Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
CRISIS DEL CORONAVIRUS

«Hay alumnado que se ha quedado desconectado, que casi ha desaparecido»

Sara Polo, responsable de políticas de infancia de Save the Children en la CAV, advierte de que el cierre de centros escolares «ha agrandado la brecha educativa que ya existía» y si no se hace nada «nos vamos a dejar atrás a una parte muy importante de la población en Euskadi». Subraya que la implementación de programas educativos de verano debe ser una prioridad para Lakua.

En el informe “Covid-19: cerrar la brecha. Impacto educativo y propuestas de equidad para la desescalada”, presentado el pasado martes, Save the Children constata que la actual crisis sanitaria y el cierre de colegios «no han hecho más que evidenciar las diferencias que ya existían entre el alumnado de distinto origen socioeconómico y ampliar las brechas educativas».

Una realidad palpable en la CAV, donde la ONG atiende a cerca de 500 menores. En entrevista con GARA, Sara Polo, responsable de políticas de infancia, afirma que debido a la brecha digital –falta de dispositivos y de competencias digitales– «hay alumnos que no están conectados, que casi han desaparecido» del radar de los centros. Otros no tienen en casa apoyo académico o un entorno adecuado y propio para el estudio, a lo que se añade el estrés y preocupación de estas familias por la pérdida de sus empleos.

En caso de que en setiembre se mantenga una educación a distancia o semipresencial, pide que se priorice el regreso a las aulas del alumnado más desfavorecido y la puesta en marcha de programas de verano para paliar los efectos del confinamiento y del «olvido veraniego» que, remarca, afecta de manera desigual a los menores dependiendo de los recursos de las familias. «Estos programas deben ser una prioridad para el Departamento de Educación; la solución no puede pasar por un modelo de más deberes», subraya.

¿Qué diagnóstico hace Save the Children de la CAV?

Partíamos de una situación de inequidad, con un sistema educativo altamente segregado que concentra en varios centros al alumnado de origen socioeconómico más bajo, lo cual dificulta la gestión y tiene un impacto directo en el aprendizaje y bienestar de los niños.

¿En qué perciben el aumento de la brecha educativa?

Desde hace doce años trabajamos diariamente con cerca de 500 niños y niñas. Vimos que el 40% no tenía tabletas, ordenadores ni conexión a Internet para seguir esta educación a distancia para la que nadie estaba preparado. Urgimos al Departamento de Educación a que dotara de estas herramientas a las familias que carecían de ellas. Desde Save the Children, hicimos llegar tabletas y routers a las familias con las que trabajamos para que pudieran seguir esta educación a distancia y mantener con nosotros el refuerzo educativo. En la primera semana del confinamiento, el 60% de nuestras familias en la CAV ya se habían visto afectadas negativamente laboralmente, lo cual aumentó el nerviosismo y la preocupación en los hogares.

Otro de los impactos graves es el alumnado que se ha quedado desconectado. Nos consta que hay centros que no están pudiendo mantener esta educación a distancia con ciertos alumnos que han desaparecido prácticamente. Otros no tienen en casa un apoyo académico. Hablamos de aitas y amas que quizás no han acabado la ESO, que no tienen herramientas educativas y culturales para acompañarles en el estudio. O familias que no tienen conocimiento de euskara, lo que ya antes les suponía un gran reto. Las necesidades de refuerzo educativo no están siendo cubiertas como deberían. El colegio es mucho más que el aprendizaje de contenidos, es el espacio natural de socialización para los niños y adolescentes, y ahora no lo tienen. Ya no se encuentran con sus amigos, con los profesores o personal no docente que para ellos es un referente y a los que muchas veces acudían cuando, por ejemplo, tenían un problema de maltrato.

Además de poder disponer de un ordenador o una tablet con conexión a Internet, es necesario estar dotado de unas mínimas competencias digitales.

Sin duda. La brecha digital va mucho más allá, es una brecha social y educativa. Con algunas familias, el simple hecho de crear una cuenta de email nos ha costado semanas. Ha sido un auténtico reto. Pensando que esta educación a distancia o semipresencial puede darse en otro momento si es que hay un rebrote u otro tipo de emergencia, es necesario que se capacite a las familias y se creen canales en los que una persona les ofrezca soporte tecnológico, pedagógico y acompañamiento.

¿Qué preocupaciones les están trasladando las familias?

La falta de medios digitales y la situación económica. Muchas han perdido el empleo, otras estaban trabajando en B y, por tanto, no pueden acceder a las ayudas, y otras que ya estaban en paro antes del confinamiento y no saben cuándo van a poder salir a la calle a buscar empleo o qué trabajos van a quedar después de esto. Hemos habilitado dos líneas de trabajo que hasta ahora no teníamos en la CAV pero que la emergencia lo requiere. A estas familias sin recursos les estamos haciendo transferencias bancarias –100 euros al mes por cada niño que haya en el hogar– para pagar el alquiler o la luz y hemos repartido cestas de comida. También hemos abierto una línea telefónica de apoyo sicológico y de orientación sobre las ayudas económicas a las que tienen derecho y cómo tramitarlas.

En su informe, Save the Children resalta la importancia de los programas de verano para mitigar el «olvido veraniego» y reducir las desigualdades. ¿Ve factible su implementación en la CAV?

