Arnaitz GORRITI

LUKA DONCIC, UN «HIJOPUTA» QUE MARAVILLA A LA NBA

Es verdad, sí, que proviene del Real Madrid y que en la «Casa Blanca» aprendió lo que es el respeto arbitral, y que no deja de ser un chaval de 20 años. Pero es un chaval de 20 años que se fue a la NBA después de haberlo ganado todo en Europa, pero que, a diferencia de lo que se opinaba entre los más acérrimos foros antimadridistas, en los Estados Unidos, lejos de cerrarle el pico y bajarle los humos al muchacho, parecen encantados de tenerlo consigo. Por lo pronto, conquistó con todas las de la ley el premio al «Rookie del Año» la pasada campaña, y en lo que va de inicio de temporada está siendo una de las sensaciones de la NBA. Tanto, que el mismísimo LeBron James le confesó al oído –y ante una cámara y millones de espectadores de todo el mundo– que lo consideraba un bad motherfucker; es decir, «un maldito hijoputa», que ha supuesto algo así como la consagración del esloveno en la élite de la NBA. Con 20 años.

Después de recordar la anécdota con LeBron James, toca considerar los números de alguien nacido para ser estrella, desde que irrumpiera en la Minicopa de Gasteiz 2013, un niño al que la prensa madrileña –eliminado el cuadro merengue en cuartos– casi le brindó más atención que al torneo de mayores. Nacido para ser estrella, pero con los pies mucho más puestos sobre la tierra de lo que parece. Sin ir más lejos, resistió a los cantos de sirena de la Federación Española de Baloncesto para nacionalizarlo español y formó parte de la selección eslovena Campeona de Europa en 2017, un torneo en el que Doncic brilló, pero en el que supo mantenerse como segundo espada de un superlativo Goran Dragic, ni reclamó para sí los puntos de Klemen Prepelic o Anthony Randolph. Un Doncic mucho más centrado que un coetáneo suyo como es el bosnio Dzanan Musa, empeñado en afirmar que es mejor que el esloveno, y que languidece en los Brooklyn Nets jugando algo menos de 10 minutos en los que promedia 4,6 puntos y 1,4 rebotes.

El esloveno ha empezado a un nivel estratosférico en estos diez primeros partidos. Nada menos que 28,3 puntos, 10,3 rebotes y 9,1 asistencias por partido, el segundo de toda la NBA en lo que se refiere a asistencias, el quinto mejor anotador y decimotercero entre los reboteadores. Solo son números y la competición es muy larga, nada menos que 82 partidos de Liga Regular, pero después de la retirada de Dirk Nowitzki al final de la pasada temporada, la afición de los Dallas Mavericks ha encontrado a quien dirigir su mirada y la propia NBA ha descubierto un diamante que, pese a no haber cumplido aún los 21 años, tiene las iniciales MVP tatuadas en su frente.

Regresar a los playoffs

«Objetivamente, sería muy bueno para mí el poder optar al MVP, pero en lo que estoy centrado es en regresar a los playoffs», respondía Luka Doncic en una entrevista a la sugerencia de poder ser elegido como Jugador Más Valioso. Evidentemente, la respuesta del joven esloveno suena a frase hecha porque es una frase hecha, pero no deja de tener cierto valor porque ubica a los Dallas Mavericks nuevamente en la rampa de lanzamiento entre los mejores de la durísima Conferencia Oeste.

La última jornada de la franquicia texana se saldó con derrota de los Mavericks en Boston por 116-106, con Kemba Walker y Jaylen Brown frenando los 34 puntos y 9 asistencias de Wonder Boy, uno de esos apodos «molones» que la prensa madrileña no tardó en ponerle una vez que Pablo Laso le dio rienda suelta, y que en este año y poco que lleva en la NBA confirma Doncic con regularidad. ¿Con qué nos quedamos: con los números de un Doncic muscularmente más definido después de un verano de duro trabajo, o con la derrota, aunque solo haya sido la primera fuera de su cancha en este inicio de campaña? Porque está muy bien el impacto de Doncic en la NBA, pero el balance de los Mavs es de 6-4, séptimos en la Wild Wild West, y con muchísimo trabajo que hacer en los ¡72! partidos que restan de Liga Regular como para que el peso recaiga al completo sobre las espaldas de un chaval de 20 años para acceder a una postemporada por primera vez desde el curso 2015/16. Recuerden que, como cantaba Vicente Fernández, «que no hay que llegar primero / pero hay que saber llegar».

Evidentemente, le queda todavía mucho por mejorar. Su defensa peca todavía de ternura, y probablemente ese sea su punto débil incluso con el correr de las temporadas. Su mejora física es evidente, como queda dicho, pero aún está lejos del atleticismo de otros candidatos al estrellato en la NBA. La Conferencia Oeste no perdona en Liga Regular, como para especular sobre los playoffs; si el año pasado habló con Dirk Nowitzki, sabrá de sobra lo duro que fue para «Robin Hood» alcanzar la cima, con muchos dimes y diretes sobre su aparente «blandura», un tema recurrente cuando de jugar la postemporada se trata. No está mal ser considerado un «maldito hijoputa» por uno de los iconos de la actual NBA, pero el camino hacia la cima no ha hecho más que empezar.

Aromas de clásico después de que Lakers y Celtics asuman el liderato

¿Hay algo más clásico en la NBA que un duelo entre Los Angeles Lakers y Boston Celtics? Por ahora, han tomado la delantera en ambas Conferencias. Sus últimas víctimas, los Golden State Warriors y los Washington Wizards, respectivamente.

Sin Anthony Davis, entre LeBron James, JaVale McGee y Kyle Kuzma se bastaron los Lakers para apabullar por 120-94 a unos Warriors que ya pueden dar la campaña por perdida. Los Celtics, en cambio, sobrevivieron a los 44 puntos de Bradley Beal para ganar por 140-133, con 25 tantos de Kemba Walker, en el reencuentro del base de los Celtics con su exequipo.

En Houston, los Rockets se llevaron el duelo entre outsiders, 102-93 ante los Clippers, con 47 puntos de Harden y el base Austin Rivers pidiendo a los árbitros la expulsión del entrenador rival: Doc Rivers, su padre.A. G.