Iñaki IRIONDO

Muchas palabras pero demasiados más silencios y omisiones

Después de cuatro horas y media de Diputación Permanente la ciudadanía no tiene mucha más información que antes. El formato de este tipo de comparecencias no está pensado para que se respondan las preguntas que se hagan, sino para colocar discursos previstos y preparados.

Los portavoces de la oposición formularon ayer una treintena de preguntas al Gobierno que en su mayoría quedaron aparcadas en el diario de sesiones para que en el futuro quede constancia de ellas. No hubo respuesta. Pero más inusual es que a quien dejaran con un palmo de narices fuera un parlamentario que apoya al Ejecutivo. Antes de cerrar su última intervención, José Antonio Pastor, lanzó una cuestión que consideraba importante, por las repercusiones penales a las que podría dar lugar. El portavoz del PSE dijo querer saber si los responsables del vertedero sabían que días antes del derrumbamiento había grietas.

Pero en los planes preescritos del lehendakari no estaba utilizar el último turno de palabra del Gobierno para responder a nada, sino patrimonializar el uso de la palabra para lanzar un discurso preparado, en el que al menos iba a admitir que «a la vista de las consecuencias» del derrumbe, «cabe afirmar que los mecanismos de control no han sido suficientes».

Iñigo Urkullu había asegurado en su primera intervención que «nos hemos encontrado ante una situación excepcional, extraordinaria, inusual, totalmente impredecible y con singularidades únicas». Si se admitiera que los trabajadores habían informado a alguien del riesgo existente, ya no sería «impredecible».

El lehendakari y los consejeros hicieron una larga cronología de las actuaciones realizadas desde que conocieron el derrumbe, en un tono exasperantemente burocrático, hasta el punto de que la consejera de Trabajo, María Jesús San José, prácticamente se limitó a hacer un relato de las competencias legales de su Departamento.

El lehendakari hizo también un ejercicio de «autocrítica» muy limitado, del tipo «no tengo ningún problema en asumir las críticas. Lo he hecho siempre que me ha parecido necesario».

Lamentó que su actitud con la familia de los trabajadores sepultados, Alberto Sololuze y Joaquín Beltrán, se haya entendido como una falta de empatía hacia ellos. Explicó que no quiso reunirse con ellos mientras no dispusiera de información relevante que ofrecerles, lo que ocurrió el 12 de febrero, dos días después de responder en rueda de prensa, con todo su Gobierno detrás, que a él no le movían «las campañas de Twitter», lo que desató una oleada de críticas hacia su actitud.

Iñigo Urkullu aseguró ayer que «se ha mantenido un contacto permanente con las familias desde la misma noche» del día del accidente e insistió en que «las familias han estado atendidas en todo momento de forma profesional y personalizada. Las familias han recibido información veraz, completa y realista desde el primer día».

Sin embargo, no fue esta la sensación que tuvieron los familiares de los desaparecidos, quienes declararon a GARA que la primera reunión que tuvieron con cargos del Gobierno, el domingo 9, había servido para dañarlos más. Pero además, informaron de que fue la familia quien trató de contactar con los gobernantes, que los dirigían de unos a otros, y añadieron que hasta que empezaron a quejarse en los medios, no les llamaron.

Iñigo Urkullu llegó a decir ayer que «si hubiera ido el jueves, viernes, el sábado o domingo sin información cabal, yo no puedo caer en el riesgo de por emotividad o empatía decirles algo que no pudiera decir. Podía haber ido el jueves y decir vamos a rescatarlos y además inmediatamente. Y luego resulta que hay que paralizar los trabajos». El argumento sonó un tanto tramposo, puesto que el lehendakari también podría haber ido el jueves, de forma discreta, y mostrar su solidaridad con la familia sin hacerles promesas innecesarias.

El Gobierno de Lakua insistió en que en esta catástrofe estaba actuando de forma «subsidiaria» haciéndose cargo de las incapacidades de la empresa responsable; pero recordaban al chiste del dentista, ese en el que el paciente, con poderosas razones en su mano, le dice eso de «¿verdad que no vamos a hacernos daño?».

El portavoz del PP, Alfonso Alonso, comenzó su respuesta mostrando su «decepción» porque pareciera que Iñigo Urkullu había ido a la cita parlamentaria «a justificarse a sí mismo» y el consejero Iñaki Arriola «a justificar a la empresa». Arriola se mostró muy enfadado por esta afirmación y levantó el tono en su respuesta: «¿Cómo se puede decir que yo he venido aquí a defender a la empresa?». «Cada uno está en su lugar». «¿Qué me van a contar a mí de cómo están los afectados si son mi gente?».

