Ixai BARRENETXEA
BILBO
Interview
TXUFO WILSON
TECLADOS, GUITARRA, VOZ... DE EMPTY FILES

«En la música hay una pretensión emocional y comunicativa»

La publicación de «Shadows» mostraba el rostro de una banda con base en la música electrónica, el ambient... y el sinte-pop como rasgos más identitarios. El pasado julio se prolongaba la experiencia con «B aldeak I», proyecto centrado en el tema «Nobody» y abordado por diferentes artistas. El viernes 23 el grupo bilbaino presenta ambas referencias en Kafe Antzokia de Bilbo, 23.00.

Ritmos a golpe de corazón, sintes entre los dientes, melodías bajo el paladar, guitarras, paisajes, inquietud... y textos cuidados alrededor de lo que somos y perturbamos. De hecho, sobre las notables capas instrumentales caben reflexiones más allá de la primera lectura informática del nombre, ya que Rubén “Txufo Wilson” desea vincularlo a una visión crítica del mundo. «Alude al estilo de vida ‘moderna’ sobrecargada de información, pero con poco sustento si se profundiza en su interior». No es difícil sentirse vecinal con esa visión de cierta sociedad actual superflua y robotizada, así que desde la insurgencia Wilson escribe un admirable repertorio apoyado en sintetizadores deudores de los ochenta/noventa –más otros instrumentos propios del rock–, unas veces más díscolos, otras más amables y glutinosos. Es un mundo onírico y asimismo cargado de realismo. Las diez composiciones viajan por la mente a golpe de ritmo, atmósferas, visuales, belleza y romanticismo vital...

En “B aldeak I” la propuesta se divulga mediante “Nobody”, una de las piezas más vaporosas del álbum “Shadows”, que bascula según las percepciones de El_Txef_A (Aitor Etxebarria), de Kvalvika (nombre artístico del eibarrés David Karba) y Moxal (Hannot Mintegia, que renombra la canción como “Iñok ez”).

Además, este bloque digital gestionado por el sello Forbbiden Colours y escuchable en la mayoría de plataformas digitales, incluye una reinterpretación por parte de Empty Files de “Nobody”, aquí titulada “Nobody is gonna help me”, desesperanzadora y cautivadora desde su dolor, siete minutos creados por Wilson y Lastra. Corte que muestra el lado menos ortodoxo y más ambiental de la banda. En total, cerca de media hora que resulta singular y positiva, ya que conlleva poder comprobar los diferentes cuerpos que puede tomar una misma canción y el talento de un importante núcleo de músicos vascos.

La historia de Empty Files es la vida de un joven, Txufo Wilson, que tras pasar de universidad en universidad en busca de su yo, lo encuentra en un teclado mediador entre su creatividad, los sintes, la guitarra, el bajo... Al final de la década de dos mil, el músico bilbaino concluye su primera experiencia junto a Bulletnoise, seis años de metal y rock, aunque ya comienza en paralelo, y desde su habitación, a investigar nuevas sonoridades, esta vez influidas por la escucha de bandas sonoras peculiares, como relata en cuatro piezas abstractas (2013), y de las que se elaboraron diversas remezclas.

Este trabajo de ruptura es tratado por el reconocido músico, técnico y productor José Lastra, con el que emprenderá un sólido y amigable camino, que perdura hasta el presente. El uno es del barrio de Txurdinaga, el otro de Alde Zaharra, ambos visibles en atardeceres por el barrio de Rekaldeberri, donde se halla el local de trabajo y las terrazas que les sirven de tertulia, junto a otros músicos y las inevitables cervezas.

Al dúo se les unen en directo Urtzi Iza (guitarra) y Álvaro Olaetxea (batería), ambos de Enkore; por otro lado se encuentran Imanol Fortes (voz y teclados) y Gonzalo Ruiz (bajo), exintegrantes de Smoke Idols. En tierra se unen Rebeka Arce, diseño gráfico; Helena Goñi y Juan Boado, fotografía; Laura García con los visuales en directo y Javi Molina, Víctor Fortes y Joanes Garmendia con los videoclips.

La propuesta es más amplia, pero los ochenta y los noventa discurren por sus acordes.

Es algo con lo que he crecido. Siempre ha sonado ese tipo de música en mi casa (Tears for Fears, OMD, Peter Gabriel... Yazoo). Pasaba lo mismo en la casa de mis tíos e incluso en el coche de mi abuelo José, un hombre bastante avanzado a su tiempo, con sus casetes de Jean Michael Jarre y Mike Oldfield y su teclado Casio. El cine de los ochenta y noventa también han sido una influencia muy importante para mí, tanto a nivel musical como artístico. Con el paso del tiempo todo esto me llevó a otras cosas como Ministry, Marilyn Manson, Nine Inch Nails, Skinny Puppy o Gary Numan.

