Mikel INSAUSTI
CRÍTICA «Nuestras madres»

Supervivientes y testigos del genocidio guatemalteco

El genoicido guatemalteco no es lo suficientemente conocido en el mundo, debido a que primero el país ha necesitado superar el silencio impuesto por la dictadura de Efraín Ríos, tras una serie de procesos judiciales en su contra bastante infructuosos, teniendo en cuenta que el enemigo del pueblo murió a los 91 años sin conocer la cárcel. “Nuestras madres” parte precisamente de esa realidad reciente, que conecta con un pasado doloroso, para intentar restituir la memoria histórica. Pero el debutante César Díaz no afronta el drama colectivo desde el escenario de la gran política, sino que prefiere situarlo en el plano emocional de las víctimas. Y para conocer su sentir se sirve del testimonio directo de las mujeres supervivientes a las que conoció rodando su documental “Territorio liberado” (2015).

Las cifras de personas muertas, desaparecidas o desplazadas por la dictadura militar son inasumibles, lo mismo que el número de aldeas indígenas, mayormente mayas, destruidas. Por eso no hay manera de entrarle al problema en toda su magnitud, y César Díaz opta por una representatividad muy juiciosa, hecha mediante la combinación de una parte documental y otra ficcionada. De un lado están las voces anónimas y del otro, el no menos convincente trabajo interpretativo de Emma Dib y el actor mexicano Armando Espitia, en los roles simbólicos de madre e hijo. Una madre como tantas otras que quiere olvidar, y un hijo como tantos otros que necesita saber la verdad de lo que pasó.

Se da la circunstancia de que el chico es antropólogo forense, por lo que tiene interés profesional por investigar en las fosas comunes para la identificación de cuerpos, que se vuelve también personal cuando le llegan indicios del paradero de la tumba de su propio padre, un guerrillero al que se le perdió la pista durante el conflicto. Esa herida familiar no ha dejado de sangrar en toda Guatemala.