Jesus Maria Soubies Garate
Pensionista de Arabako Pentsionistak Lanean – Gaurgeroa
GAURKOA

La rentabilidad de los fondos de pensiones

Hay una gran discusión sobre la rentabilidad de los Planes Privados de Pensiones (PPP). Si se emplea como dinero de préstamo para inversiones en capital pueden tener una buena rentabilidad, paralela a la evolución económica de la zona en cuestión. Lo dudoso es que, si todas y todos participáramos en esos fondos, estos puedan rendir como se promete. El origen de tales rendimientos es evidente: rindan poco o mucho, siempre lo harán a costa de todas las personas participantes en la actividad económica. Lo que se aumente en rentas de capital de todos y todas, tendrá que reflejarse como disminución en rentas salariales o viceversa.

Lo cierto es que en el conjunto de Europa (UE28) el 27% de la población ocupada tiene suscrito un PPP. Una generalización de dichos PPP al 100% de la población ocupada conllevaría resultados distintos de rentabilidad que los actuales. Cuando en el sistema entran todos y todas, se quiera o no, todo cambia y el sistema vuelve a convertirse en una especie de sistema de reparto, controlado por el sistema financiero. En este caso hablamos de reparto de rentas de capitales, no de rentas salariales como es el caso del sistema público de pensiones.

Los emprendedores necesitan y reclaman financiación. Hace falta dinero ahorrado para poder conceder financiaciones. En suma, se trata de facilitar la inversión para producir bienes y servicios y para cubrir necesidades sociales (que sean reales o creadas sería otra discusión). La demanda de capitales, por parte de los emprendedores, presiona los tipos de interés hacia abajo para garantizar la venta de los bienes que se quieren producir. Cuanto más bajos sean los tipos de interés que se ofrecen al emprendedor (al empresario), este podrá ofrecer sus productos a precios más bajos. Que se produzca a precios bajos es bueno para todos y todas. Eso es a lo que tiene que aspirar la economía: que todo el mundo tenga acceso a los bienes y servicios necesarios y adecuados para llevar una vida digna en todas las etapas de su vida.

Sin embargo, en la actualidad no somos capaces de consumir todo lo que producimos y hay mucho despilfarro. Por otra parte, el incremento de capitales tiene que darse a un ritmo adecuado. En este campo el «cuanto más mejor» funciona mal. Si antes de amortizar anteriores inversiones de capital volvemos a renovarlo con nuevas inversiones, estas últimas, además de rentar para ellas mismas, tendrán que asumir las pérdidas de la anterior inversión. Para evitar quiebras, estas inversiones seguramente se harán a costa de los rendimientos salariales.

He aquí la contradicción: la lógica de que todos y todas invirtamos en capital con la esperanza de obtener «buenas rentabilidades» está en oposición con la otra aspiración: el acceso de bienes y servicios al alcance de todos y todas, a través de unas rentas salariales suficientes. Un aumento importante de capitales disponibles fuerza la rentabilidad hacia abajo. Todavía se refuerza más dicha tendencia si parte de los salarios que estaba destinada al consumo (no me refiero a consumismo, sino al acceso a necesidades fundamentales) se destina a la inversión. Una parte de la producción no encontraría salida y al reducirse la producción, aumentaría el paro. La economía se enfría y las rentabilidades bajan.

Las inversiones de capital no tienen que ser ni excesivas ni escasas, de la misma forma que un agricultor que produce 100 Tm/año de trigo, ni guarda un simple celemín ni la mitad de la cosecha. Lo que hará será guardar 4-6 Tm. Esto es (sucintamente explicado) el capital. La renovación del capital tiene que salir del excedente de la actividad económica. Es evidente que este excedente no se encuentra en las rentas salariales. También es evidente que toda la población no puede vivir de las rentas de capital. Por eso no se puede aspirar a ventajas fiscales si la propuesta se hace para todos y todas, de la misma forma que no es posible que todos los corredores del Tour saquen 5 minutos de ventaja al pelotón: son ellos el pelotón. Si es para «unos pocos», entonces sí pueden tener ventajas fiscales a costa de los demás. Los pocos escapados del pelotón también pueden sacar ventaja, pero en este caso es a costa del propio esfuerzo de los escapados.

El crecimiento económico actual, con la situación delicada que atraviesa nuestro planeta, conviene que sea adecuada, responsable y bien meditada. Tomas Piketty (autor de ‘‘El Capital en el siglo XXI’’) cree en el progreso social, económico y democrático y también en el crecimiento, pero sostiene que hay que acostumbrarse a vivir con un crecimiento débil. Explica que un crecimiento débil que se mantiene en el tiempo es compatible con el progreso. También explica que las tecnologías, si las usamos razonablemente y nos dotamos de las instituciones adecuadas para que todo el mundo se beneficie de ellas, constituyen una enorme fuente de riqueza.

Las rentas de capital y las rentas de trabajo son dos partes de una misma realidad, el Valor Añadido Bruto (VAB). Y no se puede subir el volumen de una sin reducir el volumen de la otra. No es posible mantener el consumo de los salarios y al mismo tiempo utilizar una parte de estos salarios para convertirlos en inversión. Eso solo es posible con los salarios altos, los tres deciles más altos de la estructura salarial. Si postergamos una parte del consumo durante 30 años, para usarlo como inversión, también tendremos que postergar esa misma parte en la producción durante esos 30 años. Si la idea es socializar el capital, adelante. Emitan dinero para capital en nombre de toda la sociedad. Pero si lo que proponen es que con parte de nuestros sueldos actuales nos paguemos a nosotros mismos buena parte de la pensión futura, estamos hablando de otro «Contrato Social», ampliamente desfavorable para la mayoría de los trabajadores. Con esta misma lógica podríamos pedir que las rentas del capital se paguen con parte de sus beneficios actuales una buena parte de los beneficios que van a sacar en el futuro.