El impresionante alarde de fuerza, control y vigilancia policial en torno a la cumbre del G7 en Biarritz me está resultando casi increíble. Se parece a la movilización de tropas antes de ejecutar una invasión. Me pueden llamar exagerada, pero si intento imaginar lo que suponen 20.000 agentes de diferentes policías, más un contingente importante de efectivos militares, incluidos los de la Air Force de EEUU, distribuidos todos ellos a un lado y otro del Bidasoa, inspeccionando carreteras, playas y pueblos; cerrando pasos fronterizos y comercios; suspendiendo trenes y autobuses públicos e impidiendo la libre circulación de las personas con controles de policía muy concienzudos... la foto y la idea que proyecta mi imaginación es mucho más que alarmante, diría que es inquietante, porque así, en crudo y a la vista de todos, este alarde de fuerza retrata la esencia de un sistema, el capitalista, que nos invade, nos controla, atemoriza y mata cada día, sin que apenas seamos conscientes de ello.

Dicen que, con tan exhaustivo plan de seguridad, se quiere proteger de un hipotético ataque terrorista las vidas de los grandes mandatarios políticos que estos días se reúnen en Biarritz para apuntalar su economía ultraliberal. Llegando a este punto y sabiendo lo que de verdad ocurre más allá de Biarritz, no creo que sus vidas tengan algún mérito o valor que proteger.