Irene Campos
KOLABORAZIOA

De la frustración profesional…

Busco trabajo pero, por favor, no me contraten. Aunque vean por ahí mi currículum una y otra vez, en la carpeta de los descartados, de los no deseados, no deben contratarme.

Soy psicóloga. Al menos eso dice el papel acartulinado que me dieron después de cinco años de quemarme las pestañas y humedecerme los dedos con saliva.

Debieron haber sido cuatro, la verdad, pero fueron cinco porque, más de una vez, me quedé sin fuerzas, también sin ganas, pero porque se ha de acabar lo que se empieza, finalmente, conseguí que homologaran en Barcelona mi título extranjero. Una circular amarillenta acabó confirmando que esos cinco años de mi vida tenían el mismo valor aquí que allá… pero no me contraten.

Tengo un máster, sí. Psicología clínica y de la salud. No, de general sanitaria no tengo. Llámenme tonta pero de eso no tengo. Tampoco el PIR, 30.000 horas de práctica, ni cinco años de experiencia... y entiendo perfectamente que un poco de vocación y entusiasmo no basten.

No me contraten, porque nada garantiza mi competencia. Un máster, por pertinente que resultara a su oferta, no garantiza que sea capaz de distinguirme de los Paulo Coelho que andan por ahí profesando exitosas verdades absolutas. Además, como podrán comprobar en mi hoja de vida, la formación no ha sido suficiente para otorgarme un puesto decente en ninguna parte, ni siquiera me ha valido para escribir artículos de autoayuda para “Cosmopolitan”, ni para pasar evaluaciones ad hoc de compatibilidad de pareja en sitios de encuentros en internet. Y mira que hasta me interesaba la idea.

No me contraten. Pensé que dado el nivel de competencia profesional que se exige, el máster este no bastaba, así que hice otro, esta vez en investigación, porque los números, las cuantificaciones, las cosificaciones parecen tener más éxito y reconocimiento; porque las racionalizaciones, las tablas de Excel, los algoritmos de los programas estadísticos podrían tal vez salvarme, posicionarme… qué sé yo, compensarme los años, devolverme el dinero, prorratearme la ilusión… pero nada. Así que, mejor no me contraten. Puedo hacerme autónoma si lo requieren, trabajar a media jornada, desplazarme a donde digan, fines de semana y festivos, si hiciera falta, pero mejor no me contraten porque es que tengo ya 38, un divorcio, varias mudanzas y más gatos que remordimientos. Sigo sin tener experiencia. Estudio mucho, eso sí, pero todo se queda en el cajón de la teoría, en carpetas de doble anilla, por tema, por año, por mes, por error. Trastornos por orden alfabético, cada corriente con su guerra, con su exilio… no me contraten.

Quizá va siendo hora de enfocarme, de hacer algo distinto, solo por joder y porque quiero. Un máster en jurídica y forense. Descubrir al mentiroso, poner precio al dolor, cuantificar el daño, repartir a los niños… Está hecho. Y ya van tres. Pero no me contraten, porque en el fondo, para ser honesta, yo desde niña siempre quise ser veterinaria.

Un abrazo.... ¡persistan!