Carlos GIL
Analista cultural

Para ser actriz no hay que sufrir abusos sexuales

Revive un gran dolor soterrado, silenciado por la impotencia y la falta de solidaridad: los abusos sexuales sufridos por jóvenes aspirantes a actriz en algunas escuelas de teatro. Un reportaje en el diario catalán “Ara” denuncia, con la participación de decenas de exalumnas, lo sufrido por ellas en el Aula de Teatre de Lleida por un profesor que llegó a la dirección del centro. No es nada singular, ni nuevo, y puede que a partir de esta denuncia se abra un torrente de incorporaciones al señalamiento de lo padecido en diversos lugares a cargo del mismo prototipo de depredador y que se encapsula en ese silencio doloso del entorno, de la no actuación de los otros profesores o de la dirección de las instituciones donde se produjeron y que, en algunos casos, recibieron las tibias denuncias de esas adolescentes asustadas. Por circunstancias comprensibles, a lo largo de mi vida he sabido de varios casos, de toda gravedad en muchos ámbitos, tanto de la educación como de la producción, y siempre me he encontrado con un miedo reiterativo en las denunciantes; no se han atrevido a dar el paso de acudir a la justicia, incluso a la denuncia pública, como ha sucedido con estas mujeres abusadas en Lleida. Aunque hayan prescrito muchos de los supuestos penales, el acusado queda bien retratado. Hay que señalar a los abusadores, hay que ayudar a las abusadas a denunciar, incluso con la ayuda a la asistencia de abogados que las orienten. El arte de la interpretación es algo muy bello como para que vengan estos criminales a convertirlo en una pesadilla.