B.Z.
PREDICCIÓN PARA 2050

La crisis climática convertirá Madrid en Marrakech y París, en Camberra

Sin obviar los peligros que conllevan, las comparaciones ayudan a visualizar fenómenos complejos cuya dimensión suele ser difícil de captar, como ocurre con la crisis climática. Un estudio analiza las principales ciudades de la Tierra, analiza el ascenso de temperatura que sufrirán e indica a qué ciudad del presente se parecerá su clima en 2050.

Hoy va a hacer calor. Siendo 23 de julio esto debería ser cualquier cosa menos una noticia, pero el acumulado de días excepcionalmente calurosos –este año vivimos el junio más cálido registrado en la Tierra– nos emplaza a poner el foco sobre uno de los principales indicadores de la crisis climática. No falta quien intenta arrimar el ascua –como ese fabricante de productos de bienestar sexual que ayer publicó un informe según el cual el calor nos aumenta la libido, asegurando que en verano nos masturbamos más–, pero los datos no son de broma.

Al margen de las grandes catástrofes meteorológicas, suele ser complicado visualizar las consecuencias que el aumento de la temperatura en la Tierra puede tener en nuestro día a día. Ante tal evidencia, un amplio grupo de investigadores liderados por el Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETH-Zurich) ha realizado un novedoso estudio que analiza las predicciones para 520 grandes –algunas no tanto– urbes del planeta de aquí a 2050 y les adjudica el actual clima de otra ciudad. Con ejemplos se entiende mejor: Barcelona tendrá en tres décadas el clima de la calurosa ciudad australiana de Adelaida. Por contra, la lluviosa Londres se convertirá en algo parecido a la mediterránea capital catalana para 2050.

Según los investigadores, que han publicado sus resultados en el portal Plos One, «el 77% de las ciudades tienen grandes probabilidades de experimentar un clima cercano al de otra ciudad en el futuro. Solo el 23% de las urbes analizadas tiene más probabilidades de seguir con el clima que tiene actualmente. Con este juego, los autores persiguen, por un lado, «facilitar la comprensión del cambio climático a nivel global», y por otro, «ayudar a gestores y planificadores urbanos a visualizar el futuro climático de sus respectivas ciudades», con la esperanza de avanzar hacia una toma de decisiones a la altura de la crisis que viene.

Entre el Magreb y Australia

Los resultados no son particularmente sorprendentes, pero sí sugerentes; ayudan a visualizar lo que nos depara el futuro. Madrid, por ejemplo, tendrá el clima de Marrakech tras sufrir un aumento anual de las temperaturas de 2,1ºC. Ese crecimiento se enfilará hasta los 6,4ºC en el mes más cálido del año. París, por contra, se asemejará a la australiana Camberra, con una subida anual de 1,4ºC. Lisboa también tiene su espejo en Oceanía, en Perth. El sur de Europa bascula así entre el clima de Australia y del Magreb –Atenas tendrá la temperatura de Fez–.

El estudio destaca, además, que los cambios «más dramáticos» se vivirán en las latitudes septentrionales, que verán incrementadas sus temperaturas tanto en verano como en invierno. El clima de Moscú se parecerá más al de Sofia que al del Moscú actual; Estocolmo tendrá más similitudes con Budapest, y Seattle, en el extremo noroeste de EEUU (sin contar Alaska), registrará las temperaturas que ahora se dan en San Francisco, en el extremo suroeste del país.

En las ciudades situadas en los trópicos las temperaturas no subirán tanto, lo cual no quiere decir que el clima no vaya a cambiar. En ciudades como Manaos, Jakarta o Singapur el cambio principal se dará en el régimen de precipitaciones, en el que se acentuarán los fenómenos extremos, tanto las grandes precipitaciones –lloverá un 5% más en el mes más húmedo– como las sequías –lloverá un 14% menos en el mes más seco–.

La investigación viene acompañada de un mapa interactivo en el que se pueden consultar todas las ciudades investigadas. Merece la pena echar un vistazo a lo largo y ancho del globo para empezar a captar la dimensión de la crisis climática, con una advertencia siempre presente: los investigadores han utilizado, según sus propias palabras, «un escenario altamente optimista».