El verano es muy importante porque en esos meses siempre se agrava esa brecha educativa y social. Ahora es todavía más importante evitar que se agrande. Los niños con y sin recursos viven veranos muy diferentes. Las familias con las que trabajamos en la CAV nos dicen, por ejemplo, que el bono para la piscina es un lujo que no se pueden permitir. Acuden a nuestros campamentos de verano y el resto del tiempo lo pasan solos en casa. Esa diferencia en el tipo de ocio y de estimulaciones hace que los niños pobres olviden en verano lo que han aprendido en el colegio durante un mes de curso escolar. Es lo que se llama el «olvido veraniego».

Está demostrado que los programas de verano pueden equivaler a dos meses de aprendizaje escolar. Si los ponemos en marcha este verano puede que los niños ganen lo que hubieran hecho en estos dos meses de no haber habido confinamiento. Así se lo hemos trasladado a la consejera Cristina Uriarte. Sabemos que desde la Consejería de Educación se está valorando la implementación de un programa de verano enfocado a reforzar las capacidades lingüísticas de aquellos que se han desconectado del euskara.

Desde Save the Children insistimos en que hay otras necesidades emocionales, de ocio, de acceso a la cultura, de actividad física y de conciliación que también deben ser cubiertas. Es muy importante que el Departamento de Educación en colaboración con centros y ayuntamientos diseñe una oferta extensa, asequible, gratuita para las familias que no tienen recursos y de calidad que incluya el trabajo cognitivo, la educación emocional, un ocio enriquecedor y comedor.

Una educación emocional aún más necesaria en este contexto.

Incluir la educación emocional en la «nueva normalidad escolar» será fundamental para paliar especialmente en la infancia más vulnerable los efectos del confinamiento, de la crisis sanitaria, de la desvinculación con el centro educativo y los amigos y del duelo, si lo ha habido. El bienestar emocional es un requisito previo para el aprendizaje.

De cara a setiembre se está planteando un formato semipresencial. ¿Qué ocurrirá con las familias más vulnerables, con las monoparentales o en las que ambos progenitores no pueden teletrabajar?

En el supuesto de que la educación a distancia siga siendo necesaria, hay que estar preparados. Si hubiera que priorizar qué alumnado participa de manera presencial, se debe aplicar un criterio de equidad. Este formato de semipresencialidad tiene que ir siempre acompañado de medidas de conciliación que permitan a todas las familias responder a esta situación de la misma manera. A día de hoy eso no es una realidad. Una familia monoparental no tiene la misma capacidad que una familia con más miembros o que puede pagar a alguien para que cuide a los niños. Desde ya el Gobierno Vasco y las administraciones tienen que adoptar medidas de conciliación. Que nadie tenga que elegir entre ir a trabajar o la educación de sus hijos.

Además, la enseñanza a distancia exige un alto nivel de autonomía por parte del alumnado, algo que no siempre es viable.

Se tiene que tener en cuenta la situación de cada alumno para adaptar la educación a las necesidades de cada uno. Si vemos que alguien no tiene capacidad para seguir esa educación en casa –hay madres que nos llaman preocupadas porque se sienten mal por no poder ayudarles a hacer los deberes, porque no saben ni por dónde cogerlos– o no tiene un entorno adecuado para el estudio, habrá que priorizar su vuelta a las aulas. Si por criterios sanitarios no es posible su presencialidad, habrá que dar más apoyo y acompañamiento tanto al alumno como a su familia. Ojo, las familias no son profesores, pero si sabemos que podemos volver a una situación similar habrá que darles al menos las herramientas y canales de comunicación necesarios.

¿Qué pautas recomiendan para el regreso a las aulas?

Si no es posible la vuelta de todos, planteamos que se priorice al alumnado más desfavorecido –aquel que necesita un refuerzo educativo, que ha estado más desconectado, etc–. Vemos una oportunidad en el hecho de que sean los centros los que valoren quiénes deben volver porque son los que mejor conocen las necesidades de su alumnado. Se podrían hacer grupos de refuerzo educativo reducidos, máximo de 10-15, o tutorías con citas previas. Pero dejar la decisión en manos de cada centro no quita que tanto el Departamento de Salud como el de Educación tengan una responsabilidad en acompañar a los centros y dotarlos de recursos. Puede ser que en un centro haya 30 alumnos en situación desfavorable y que, en otro, el 80% del alumnado cumpla ese perfil, por lo que deberá hacer frente a una situación más complicada. No podemos permitir que ningún centro que quiera abrir no lo haga porque no tiene cómo hacerlo.

En 2018 Save the Children atendió 113 emergencias en 58 países. ¿Qué enseñanzas cabe extraer para la situación actual?

En cualquier emergencia una de nuestras primeras prioridades es mantener la educación porque la escuela es mucho más que los contenidos curriculares. Es un espacio de socialización muy importante para el correcto desarrollo de los niños y adolescentes. Después de una emergencia, hay que pensar en la reconstrucción; cómo salimos de esto y volvemos a ser lo que éramos. Este confinamiento ya ha agrandado la brecha educativa y si no hacemos nada por evitarlo, nos vamos a dejar atrás a una parte muy importante y grande de la población en Euskadi, en este caso. Y eso no podemos permitirlo. No podemos permitir que solo sobreviva a esta emergencia quien tiene recursos para hacerlo.