Víctor Moreno
Profesor
GAURKOA

La jota de la identidad

En noviembre de 2019, el Gobierno destacaba que «la jota debe considerarse como expresión musical representativa de la identidad de los navarros y navarras, y manifestación singular del patrimonio cultural». Y, por si no quedase clara la formulación, la jota se elevaba a la categoría de «eje vertebrador de Navarra». Fue la consejera de cultura, Rebeca Esnaola, quien así lo declaraba, acompañada por el portavoz y vicepresidente del Gobierno foral, Javier Remírez.

Obviaré la propuesta de declarar la jota como elemento del Patrimonio cultural e Inmaterial de la Humanidad, porque no es original. Consta como iniciativa del Gobierno de Aragón (9-7-2013) y propuesta así a la Unesco en candidatura conjunta representativa de Murcia, León, Castilla, La Rioja, Valencia, Extremadura y Navarra, en abril de 2019.

Ignoro si todas las comunidades citadas consideran la jota como seña de identidad de sus ciudadanos y, en el caso de Navarra, si debe figurar con el mismo rango identitario que el fuero, la javierada y los sanfermines. Y si los efluvios de identidad jotera que produce la jota navarra serán idénticos a los emanados por la jota de Castilla y de Valencia. Si estos efectos fueran homogéneos y uniformes, sería ciertamente un asunto digno de la perspicacia analítica del filósofo Innerarity.

¿Que es broma lo que digo? Al contrario. Tal oferta conceptual confundirá a mucha gente, provocando grietas y goteras en su identidad. Porque ¿qué pasará con tantos navarros que, además de no estar dotados genéticamente para cantar jotas a pesar de ser navarros, no muestran ninguna inclinación a esta modalidad canora? ¿Serán menos navarros que quienes aman la jota y la tienen como patrimonio inmaterial cultural y eje vertebrador de la comunidad?

Y en este contexto, ¿qué decir del vascuence? ¿Y de la txalaparta y del zortziko? Porque si la jota vertebra más que el vascuence ¿qué pasará? ¿Mimará más el Gobierno Foral a las instituciones que defiendan la jota como eje vertebrador de Navarra que las que postulan que ese grial pertenece «ab ovo» al euskara? Y otra cuestión espinosa: ¿será uno más «vertebrado» cantando y amando la jota, que aquel otro sujeto invertebrado, porque no canta jotas o las perpetra en vascuence?

Es más navarra la jota que el vascuence? ¿Más patrimonio cultural e inmaterial de la Humanidad? Por antigüedad, no debería. El Códex Calistinus no asegura que los vascones que ayuntaban con yegua acompañasen sus acrobacias sexuales con un par de jotas, pero sí llamaban «negua» a la noche; «ogia» al pan; «ura» al agua y «zerua» al cielo. Y Nebrija no se encontraba ni en el limbo del nasciturus.

Por lo demás, que se sitúe la eclosión sonora de la jota en el XVIII es una afirmación sostenible, pero sería una constatación científica triste. Significaría que hasta esta fecha no hubo navarros auténticos, pues el eje vertebrador de la jota no habría traspasado su columna vertebral. Lo cual explicaría muchas cosas.

Por ejemplo, que los navarros que dieron por la retaguardia a Carlomagno no eran auténticos navarros, pues no celebraron su victoria cantando jotas. Deficiencia que podría extenderse a cantidad de egregios navarros ¿Cantaba jotas Azpilicueta? ¿Y Huarte de san Juan? No. Luego, no eran auténticos navarros.

Ahora que lo pienso, si Ortega y Gasset hubiese echado mano del castizo pasodoble proponiéndolo como eje vertebrador del ciudadano auténtico español contra los pujos regionalistas y separatistas que trataban desvertebrar la crisma de España, las cosas hubiesen sido tan distintas y, muy probablemente, nunca hubiese escrito España Invertebrada.

Decía Pío Baroja que «la jota era la brutalidad hecha canción». Baroja era un bruto y exageraba, pero lo mismo hacen quienes la elevan a categoría de eje vertebrador de la identidad colectiva de Navarra. A dicha oferta conceptual habría que aplicarle la navaja de Ockham, es decir: «cuando dos o más explicaciones se ofrecen para un fenómeno, es preferible la explicación completa más simple; es decir, no deben multiplicarse las entidades sin necesidad». Entidades o identidades. Porque cuantos más elementos de identidad, más despelote identitario.

No hace falta ser muy perspicaz para percibir que eso de «la jota como eje vertebrador identitario de Navarra», no es que sea una «explicación original», sino una simplada innecesaria y, pero aún, excluyente, y da repelús que haya sido una representación del Gobierno Foral quien la haya apadrinado.

¿Por qué no conformarse con aceptar que la jota es parte del patrimonio cultural artístico de una sociedad y dejar de atribuirle efectos espurios que solo traerán discusiones y manipulaciones tan interesadas como inútiles?