«Dark», un soberbio corte, rememora sutilmente a unos grandes, Depeche Mode. Pero también hay momentos duros, ásperos: «Observer» la bailarían algunos metaleros y serían felices asimismo con «Hollows».

Soy más de los Depeche Mode de los noventa y ya les he visto en directo cuatro veces. Los dos temas que mencionas son los ejemplos más claros de cruce estilístico que hay en el disco. Donde confluyen esa electrónica más acida y la agresividad industrial en las guitarras. Siempre nos ha gustado una electrónica de baile menos mainstream, más conectada con el rock como las remezclas de White Zombie o Soulwax. De ahí a que nos lanzásemos también a hacer remezclas para Zea Mays o WAS. Es una forma muy interesante de experimentar y de tomar diferentes perspectivas de las canciones. De hecho, esas dos revisiones las hicimos a la par que estábamos trabajando en el disco, y nos vinieron genial para refrescar la cabeza y retomarlo con más energía.

Parece que se encuentra cómodo acoplando capas de sonido y, por contra, a desnudarse.

Desde luego, se trata de jugar con la presencia y la ausencia. Es un contrapunto emocional que genera contraste y al mismo tiempo fluidez. Es algo en lo que se fundamenta todo el disco.

¿Qué le seduce más, dejarse llevar o cenirse a un determinado patrón de estilo y estética musical oportuna?

Lo más importante es respetarse a uno mismo, tener claro quién eres y qué quieres decir. Dejarse llevar puede ser bueno si nos referimos a inhibirnos del entorno, puede producir un juego muy interesante entre el consciente e inconsciente a la hora de componer. Muchos temas han surgido dejándonos llevar, improvisando. Cuando arrancamos con algo nuevo nunca tenemos claro qué es lo que queremos hacer con ello ni dónde va acabar, lo único claro es lo que no queremos hacer. Hemos usado elementos muy diferentes en cada canción, sin crear una fórmula que nos sirviera para las demás. Cada una es un mundo, y esa era una de las premisas con las que partimos: no cerrarnos a nada durante el proceso creativo y centrarnos únicamente en qué necesita transmitir cada tema.

Sinte-pop, puyazos industriales. Descripciones... y la voz entre la melodía del primer plano y el paso atrás para ser parte del todo...

En muchos momentos la voz se integra como un instrumento más de la “orquesta” sumando un nuevo plano con el que transmitir y comunicar sensaciones. Aquí la tendencia y prácticamente la norma es tener la voz en primerísimo plano, pero esa no era nuestra principal preocupación. En “Shadows” la voz tiene momentos de más protagonismo (más “pop”) y otros en el que se encuentra más integrada o en segundo plano, con el fin de provocar un impacto en el oyente. Todo depende de la propia intención, que puede mostrarse en ciertos momentos como agonía o desesperación y en otros como algo íntimo.

Se tiende a espacios ambientales, cierto hipnotismo...

La música no es solo cuestión estética. Hay una pretensión emocional y comunicativa detrás de ella. Es una banda sonora de nuestro día a día que nos evoca recuerdos, nos permite interactuar con ellos y llevarlos al extremo. “Shadows” es un disco concebido para disfrutar más en un viaje que en un club, un mantra que permite fusionarse con el entorno. Está directamente influenciado por la forma en la que consumo música, que la gran mayoría de las veces es andando por la calle o viajando. Al final acabas tomando una perspectiva desde el movimiento y sin darte cuenta la interiorizas.

Se despide «Shadows» con dos temas más abstractos, «There is a place» y «Beyond the hollows», quizá muy fílmicos y quizá con cierto aire conceptual que se añade al global.

Nunca pretendimos que fuera un disco conceptual en el sentido más estricto y clásico. Las canciones están escritas en un periodo concreto, en el que ocurren situaciones que me hacen ver la vida de una manera determinada. Al final, eso me obliga a plasmarlo como forma de liberación y vía de escape por lo que todas acaban girando alrededor de una misma temática expuesta en diferentes situaciones. Precisamente por eso ha acabado teniendo ese carácter conceptual. En estos dos últimos temas es donde más reluce ese carácter conceptual y donde más adquiere un punto retro-futurista y cinematográfico. Siempre nos ha atraído la música para películas y tanto Lastra como yo, hemos trabajado en alguna ocasión haciendo bandas sonoras, alguna incluso conjuntamente.

También existe cierto hilo narrativo en las letras.

En general hablo de la desesperación y la desilusión, la agonía e incluso la melancolía. Son una visión muy personal de lo que me rodea y un reflejo de mis propias experiencias en las que aún quedan resquicios de esperanza. Son la búsqueda de un bienestar que se ve borroso en el horizonte.