el líder del Movimiento 5 Estrellas italiano, Luigi Di Maio, acusó al Estado francés de manipular la economía africana, de empobrecerla y, con sus acciones, animar la emigración hacia Europa. No le falta razón al político italiano si consideramos que el franco CFA es usado por más de 150 millones de personas, aproximadamente el 14% de la población del continente, pero la riqueza producida representa solamente el 5% del total.

Es evidente que, a pesar de la estabilidad que da la moneda y de la baja inflación, el crecimiento económico ha sido muy pobre en esta región: desde 1994 ha rondado el 1,5%, un registro muy bajo incluso para los estándares africanos. La unidad monetaria en marcha permitirá al menos que los países africanos recuperen soberanía, algo imprescindible para cualquier desarrollo.

Una moneda diseñada para subyugar y explotar a las excolonias africanas

A diferencia de la mayoría de las colonias inglesas en África, las francesas se independizaron prácticamente sin violencia y posteriormente han mantenido estrechas relaciones con París. Y las relaciones monetarias que comparten a día de hoy tienen mucho que ver con esa situación de dependencia hacia la metrópoli.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, y antes de que los acuerdos de Bretton Woods introdujeran nuevas reglas en las relaciones monetarias internacionales, el Estado francés decidió crear una moneda para sus colonias en África. Y aunque posteriormente esa moneda se dividió en dos –una para los países de África Central y otra para África Occidental– ambas funcionaban de la misma forma y eran intercambiables.

Ya el primer nombre resulta significativo: CFA son las siglas de Colonias Francesas en África. Los cambios posteriores han mantenido el acrónimo aunque el significado se ha ido adaptando a los tiempos. Así, en 1958, en pleno auge de los procesos de independencia, pasó a denominarse Comunidad Francesa en África y a partir de la independencia se convirtió en Comunidad Financiera Africana.

El franco CFA nació el 26 de diciembre de 1945 justo después de que el franco se devaluara. Fue un movimiento obligado puesto que Bretton Woods obligaba a la moneda francesa a mantener un tipo de cambio fijo con el dólar. El franco CFA, sin embargo, no se devaluó. Esta decisión se presentó como un acto de generosidad de la metrópoli hacia las colonias, aunque en realidad servía para facilitar la exportación de los productos franceses a sus colonias. Un franco devaluado abarata las exportaciones y un franco CFA revalorizado abarata las importaciones. Y si algo se podía comprar barato en el Estado francés, ¿para qué producirlo?

El 17 de octubre de 1948 fue revaluado de nuevo para ajustarlo a la nueva devaluación que había sufrido el franco francés frente al dólar. Ese cambio se mantuvo hasta el 12 de enero de 1994, cuando el Gobierno francés, ante la previsible llegada del euro, esta vez sí, devaluó un 50% el franco CFA, en teoría para favorecer las exportaciones de los países africanos; en la práctica, para abaratar las importaciones de materias primas de las antiguas colonias que ya constituían prácticamente su única actividad económica. En la actualidad, el franco CFA mantiene una paridad fija con el euro que impide cualquier tipo de política monetaria propia.

Además de un cambio fijo, los países que usaban el franco CFA debían mantener el 50% de sus reservas en el Banco de Francia, así como un 20% de sus pasivos financieros, con lo que en realidad estos países controlaban apenas el 30% de sus reservas totales. Con el transcurrir de los años, la obligación se redujo desde ese 70% total al 50%, un alivio que no alteró sustancialmente la relación.

Mantener las reservas en un banco extranjero no les permitía utilizar esos recursos para financiar su propia economía. Los créditos se los concedía el Estado francés utilizando los recursos de las excolonias depositados en París o debían pedirlos a bancos privados a tasas comerciales. París también podía utilizar esos depósitos para financiar su propia deuda pagando unos intereses relativamente bajos. Las reservas de las antiguas colonias constituían un lucrativo negocio para la metrópoli.

La emisión del franco CFA era y es estrictamente controlada desde París, que garantiza la convertibilidad total de los francos CFA, antes a francos franceses y ahora a euros. Unas salvaguardas muy estrictas, aunque considerando que el PIB de la zona CFA no llega al 5% del PIB francés, el riesgo es bastante limitado.

Una moneda revalorizada beneficia especialmente a las élites locales, que se convierten de esta forma en las principales valedoras del sistema explotador de la metrópoli. Además, la plena convertibilidad del franco CFA les permitía evadir cómodamente sus beneficios hacia el Estado francés, que a su vez se beneficia de los depósitos privados de las élites locales.

Aunque la descolonización fue relativamente no violenta, posteriormente el Estado francés ha intervenido al menos en cuarenta ocasiones desde 1960 para mantener el «statu quo» en la región. Llamativa fue la muerte del presidente de Togo, Sylvanus Olympio, en 1963, dos días antes de que Togo saliera del franco CFA.I.E.