Pablo GONZÁLEZ
Kiev

UCRANIA SIGUE HUNDIÉNDOSE EN LA CRISIS A SEIS AñOS DEL MAIDAN

En pleno aniversario del Maidan, problemas internos como la economía, una grave crisis social y las diferentes maneras de entender el país se unen a retos externos como un vecindario agresivo y una coyuntura internacional desfavorable. Todo ello con la amenaza constante que sufre su integridad territorial.

Ucrania recuerda en estas fechas el cambio de gobierno sucedido ahora hace seis años, tras la revuelta del Maidan. La que entonces se llamó como «Revolución de la Dignidad» es cada vez vista con más recelo, no tanto por los hechos en sí, como por las consecuencias para el ciudadano de a pie. Los ucranianos viven en un país en guerra, más pobre, con menor territorio y escasas perspectivas de poder revertir esta situación en un futuro a corto o medio plazo.

El cambio de poder acaecido hace un año, cuando Volodimir Zelenski ganó primero las elecciones presidenciales y luego su partido, Sluga Narodu (Servidor del Pueblo en ucraniano), obtuvo mayoría absoluta en el Parlamento (Rada), parecía dar aire nuevo a las perspectivas de Ucrania. País sumido en una profunda crisis territorial, económica y social, el nuevo presidente y su partido prometían la paz, y una vez conseguida esta, crecimiento económico, reconciliación nacional y recuperación de los territorios perdidos.

Zelenski quería lograr todo ello aplicando un «régimen turbo». Durante los primeros meses el parlamento aprobó cerca de 400 proyectos de ley o enmiendas a leyes preexistentes. Sin embargo, a pesar del esfuerzo y horas empleadas por los diputados ucranianos, estas reformas express no han dado los resultados esperados. Veamos por qué han caído en saco roto prácticamente todas esas promesas.

Guerra del Donbass

Como su antecesor, Petro Poroshenko; Zelenski mantiene que los acuerdos de Minsk no tienen alternativa y son la única vía para llegar a una paz duradera en la región del Donbass, dónde en 2014, con apoyo de Rusia, se crearon dos repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk. Kiev intentó recuperarlas por la fuerza, pero perdió todas las batallas decisivas contra los insurgentes apoyados de manera directa, incluso con tropas en momentos claves, por Moscú.

Zelenski prometía el cumplimiento de los Acuerdos y con ello traer la paz a la región, pero se ha topado con los mismos problemas irresolubles de Poroshenko. Los acuerdos fueron firmados tras las derrotas de verano de 2014 e invierno de 2015 en un momento en que los ucranianos tenían una posición muy débil y necesitaban para la guerra antes de perder más territorio. Por ello su redacción es mucho más favorable a los intereses de Moscú que de Kiev. Prevén celebrar elecciones en Donetsk y Lugansk y que estos territorios con sus gobiernos se reintegren en Ucrania.

Una maniobra muy similar a la ya practicada en el espacio postsoviético con la república de Transnistria en Moldavia o con los territorios de Abjasia y Osetia del Sur en Georgia. Algo que entienden en Kiev y se niegan a que las repúblicas celebren elecciones antes de poder hacer una purga contra los elementos más secesionistas. Por ello Kiev insiste en que primero Rusia debe devolverle el control de la frontera y solo después celebrar los comicios. El problema es que los Acuerdos de Minsk mantienen claro que primero son las elecciones y solo después se transfiere el control de la frontera entre las repúblicas no reconocidas y Rusia a los guardias de frontera ucranianos.

Si bien Zelenski parecía a priori decidido a cumplir con los acuerdos a rajatabla, los elementos más activos y nacionalistas de la sociedad ucraniana, curiosamente vinculados al inamovible desde 2014 ministro del interior Arsen Avakov, le exigen que no lo haga o se verá envuelto en una guerra civil en las calles de Kiev y otras ciudades. Para los sectores más panucranios y antirrusos y para algunos veteranos de la guerra del Donbass, cumplir con los acuerdos sería capitular ante Rusia, algo que no desean que ocurra como han declarado por activa y pasiva.

De momento Zelenski ni siquiera ha podido hacer cumplir a sus tropas el alto el fuego permanente en el Donbass, algo que ha podido constatar incluso la misión de observación de la OSCE sobre el terreno. Todo ello hace mella en los socios internacionales de Ucrania, especialmente en Francia y Alemania, que están en el cuarteto de Normandía junto a la propia Ucrania y a Rusia, en una iniciativa internacional llamada a acabar con el conflicto de manera diplomática.

