Iñaki IRIONDO

Un pequeño e inútil ejercicio de rebeldía consentida y amansada

Tal vez, atendiendo a los códigos internos de algunos partidos, no haya otra manera de hacer las cosas, pero resulta llamativo que un partido que cree que parte de sus males actuales se han agudizado por la línea más derechista impuesta por el presidente de su dirección nacional y que celebra un gran fasto con toda la pirotecnia que le es capaz para tratar de remarcar su identidad propia, acabe dejando que Pablo Casado tenga la última palabra. Y no es solo la cuestión protocolaria, sino el hecho de que en todo momento el propio Alfonso Alonso haya estado primero reclamando y después subrayando que las más altas instancias de Génova 13 iban a dar el visto bueno al camino que fuera a emprender el PP Vasco. Había pues, en todo esto, una suerte de rebeldía consentida que además, al final, ha quedado en bien poco.

Las propuestas que salen de esta convención son poco novedosas en términos generales. Los catálogos de medidas que se han expuesto en las comunicaciones sectoriales están bien para engrosar el programa electoral con el que el PP se presentará a las elecciones autonómicas cuando el lehendakari Iñigo Urkullu tenga a bien convocarlas (el otrora todopoderoso delegado del gobierno español, Carlos Urquijo, le preguntaba ayer al parlamentario Carmelo Barrio si creía que las adelantaría), pero ninguna de por sí parece un revulsivo. De hecho, la pretensión de bajar el IRPF no depende de Lakua, sino de las diputaciones, y ya se vio que de poco le sirvió su reivindicación al PP en los recientes comicios forales.

En cuanto al reverdecimiento de la foralidad, no parece suficiente cebo en pleno Siglo XXI, y menos aún si lo que se pretende es venderlo como una fórmula constitucional de unión leal con España (aunque la versión del PP sobre esta materia se acerque mucho más a la realidad que la que acostumbra a vender el PNV). Resulta contradictorio comprobar que, a la postre, lo que más lustre ha dado a esta convención política del PP Vasco haya sido la salida de tono de Cayetana Álvarez de Toledo, jaleada, todo sea dicho, por lo más ultra de las tertulias rogijualdas. Ese ha sido el minuto de gloria de este «PP Vasco con personalidad propia», porque después ya ha llegado Pablo Casado a, con su mejor sonrisa, poner los límites –«yo soy también del PP Vasco»– que todos han acabado aplaudiendo.