Las protestas en Hong Kong han bajado en frecuencia e intensidad, lo que ha llevado a los manifestantes a cuestionarse el futuro del movimiento, en un momento en que han aumentado los arrestos y la represión.

Como otros muchos, Freesia, una empleada de 36 años, tiene sentimientos encontrados después de siete meses de protestas, el arresto de unas 7.000 personas y pocas concesiones de Pekín.

«Debemos plantearnos otra forma de luchar por la democracia en lugar de depender únicamente de las manifestaciones», sostuvo en declaraciones a AFP durante una reciente movilización. «Si continuamos nuestro combate contra la Policía en las calles de Hong Kong, hermanos contra hermanos, no constituye una amenaza para Pekín», añadió.

La estrategia a adoptar a partir de ahora acapara todas las conversaciones en foros, cafés y otros lugares de reunión.

Siete meses después del inicio de las protestas, Hong Kong está profundamente dividido ideológicamente, se ha instalado un fuerte rechazo al Gobierno y a la Policía en parte de la población y la economía ha entrado en una etapa de recesión.

En noviembre, obtuvieron una amplia victoria en las elecciones locales. Sin embargo, las principales reivindicaciones del movimiento antigubernamental –instauración de un verdadero sufragio universal, una investigación sobre el accionar de la Policía y amnistía para los arrestados– no se han cumplido. Pese a no tener claro qué rumbo seguir, las manifestaciones no se han detenido. A principios de diciembre y el 1 de enero, cientos de miles de personas salieron a las calles de Hong Kong. El fin de semana, la Policía lanzó gases lacrimógenos.