Ane URKIRI ANSOLA
Gasteiz

UN «DECENIO» PARA ASEGURAR EL RELEVO Y LA IGUALDAD EN LA AGRICULTURA FAMILIAR

El relevo generacional y el reconocimiento del rol de las mujeres en la agricultura familiar son los retos principales de este sector, que hoy celebra un foro en Gasteiz. Las agricultoras reclaman más políticas públicas y que estas se apliquen de verdad.

La media de edad es muy elevada y aún más entre las mujeres. Soy de las más jóvenes. ¿Quién va a seguir labrando? ¿Las súperempresas?». Son preguntas que se hace la agricultora Nieves Quintana, residente en Otazu y originaria de San Vicente de Arana. Se encarga junto a su marido del cultivo de trigo, cebada, avena, girasol y, sobre todo, de patata. Lleva ya 27 años en este oficio y admite que le gusta, «pero cada vez menos».

Oneka Zaballa, de 29 años y vecina de Bedia, es titular de una explotación ganadera ubicada en Dima. Le acompaña su madre en la titularidad de la actividad y su padre, como trabajador. Su jornada empieza a las 6.30 de la mañana, sin saber cuándo terminará. Tiene que compaginar la actividad ganadera con la de asesora jurídica en Enba (Euskal Nekazarien Batasuna) o con la participación en la asociación de mujeres agrícolas y ganaderas Landa XXI.

El relevo generacional y el reconocimiento del rol de la mujeres son, precisamente, los desafíos principales de la agricultura familiar en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. Y así lo expresarán hoy, en Gasteiz, en las jornadas de celebración del Decenio para la Agricultura Familiar (2019-2028) declarado por la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU). La CAV cuenta con 16.500 explotaciones agrarias y solo el 10% de las explotaciones está gestionado por titulares menores de 40 años. Las agricultoras propietarias son el 30%. Zaballa y Quintana son dos de ellas.

«Espero que se fije un plan de acción con muchas iniciativas. Hay que ayudar, porque la situación no está bien», declara Zaballa, que hace hincapié en la necesidad de políticas públicas para la mujer autónoma en el sector. No existe la reducción de jornada para las madres, tampoco se valoran los riesgos biológicos de una embarazada desde el inicio del embarazo, «porque en el campo estás expuesta a más esfuerzo físico, así como a cualquier tipo de golpe».

Considera que hay que implantar muchos planes que apoyen la igualdad «de verdad», que las instituciones tienen que ayudar a que «no se dé ningún tipo de discriminación» y que haya representación de las mujeres en los órganos de decisión.

La figura de la mujer baserritarra, agricultora o ganadera, ha estado siempre ligada a las tareas del hogar, a los cuidados de hijos y mayores, y no se ha reconocido su labor en el campo, ni tampoco la necesidad de conciliación. Zaballa confirma que las dificultades son muchas y que se reflejan en las tareas rutinarias como acudir al médico o hacer las compras diarias: «En muchos sitios el transporte público es escaso o no llega, y complica mucho las cosas».

Menos margen de beneficio

Quintana aprovecha la temporada del «cultivo de papeles» para emplear su tiempo en el tan ansiado autocuidado que le es imposible durante la cosecha. Es tiempo para sacar cuentas y apunta que en el campo las conclusiones se interpretan a través de una media de los beneficios obtenidos en tres o cinco años. «Si un año tienes muchos beneficios, los guardas en un rinconcito, por si acaso, para poder invertir en maquinaria, para el alquiler de la tierra, para la compra de semillas, abono, combustible... Porque tenemos muchos gastos y no sabemos cómo será la cosecha del próximo curso».

Admite que la situación ha mejorado en calidad de vida «pero antes el margen de beneficio era mayor». Precisa que el precio de la patata está peor que hace 50 años cuando ahora los gastos son mayores –el kilo de patata se sitúa en cuatro céntimos, y en el mercado ronda el euro–. Recuerda aquella época en la que se producía de todo en los caseríos –su abuelo era agricultor y también tenía bueyes–. «Ahora estamos más especializados y la burocracia es terrible», comenta.

Todo queda registrado y está de acuerdo en que se use para determinar la trazabilidad, porque así sabemos de dónde viene un alimento en el caso de una epidemia, pero critica las políticas que llegan desde Bruselas. «Nos vuelven locos y locas. Ahora nos dicen que produzcamos de una forma y dentro de unos años quizás cambien las directrices», advierte la alavesa.

Continúa explicando que ahora las pautas van dirigidas a impulsar la producción ecológica, pero critica que el mercado común favorece a los países que tienen otra forma de producción, «con productos que en Europa están prohibidos; por ejemplo, los fitosanitarios. Nos llegan alimentos de Sudamérica producidos de una forma que no está permitida en Europa y la gente los consume porque son baratos y porque la mala situación económica afecta cada vez a más familias». «Queremos producto ecológico pero, ¿de dónde proviene?», se pregunta la agricultora para terminar respondiendo que «aquí tenemos de todo» y que estamos «empobreciendo la economía europea».

«La agricultura familiar está presente en todo lo que vemos cada día», se atreve a decir Zaballa para remarcar la importancia de este sector en nuestro día a día. Empezando por el paisaje –«este paisaje tan cuidado lo produce la agricultura»– hasta el cuidado del medio ambiente; sin obviar la paciencia y el mimo en la elaboración de «alimentos buenos, de calidad, de kilómetro cero». Es por ello que cree que es importante este decenio dedicado a la agricultura familiar, y espera que marque un antes y un después.

Más reticente se muestra Quintana «porque políticos y empresarios van de la mano, y todos los acuerdos que firman son para favorecerse a ellos. En este caso, ¿a costa de quién?». Habrá que ver qué acciones diseñan para su implementación en la CAV.