Txisko Fernández

La (des)Unión Europea camina desnuda

Poco ha cambiado por el momento el impacto del coronavirus las formas de actuar –o, más bien, de no actuar– de las instituciones de la Unión Europea ante una crisis sistémica. Ayer, el Eurogrupo cosechó un nuevo fracaso y resulta evidente que no hay espacio para un consenso eficaz.

¡Pero si va desnudo! Con esa exclamación, el niño del cuento de Hans Christian Andersen rompe el falso hechizo que había animado al rey a vestirse con un elegante traje invisible y pasearse de esa guisa por las calles de su ciudad. Ni había magia ni había traje, por mucho que la corte de vasallos hubiera seguido la corriente al crédulo monarca.

Más conocido como “El rey desnudo”, el título que dio el fabulista danés a su versión de este antiguo relato fue “El traje nuevo del emperador”. Esto viene a cuento porque, en esta insólita situación que vivimos en Europa, y en el mundo entero, hay quien no quiere darse cuenta de su desnudez y camina por las instituciones «comunitarias» como si no hubiese pasado nada.

Si no partiéramos de esa premisa sería imposible comprender por qué otra reunión «maratoniana» de los Veintisiete concluye, como es habitual, en fracaso y con la consabida división entre el Norte-rico y el Sur-menos-rico.

«Tras dieciséis horas de debates, nos hemos acercado a un acuerdo, pero todavía no lo hemos alcanzado». Acertado, a la vez que patético, comentario diplomático con el que resumió la situación el presidente del Eurogrupo, el portugués Mário Centeno.

Para escribir un nuevo capítulo de esta larga epopeya –en eso se distancia del breve relato de Andersen–, Centeno ha convocado a los ministros de Finanzas de la eurozona de nuevo para hoy, a partir de las cinco de la tarde.

El objetivo del encuentro de ayer no era otro que consensuar una respuesta económica común frente al duro impacto que va a tener la epidemia del Covid-19 en las cuentas de la UE, tanto en la pequeña caja común como en las diferentes arcas estatales. Diferentes porque unas estaban repletas (como las de Austria, Países Bajos, Suecia, Dinamarca y Alemania) y otras todavía no habían logrado engordar (como las del Estado francés, Italia, Grecia, Irlanda o el Estado español) cuando el dichoso virus comenzó a expandirse fuera de China.

Una puntualización que puede tomarse como novedad: París se sitúa en esta ocasión en el Sur. Una localización geopolítica que refleja que no hay entente franco-alemana que valga cuando el Hexágono va camino de alcanzar el nivel de crisis sanitaria de sus socios del otro lado de los Alpes y los Pirineos. El traje de ‘faraón’ que viste Macron también es invisible.

Lo de menos es destacar que el Gobierno neerlandés es el que lidera el grupo de los ‘duros’, para que así la canciller Angela Merkel mantenga en calma a sus socios socialdemócratas en la Gran Coalición germana, o que los más castigados, Giuseppe Conte y Pedro Sánchez, agitan desesperadamente la bandera de la ‘solidaridad’.

Lo importante es constatar que esta Unión Europea no sirve para hacer frente común ni contra una crisis económica como la que provocó la Gran Recesión a partir de 2008 ni contra una crisis sanitaria como la que estamos viviendo con la pandemia del nuevo coronavirus.

Alguien debería ponerse a escribir cuanto antes una tragedia, ya sea en estilo helenístico o shakesperiano, que desentrañe los motivos que impulsan a estos dirigentes políticos en unos momentos en los que, parafraseando a los expertos del FMI, «el coronavirus sumerge a la economía mundial en una recesión brutal» y, siguiendo las previsiones de la OMC, «el comercio internacional se enfrenta a una crisis histórica».

Las estimaciones que publicó ayer la Organización Mundial del Comercio indican que la pandemia del Covid-19 y las medidas de contención implementadas podrían provocar una caída del PIB mundial de entre el 2,5% y el 8,8% este año. En función del escenario más o menos optimista, anticipa una contracción del comercio de mercancías del 13% al 32%, superando ampliamente el desplome registrado a raíz de la crisis financiera de 2008-2009.

«Las cifras son feas, es imposible negarlo», asumió el director general de la OMC, el brasileño Roberto Azevêdo, para quien, aun así, «una recuperación rápida y vigorosa es posible». A su juicio, serán las decisiones que se adopten ahora las que determinarán la configuración futura de las perspectivas de recuperación y crecimiento mundiales.

Viendo cómo se lo toman en Bruselas, no parece que la UE vaya a elegir el camino más fácil hacia la recuperación. Y eso que, según las estimaciones de la OMC, Europa se verá especialmente perjudicada por la pandemia. En el escenario más halagüeño, el PIB continental caería en 2020 un 3,5% para rebotar un 6,6% en 2021.