EDITORIALA
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Autogestión energética hacia la soberanía

La sociedad muestra una actitud cada vez más activa con respecto al uso y consumo de energía. Muchas personas apuestan por la autoproducción y el autoconsumo con unos proyectos que, además, impulsan la soberanía energética, no solo porque sustituyen a fuentes de energía foráneas, sino también porque exploran formas de aprovechar mejor el mayor flujo energético del que dispone la humanidad: la energía solar. GARA publica hoy y mañana dos reportajes sobre sendos proyectos de autogestión que muestran que es posible cambiar el modo en el que la gente produce y consume energía.

A pesar de lo que se pueda pensar, las trabas a este tipo de proyectos son básicamente políticas. La principal es el marco legislativo que puede favorecer o coartar la autogestión. Paradigma de normativa restrictiva fue el Real Decreto 900/2015 del Gobierno de Rajoy, también conocido como el «impuesto al sol», que finalmente fue derogado por el Tribunal Constitucional en 2017. La norma contemplaba tal cantidad de requisitos y cargas que hacía inviable casi cualquier proyecto de autogestión energética. Con su derogación, se abre otra vez la posibilidad de que se puedan poner en marcha proyectos descentralizados que mejoren la eficiencia en el uso de la energía y por tanto también su soberanía energética.

La segunda son los intereses de las grandes multinacionales que no hacen más que poner obstáculos a cualquier proyecto energético autogestionado, como bien saben en la localidad de Lizarraga. Y eso lo hacen empresas que generan electricidad en el Pirineo y que a día de hoy mantienen todavía sin conexión a la red eléctrica a núcleos de población que se encuentran en las inmediaciones de sus centrales hidroeléctricas. De vergüenza.

Es evidente que hay muchos intereses creados en torno a la producción y consumo de electricidad. La autoproducción y el autoconsumo no serán un camino sencillo, pero permite el avance hacia la soberanía energética.