Sin embargo, la apreciación de Alonso era bastante acertada, porque el consejero de Medio Ambiente trató de dejar claro en todo momento que las deficiencias leves detectadas en el vertedero de Verter Recycling –que ya habían sido publicadas por NAIZ– no predecían este derrumbamiento, y que el Departamento estaba tomando las medidas adecuadas.

De lo que ningún consejero ni el lehendakari hablaron ayer fue de las declaraciones que una semana antes, el martes 11 de febrero, hizo el portavoz del Ejecutivo autonómico, Josu Erkoreka, culpando a la empresa Verter Recycling de no estar colaborando con el Ejecutivo ni en el ámbito laboral ni en el medioambiental. Pese a decir que «prefiero no hacer formulaciones demasiado estridentes», Erkoreka dejó constancia en rueda de prensa de que «en ambos campos, ambiental y laboral, la actitud de la empresa está siendo manifiestamente mejorable». Luego anunció que el juzgado de Durango había abierto diligencias. Cabe recordar que la víspera Urkullu tuvo un error comunicativo y el Gobierno empezaba a buscar vías de escape señalando a otros lugares. Parece que ayer ya no le hacía falta.

El lehendakari fue contundente ayer al afirmar que «la salud pública de la ciudadanía ni ha estado en riesgo, ni está en riesgo por las dioxinas». Una afirmación que no se compadece con las recomendaciones dadas por su propio Gobierno para cerrar ventanas, no hacer deporte, que el alumnado no salga al patio en el recreo y se anuncia la posibilidad de suspender actos de Carnavales en Eibar y Ermua.

La consejera de Salud, Nekane Murga, tras sentenciar que «sabemos mejor que nadie que con la salud no se juega», afirmó que en la exposición por periodos cortos a las dioxinas, «no existe riesgo para la salud». No explicó por qué, entonces, su Departamento recomendó suspender un partido de Primera División de Futbol entre la SD Eibar y la Real Sociedad, una actividad que entre que llegan los equipos, calientan, entra el público, se marcha, se duchan los jugadores y se van, apenas dura 180 minutos.

La portavoz de EH Bildu, Maddalen Iriarte, preguntó a la consejera cómo sabía que la exposición corta no era peligrosa, si hay escalas diferentes sobre las que los técnicos no se ponen de acuerdo. Nekane Murga reconoció que «no hay valores de referencia» y defendió, por ello, «aplicar el principio de prudencia». ¿Pero si no hay peligro?

Maddalen Iriarte también se interesó por cuáles han sido los valores medidos de dioxinas y furanos detectados, más allá de que sean altos o cincuenta veces mayores a un cifra sobre la que no hay consenso. Se quedó sin respuesta, al igual que cuando quiso saber qué tipo de dioxinas son las detectadas.

El lehendakari y los consejeros estaban más interesados en colocar los discursos que traían escritos que en interactuar con los portavoces de otros grupos para tratar de esclarecer los hechos y los datos.

En su discurso, el lehendakari se quejó de que los partidos de la oposición no le ofrecieron colaboración, lo que EH&punctSpace;Bildu negó. Urkullu hizo «un llamamiento a la sociedad y a las fuerzas políticas a responder desde la unidad ante esta grave situación». Maddalen Iriarte le respondió que su grupo se había acercado al entorno del lehendakari para tener información y no se la habían dado.

Como si no hubiera escuchado a Iriarte, el portavoz jeltzale, Joseba Egibar, preguntó directamente a Iñigo Urkullu si «algún grupo de la oposición se ha acercado a usted para pedir información e interesarse». Urkullu respondió que no y EH Bildu insistió en que «hemos contactado con tres departamento y le puedo dar nombres. También usted podía haberse dirigido a nosotros». El lehendakari contestó que el viernes estuvo en el Parlamento y nadie se dirigió a él. Quizá Urkullu debiera preguntar a su mano derecha y presidente de las mesas de coordinación de estos días, Txus Peña, a ver si tiene algún requerimiento al que no ha respondido.

Esto no es una anécdota. El Gobierno no fue ayer al Parlamento a responder a preguntas ni aclarar las cosas, sino a hacer su discurso y, en la medida de lo posible, culpar a la oposición de actitudes cuestionables ante la tragedia. Poco que ver con una actitud tan exquisita como pretende vender.