Coyuntura internacional

Zelenski ya ha percibido el cansancio europeo y la casi total indiferencia por parte de EEUU con respecto el conflicto del Donbass. Todas las partes entienden la dificultad de encontrar una solución dialogada, pero necesitan calmar este foco para poder centrarse en otros problemas. En el lado europeo preocupa mucho más el Brexit o la guerra en Siria, donde Rusia juega un papel clave. En el lado estadounidense el tema ucraniano incluso se ha vuelto cuestión de Estado, y no por la preocupación por el devenir del país, sino por la intrigas internas de la política norteamericana.

Ucrania ha sido utilizada como arma arrojadiza entre los republicanos y demócratas. Primero los demócratas hicieron dimitir a Paul Manafort, jefe de campaña de Trump, por sus vínculos con el ex presidente de Ucrania Viktor Yanukovich. Después utilizaron una conversación telefónica entre Trump y Zelenski para iniciar un proceso de destitución, al final fallido, del presidente norteamericano. Trump utilizó su posición para presionar a los ucranianos para que investigaran los negocios en Ucrania de Hunter Biden, hijo de Joe Biden vicepresidente de Barack Obama.

Recientemente medios conservadores de los EEUU cercanos a Trump han aireado supuestos materiales responsabilizando a la administración estadounidense de Obama de estar tras las muertes producidas durante las protestas del Maidan de Kiev y de utilizar Ucrania para hacer negocio, como en el caso de Hunter Biden. Biden padre no ha logrado buenos resultados en las primeras primarias del Partido Demócrata para elegir al contrincante de Trump en las presidenciales de noviembre de este año. Estos hechos le han creado cierto aura de toxicidad a Ucrania en la arena internacional.

Asimismo, Mike Pompeo, Secretario de Estado estadounidense, viajó a Kiev a finales de enero y les dijo a varios altos cargos ucranianos, entre ellos a Zelenski, que «Crimea está perdida, en referencia a que Rusia no la va a devolver, ni a negociar por ella a diferencia del Donbass. Desde luego eso no significa que la UE o EEUU vayan a retirar las sanciones impuestas a Moscú en un futuro inmediato, pero sí es otra muestra de que la coyuntura evoluciona poco a poco y el tiempo no juega a favor de Ucrania.

Problemas internos

Si los problemas territoriales e internacionales no fueran suficientes para Ucrania, la situación interna tampoco presenta mejores síntomas. La situación económica agrava los problemas sociales y polariza más a los habitantes de las diferentes regiones, el oeste más agrícola y el este más industrial.

Ucrania se ha sumado a las sanciones internacionales contra Rusia, aunque eso haya ido mayoritariamente en su contra debido a los estrechos lazos económicos que había entre los dos países. La caída de la exportación hacia Rusia, que aun así sigue siendo uno de los principales socios comerciales, junto a la subida de los precios del gas y petróleo para Ucrania por parte de Moscú ha hecho que muchas empresas ucranianas, especialmente del este industrial, tengan serios problemas al volverse sus costes de operatividad demasiado elevados, lo que repercute en el precio final del producto, como por ejemplo en la metalurgia. Por otro lado, empresas como las de la industria aeroespacial han perdido buena parte de su mercado ya que operaban en equipo con empresas rusas, como por ejemplo los motores de la empresa ucraniana Motor Sich que se colocaban en aviones e helicópteros rusos.

Igualmente, la población local ucraniana se encuentra al límite de su capacidad de pago de los servicios comunales, que han crecido de manera exponencial y han puesto bajo el umbral de la pobreza a buena parte de los jubilados ucranianos. La población en edad de trabajar tiene que buscar oportunidades fuera del país. Así, solo en 2019 cerca de un millón de ucranianos se fue a buscar trabajo en Polonia y desde 2001 se calcula que el país ha perdido más de diez millones de habitantes.

Seis años después del Maidan, Ucrania, está sumida en una grave crisis que pone cada vez más en duda la viabilidad del Estado ucraniano como tal en su organización y fronteras actuales. El presidente Zelenski tendrá que variar el rumbo si quiere que su indice de confianza no siga bajando, pero por otro lado no puede permitirse movimientos bruscos o impopulares ante los sectores más panucranios y antirrusos de la sociedad si no quiere verse ante importantes protestas en el país.