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SANTA bárbara

La fiebre del cannabis deja un aroma amargo en los viñedos de California

Vitivinicultores y cultivadores de marihuana están enfrascados en una guerra imprevista en el condado de Santa Bárbara, región vinícola de California (EEUU) donde la proliferación de granjas de cannabis amenaza la pervivencia de la más tradicional industria del vino. 

La batalla, que comenzó a perfilarse después de que California legalizara la marihuana para uso recreativo en noviembre de 2016, enfrenta a viticultores del condado de Santa Bárbara y residentes de la pintoresca ciudad costera de Carpintería con un nuevo vecino que, según afirman los primeros, literalmente apesta y pone en jaque su sustento y forma de vida. 

«Esta es la mayor amenaza para la industria del vino que he visto en mis 25 años aquí», indica Stephen Janes, gerente de Viñedos Pence en las colinas de Santa Rita, 200 kilómetros al noreste de Los Ángeles. 

El problema ha surgido con la gran expansión del mercado de cannabis en el condado en los últimos dos años, gracias en parte a regulaciones flexibles que abrieron la puerta a una avalancha de productores interesados en sacar provecho de esta lucrativa cosecha.

De la noche a la mañana, junto a las vides florecieron millones de plantas de cannabis –cuya producción por hectárea puede valer varios millones de dólares– en los valles de Santa Ynez y Santa María. 

Más al sur, en Carpintería, los invernaderos en los que se solía cultivar hortalizas ahora contienen marihuana, para disgusto de algunos residentes locales irritados por el olor penetrante que emana de las plantas. «Ahora tengo que usar una máscara cuando salgo a mi jardín y mis nietos ya no me visitan por ese olor», comenta entre suspiros Joan Esposito, quien vive en esta zona desde hace 36 años. 

«El cannabis domina»

En las colinas de Santa Rita, famosas por su Pinot Noir, se extiende una cadena de lotes cubiertos con lonas blancas hasta donde llega la vista. «No es como cualquier vecino productor que hayamos tenido, y todo esto está pasando muy rápido», dice Kathy Joseph, propietaria de Bodegas Fiddlehead y Viñedos Fiddlestix. «Nadie anticipó el impacto visual, nadie en la región había experimentado el cannabis en esta cantidad –añade–. Ahora el cannabis domina, en muchos sentidos». 

Viticultores, cultivadores de aguacate y otros agricultores explican que, además, han tenido que adaptar sus prácticas agrícolas para que los recién llegados no los demanden por contaminar inadvertidamente su valioso cultivo. 

A su vez, los viticultores temen que sus uvas puedan contaminarse con partículas de esas plantaciones. «Esto se ha convertido en una pesadilla viviente», dice Joseph, cuyo vecino presentó una queja en su contra por temor a que los pesticidas que usa en sus vides puedan contaminar la marihuana. «He producido vino durante cuarenta años y como viticultores tenemos controles estrictos –puntualiza–. Pero este año probablemente voy a perder mi cosecha de Chardonnay, de 50.000 dólares, porque tuve que cambiar a un pesticida que no era tan efectivo».

La asociación de cannabis que representa a unos 900 cultivadores de la zona no respondió a las solicitudes de AFP para que comentará la situación. 

Funcionarios del condado de Santa Bárbara que establecen las políticas sobre el cannabis asumen que deberían haber anticipado las consecuencias de las granjas de marihuana en la agricultura existente y en los residentes de la región.

Joan Hartmann, una de estas funcionarias, dice que se ha limitado el cultivo de cannabis en la región a menos de 800 hectáreas y asegura que se están explorando algunas formas de calmar el conflicto.