Pablo GONZÁLEZ
TRAS LAS ELECCIONES EN POLONIA

Polonia se polariza con la entrada de la izquierda y extrema derecha en el Parlamento

Ley y Justicia, partido conservador, populista y ultracatólico, ha repetido victoria en los comicios celebrados el pasado domingo. A pesar de no haber obtenido los resultados deseados, se sienten con fuerza para avanzar con un programa que, entre otras cosas, equipara a los homosexuales con los pedófilos.

Varsovia no será Budapest» fue el eslogan más aclamado en la sede de la coalición Lewica (La Izquierda) en referencia a que Polonia no será como la Hungría de Viktor Orban, un Estado populista, conservador y con claros tintes racistas en sus políticas. Lewica celebraba así su entrada en el Parlamento con 49 diputados. Ninguno de los tres partidos que componen la coalición tenía representación parlamentaria previamente.

No cabe duda de que los resultados de Lewica son buenos, 12,56% de los votos y 49 diputados, pero no cambian realmente el panorama político del país, solo es un factor más que indica la polarización paulatina que vive Polonia. En el otro extremo ideológico también ha habido movimiento, y el partido Konfederacja (Confederación) ha batido todos los pronósticos y ha entrado en el Parlamento con un 6,81% y 11 diputados.

El líder de Konfederacja, Janusz Korwin-Mikke, es famoso por negar el Holocausto perpetrado por los nazis o por considerar a las mujeres menos inteligentes que los hombres. Se ha pronunciado en contra de los discapacitados y propone prohibir el aborto.

No cabe duda de que es un político populista y sin poder alguno que se puede permitir cualquier tipo de comentario si eso le da votos, pero su entrada en el Parlamento muestra que estas ideas tienen su público en el país que fue testigo de la exterminación masiva de personas durante el siglo pasado.

Muestra de que estas ideas no son tan minoritarias es que PiS (abreviatura en polaco de Ley y Justicia), el partido que ha ganado las elecciones, empieza a debatir esta misma semana un proyecto que plantea incluso penas de cárcel de hasta cinco años por impartir educación sexual a los jóvenes polacos. Este proyecto se ha presentado bajo el nombre de «Stop a la pedofilia», y en él también se propone prohibir los anticonceptivos.

Sin embargo, a pesar de ganar las elecciones con un 43,59% (37,58% en 2015), no ha aumentado el número de diputados, se queda en 235 de los 460 diputados que tiene el Parlamento, muy lejos de los dos tercios de la Cámara (307) necesarios para poder cambiar la Constitución del país a su antojo. Igualmente han perdido el Senado, tienen 48 de los 100 senadores, lo que abre la puerta al bloqueo de leyes aprobadas en el Parlamento a su paso por el Senado.

Las otras dos formaciones que han entrado en el Parlamento tienen perfiles diferentes, por un lado, está la Koalicja Obywatelska (KO –Colación Cívica, en polaco–), una unión de centro derecha con una visión mucho más liberal. KO con su 27,4% y sus 134 diputados han sido los grandes perdedores de estos comicios, ha perdido 32 diputados. Será el mayor partido de la oposición, pero sus diferencias con Lewica en cuestiones como el papel de la Iglesia en la sociedad polaca, hará que solo puedan hacer frente común en cuestiones puntuales y no como bloque. El otro partido, Koalicja Polska (KP –Coalición Polaca–) es una unión de derechas que dará más su apoyo al PiS de lo que votará en contra.

Con estos resultados, Polonia tendrá como mínimo durante otros cuatro años un gobierno conservador y euroescéptico que ve en EEUU su mayor aliado. Ya en el periodo 2015-2019, PiS consiguió que Polonia perdiera el papel de figura clave en el Este de la Unión Europea por sus desencuentros con otros países. No parece que esta tendencia vaya a cambiar. Dudas hacia el papel de la UE, una visión de revancha histórica hacia Ucrania, cuyos territorios occidentales los nacionalistas polacos consideran tierra polaca, y una relación de amor-odio con Moscú, con quien comparte buena parte de los valores morales y unas relaciones financieras estables, pero al mismo tiempo una rivalidad histórica por el dominio de la región e influencia en los países vecinos.

El bloque central de la sociedad polaca se mantiene, conservador, católico y nacionalista moderado, pero en sus extremos empiezan a aflorar otras fuerzas, por un lado, una nueva izquierda renacida que promueve valores modernos de tolerancia y derechos civiles, y, por otro, la extrema derecha con un programa casi neonazi. Varsovia quizás no será Budapest en lo político, pero a partir de ahora los populistas europeos pueden empezar a tener en Polonia su referencia principal.